Grito ancestral contra la muerte

Corre el año 2021 y comunidades entrerrianas alzan la voz contra el racismo, el genocidio, el “terricidio”, aquí y en la región, ahora. Pero el sistema colonial oculta la muerte falseando esas palabras, tomándolas con indiferencia o desviándolas hacia el pasado. El flagelo no se sostiene sin la complicidad del Estado, los partidos, las universidades, los medios masivos y los sindicatos.

 

 

Este 12 de junio recordamos el Día de los Adolescentes y Jóvenes por la Inclusión Social y la Convivencia contra toda forma de Violencia y Discriminación. La fecha recuerda el nacimiento de Ana Frank, la joven alemana que pasó su niñez escondiéndose de los nazis y murió en un campo de concentración con 15 años de edad, pero dejó a la posteridad sus diarios. ¿Qué diremos dentro de un sistema que excluye por naturaleza, y que ejerce violencia contra personas, árboles, agua, semillas y saberes?

Hay un racismo estructural que permanece atornillado en las instituciones. Y hay un racismo hecho carne que violenta a las personas con nombre y apellido, especialmente a la niñez. Bajo el manto de indolencia que tienden los poderes bulle la discriminación negativa en todos sus grados, aquí y ahora.

Pero el racismo no está solo. En las rendijas que deja el sistema se escucha la palabra “genocidio” y el poder manipula, ablanda, ignora esa palabra. Entonces llegan las mujeres de comunidades ancestrales y además de racismo y genocidio, dicen “terricidio”. No puede haber grito de alarma más estridente, y sin embargo las estructuras permanecen impávidas. Ciertas castas han logrado clavar sus privilegios y clausuraron sus orejas.

Alzan la voz algunos pueblos originarios, algunas asambleas, algunas cátedras universitarias, ciertas personas individuales, y el poder tapa y tapa.

 

Casilleros coloniales

 

Aquí recorremos el mismo flagelo visto desde diversos ángulos. Romina Arapeiz, integrante de la Comunidad Onkaiujmar Pueblo Nación Charrúa, que acaba de participar con muchas mujeres argentinas de una marcha hacia Buenos Aires bajo la consigna “Basta de Terricidio”, dice que son múltiples las expresiones de racismo en lo cotidiano. “Desde las palabras que utilizamos para descalificar al otro… hasta cómo nos pensamos como sociedad desde los estamentos estatales con su profunda violencia institucional”. Afirma que algunos funcionarios, docentes, ciudadanos, “siguen reproduciendo y fomentando el racismo y la ignorancia en relación a los pueblos originarios”.

“Nos consideramos una provincia blanca, gringa, de estirpe europea -agrega Arapeiz-, pareciera que por algún error convivimos con algunos seres con piel un poco más oscura, cabellos negros, y ojos rasgados, que son esa minoría de ‘negros’ que viven en las periferias y son fuente de delincuencia”.

La marcha de sanación pide que los crímenes contra la vida sean considerados de lesa humanidad y de lesa naturaleza. No ayer, hoy; no en China ni en Canadá: en la Argentina.

Se escuchan voces parecidas en la economía, la lucha ambiental, las asambleas, los centros de estudio sin intereses sectoriales. En Entre Ríos se da un combo de sistema capitalista + patriarcado + tala rasa + destierro de familias + hacinamiento + desocupación y precarización + contaminación del agua + contaminación y erosión del suelo + modificación genética de las semillas + uniformidad alimentaria + ataque a los embriones + dependencia de las multinacionales + connivencia de políticos con banqueros privados + colaboración con el fracking. Y todo ello multiplicado por el racismo. En ese mundo, la corrupción para sostener campañas electorales no es más que una herramienta de preservación del régimen. “Terricidio” han dicho las mujeres de las culturas ancestrales y en verdad que supieron resumir, en una palabra, el carácter del tercer milenio en toda la región.

Por grave que sea el diagnóstico, el poder occidental dominante no responde a lo que no reconoce como poder occidental, para darle la razón a Boaventura de Sousa Santos en su hipótesis del “pensamiento abismal”, que deja en un abismo lo que no encaja en sus casilleros coloniales.

Hay un color que puede confundir a las castas dominantes, y es que las víctimas del sistema (desocupados, marginados, desterrados, hambreados, presos), mujeres y hombres, no responden con un mar de lágrimas sino que siguen la vida y no se privan de celebraciones.

Los modos del racismo son distintos en cada país, como sus marcas. El tono de la piel no es la única. Pero un grupo de entrerrianos, con militantes de otras provincias y de países vecinos acaba de constituir la semana pasada una “Red contra el racismo y el genocidio del pueblo negro en Brasil”, con la certeza de que allí se expresa la segregación de un modo ultra violento, en sucesivos gobiernos. El entrerriano Marcelo Luna asegura que en el país vecino mueren por violencia más de 60 jóvenes negros por día.

 

Desde el aula

 

Un profesor entrerriano calificó de “antieuropeos” a vecinos de Paraná que señalaban el racismo del escocés David Hume y otros pensadores europeos que constituyen la delantera del pensamiento en las universidades locales, como padres del saber. Poco tiempo después, estudiantes de la Universidad de Edimburgo (Escocia) denunciaron lo mismo: el racismo de Hume. Y pidieron quitar su nombre de un edificio universitario. Las autoridades universitarias de allá decidieron eso, la torre David Hume pasó a llamarse 40 George Square. Para el cambio debió nacer el movimiento Black Lives Matter (las vidas negras importan) tras la muerte violenta de varios afroestadounidenses, el más mentado George Floyd, asfixiado en mayo de 2020 por un policía que le puso la rodilla en el cuello.

El ejemplo sirve para mostrar lo difícil que resulta, en un país colonizado como el nuestro, apuntar aspectos de esa dependencia racista, sea en los saberes, la economía o la política. El supremacismo blanco es aceptado en la Argentina y en Entre Ríos.

No sabemos que Hume haya mandado matar a los niños, como sí mandó Domingo Sarmiento, que en Entre Ríos, como en el resto de la Argentina, es llamado “padre del aula” y tiene monumentos, calles y escuelas por todos los rincones. Sorprende más aquí porque, como presidente, Sarmiento invadió y devastó esta provincia con acciones inconstitucionales.

Si alguien recuerda el racismo de Don Bosco lo acusarán de anticatólico, si analiza el racismo de Sarmiento será descalificado por católico, si admite el racismo de Rosas será mitrista, si reconoce el racismo de Mitre le dirán retrógrado. El racismo impregnó a casi todos los poderosos de la Argentina. Con excepciones que no alcanzan a revertir el flagelo.

 

Monumento al “educador”

 

El racismo es bien notable cuando un señor de peluca blanca enrulada contrata un barco para cargar cien personas de piel oscura, transportarlas y venderlas como esclavizadas del otro lado del océano. O cuando otro señor le marca la espalda a latigazos a su vecino. Con el paso de los años, esos modos frecuentes dejaron de ser rentables, entonces el sistema se hizo pródigo en sutilezas.

Habían pasado unas veinte generaciones de luchas violentas entre victimarios y víctimas, del año 1500 a fines del siglo XIX, cuando un intelectual muy influyente y luego presidente de la Argentina sugería el exterminio de pueblos ancestrales, incluyendo la matanza de las niñas y los niños, para evitar la propagación de razas dañinas. A veinte metros de la peatonal de Paraná, una escuela le rinde homenaje a ese prócer racista, y un poquito más allá, le erige un enorme monumento en la Alameda de la Federación. Todo un contrasentido. La educación racista de la Argentina cala hasta los huesos.

Naturalizar al racista es una obra perfecta de la educación. El secretario de la Unión de Trabajadores de la Educación, Eduardo López, decía en una entrevista que Sarmiento estaría con ellos en la lucha “más allá de que después él tenía una visión sobre civilización o barbarie”…

Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa calaña no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso. Su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado”. Ese es el prócer del sindicalista. “Las razas guaraníes, indios salvajes y esclavos que obran por instinto a falta de razón. En ellos se perpetúa la barbarie primitiva y colonial… Es providencial que un tirano haya hecho morir a todo ese pueblo guaraní. Era preciso purgar la tierra de toda esa excrecencia humana: raza perdida de cuyo contagio hay que librarse”. Racismo desbocado y genocida tras cuatro siglos de genocidio, y siempre con algún racista maquillado que rescata sus pretendidas obras de bien. De no ser por el supremacismo blanco, el sindicalista que lo quiere a Sarmiento entre los suyos reflexionaría un rato.

Racismo por la vía clerical y por la vía anticlerical, por derecha y por izquierda, en las canchas, en las escuelas. La Argentina, y nuestra provincia dentro de ella, padecieron esa guerra de pinzas.

A años luz de esas posiciones, Joaquín Lencina escribía en tiempos de Artigas, hace 200 años: “lo que soñó el patriarca te diré:/ el genio de una raza de volcán,/ mezcla de Tupacamaru el rebelde/ y del invencible Caupolicán”. Un negro de familia esclavizada le escribía al guaraní Guacurarí sobre el sueño de un criollo con referencias a quechua-aymaras y mapuches. ¿Dónde está el monumento al sabio “Negro Ansina” en Paraná? Sólo en nuestros anhelos.

 

La intelectualidad

 

No ignoramos las matanzas racistas de la línea Rosas-Mitre-Sarmiento-Avellaneda-Roca que fundó la Argentina moderna. Desde otras vertientes, Juan Bautista Alberdi principalmente, y también José Hernández de algún modo, abonaron el racismo. Ya en el siglo XX, las Ligas Patrióticas se presentaban tan xenófobas en la Argentina como en Chile, donde llegaban a marcar las casas de bolivianos y peruanos para violentarlos. Hoy mismo, los mensajes por las redes suelen reproducir sus axiomas.

La izquierda no le va en saga. José Ingenieros, intelectual influyente en la reforma universitaria de 1918, abogaba por “un socialismo aristocrático, donde los hombres física e intelectualmente superiores propendiesen a mejorar las condiciones de vida de los pobres, de la raza inferior".

Los hombres de las razas blancas… distan un abismo de estos seres, que parecen más próximos de los monos antropoides que de los blancos civilizados". Así pensaba el “maestro de la juventud”.

El racismo en la religión se nota en las cartas de Don Bosco desde Italia, en tiempos de “campaña al desierto”. Mientras los militares sostenían el genocidio de los pueblos del sur para luego concentrar estancias infinitas en pocas manos, Don Bosco llamaba a recuperar niños para “salvarlos”, con estos argumentos: “Solo a la Iglesia Católica le está reservado el honor de amansar la ferocidad de esos salvajes”. Y llamaba a “fundar colegios y hospicios en las principales ciudades de los confines, y rodear, por así decirlo, con estas fortalezas la Patagonia, recoger a los jovencitos indígenas en esos asilos de paz y de caridad, atraer principalmente a los hijos de los bárbaros o semi-bárbaros, e instruirlos, educarlos cristianamente; y luego, por su medio y con ellos, penetrar en aquellas regiones inhóspitas (...) y abrir así la fuente de la verdadera civilización y del verdadero progreso".

La enorme imagen del racista Bosco en el Colegio Don Bosco en calle Rosario del Tala, en Paraná, hace equilibrio con la enorme estatua del racista Sarmiento en la Alameda de la Federación. Bosco y Sarmiento dando el saber a los niños, notable coincidencia de religiosos y laicos en el exterminio.

Estamos apuntando expresiones racistas de influencia en su tiempo y en la posteridad, sin ignorar que el racismo enfermaba aún a algunos antiimperialistas; y que había otras personas de gran significación en la misma época que no caían en esos cánones. No sabemos, por caso, que Deodoro Roca, otro maestro de la reforma universitaria, haya entrado en descalificaciones racistas: todo lo contrario.

 

Genocidio hoy

 

El médico entrerriano Damián Verzeñassi sostiene que en nuestro país se ha instalado un plan “macabro y genocida”, con modos de producción “enfermantes” para destruir nuestros territorios con extractivismo y dominación de los pueblos a través de enfermedades, mediante la destrucción de la soberanía alimentaria.

El economista entrerriano Luis Lafferriere afirma que el actual es “un plan sistemático de concentración, saqueo y genocidio”. Y alerta, ya en el orden mundial, contra “operaciones que pueden provocar muertes masivas de millones de personas con nuevas herramientas. Esos objetivos neo-malthusianos surgen ante la evidente y creciente escasez de bienes indispensables para la vida, la contaminación sideral y la destrucción de ecosistemas que ponen en peligro la vida en el planeta. El actual orden social capitalista es genocida porque promueve por su propia dinámica procesos de genocidios de diversa índole”, asegura Lafferriere.

En sintonía con ambos, el peronista Jorge Rulli explica por qué la Argentina se desenvuelve en medio de un “genocidio alimentario”.

¿Cuántas violencias genera o fomenta el sistema? ¿Qué relación podemos establecer entre el sistema económico, los destierros, el hacinamiento, la desnutrición, la tuberculosis, las malformaciones congénitas, los femicidios, la violencia en las calles?  ¿Qué hacen los sectores dirigenciales ante estas denuncias? En el mejor de los casos: intervenciones ligeras, subsidios para algunas comunidades, y documentales sobre el terrible flagelo de la esclavización y el genocidio allá lejos y hace tiempo. Las acusaciones, por claras que sean, no encuentran mayor eco.

Las familias de tez morena no son las únicas que padecen discriminación aquí. Cada vez que Israel se enfrenta con algunos de sus vecinos, principalmente Palestina, aparecen en la Argentina las pintadas con cruces esvásticas y consignas. Muchas veces contra el gobierno de Israel, es cierto, pero con expresiones antisemitas. En Entre Ríos suelen registrarse agresiones en tiempos de cierta tranquilidad. Cementerios, sinagogas, escuelas, son principales víctima de los aerosoles, sea en Paraná, Basavilbaso, San Salvador, Santa Elena, Concepción del Uruguay, Villa Clara… En General Campos fue bien conocido el caso de una mujer que estampó una frase antisemita en una boleta de tasas municipales. En Concordia un estudiante se pavoneaba con un brazalete con la esvástica. Y estamos hablando de denuncias que se apilan en esta década.

Racismo, racialismo, genocidio, van de la mano en Entre Ríos como en la Argentina y se potencian mutuamente, desde hace siglos. No pocos historiadores de fama han colaborado. Un gualeyo decía que llegaban a su zona “personas con sus respectivos esclavos”, por caso. 

César Blas Pérez Colman afirma: "La total extinción del poblador aborigen permitió realizar la tarea de conservar uniformes e inalterables los caracteres sustanciales del pueblo español, dentro de sus más preciados atributos y virtudes, en términos tan completos como no es posible encontrar similares en ninguna otra Provincia argentina... La falta de población indígena colocó a Entre Ríos en una situación de privilegio... Es axiomático que las razas vencedoras no mezclan su sangre con las vencidas. Nada inferioriza más al hombre, ante el concepto social, que un matrimonio de ese género... Nuestro criollo es de pura sangre española... jamás en nuestra provincia los habitantes hispanos fundaron sus hogares con personas de raza negra o indígena". Un macanazo histórico, y con firma de autoridad.

 

 

Daniel Tirso Fiorotto – revista Análisis – junio 2021

 

 

 

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