Somos los hijos del quinto

 Características de una época signada por la recuperación de saberes antiguos que dan respuesta a problemas actuales, sin exclusiones.

 

Daniel Tirso Fiorotto

 

 

Somos la generación del quinto centenario y nuestro lema es el vivir bien. Paradojas de la vida: esta bandera nueva es vieja.

Hoy nos alumbra un resplandor milenario, una doctrina sin fecha de fundación ni dueño.

Raro para occidente, porque occidente necesita nombres, fechas, chapa, propiedad intelectual para dar un lugar, y nosotros nos abrimos paso sin nada de eso, sin apellidos ilustres, sin blandir credenciales ni patentes.

Esa luz no puede ser atribuida siquiera a una de las muchas culturas que comparten la cosmovisión del vivir bien, buen convivir: es de ninguna y de todas.

Somos la generación del quinto centenario, no nos reunimos por la edad ni por el color de la piel ni por el idioma ni por el oficio. No es un celular lo que nos convoca, ni siquiera internet. La generación del quinto no pone los medios como fines, y menos se ocupa en alabar mercancías.

 

Un fuego

 

Lo que nos da sentido es la unidad entorno de un fogón llamado armonía. El vivir bien es la conciencia de la armonía del ser humano en la naturaleza, es la inclinación del ser humano sólo ante la Pachamama, la madre tierra, la madre selva, la madre agua. El vivir bien es así el arma más poderosa jamás inventada contra el colonialismo. No ataca, no mata, no destruye, no excluye, no menosprecia, no explota, no grita.

Para la emancipación de los intereses sectoriales, personales, regionales o de especie, la generación del quinto centenario se concibe plenamente decolonial.

En vez de afianzar el individualismo, vuelve a lo comunitario y en lo comunitario están el árbol, el pájaro, el aire, el agua, el diálogo en torno de una rueda de mate.

En vez de manejar y dominar la naturaleza, convive. En vez de apropiarse, comparte. En vez de promover solo el bien común entre las personas, promueve el vivir bien que involucra a las personas, la savia, la sangre, el agua, la leche, el paisaje en suma, sin fronteras políticas, y en conciencia de la interdependencia de las épocas y las estaciones. En vez de ganarle al otro, la generación del quinto se afianza en el consenso. En vez de vivir mejor que otros o que antes, busca el vivir bien siempre, la complementariedad, la reciprocidad. Allí los otros son nosotros.

 

Garra charrúa

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