El Dragón de Komodo que mordió a la Argentina no nos da respiro
La soberanía entra en riesgo y la tecnología pone sus robots al servicio de un sistema cruzado por la sangría de la deuda.
Tanto el gobierno y sus aliados como la pretendida oposición principal y
los suyos, todos ellos, son más o menos socios o simpatizantes de la economía
de escala y la producción al estilo Monsanto, es decir: transgénicos,
herbicidas y grandes máquinas. Y tienen o han tenido como claque a los
terratenientes y armadores de pooles, tratados con mano de seda por los
"grandes" medios masivos.
Políticos, empresarios, banqueros, medios... es una línea seguida por la
alta burguesía argentina y por las organizaciones del llamado "campo"
que poco tienen de campesinas.
Los sectores mayoritarios en votos y en poder económico no consideran (y
si lo advierten lo disimulan bien) que el sistema de escala nos empuja a la
ruina. ¿Por qué? Es que el país necesita generar puestos de trabajo y
distribuir su población con equilibrio, y este sistema contamina, expulsa y
amontona a las personas, con un sinfín de enfermedades sociales en sinergia.
El sistema da poco trabajo directo. Además, el país conserva maravillas
de la naturaleza como suelo, agua, clima, que el modelo está deteriorando, contaminando,
erosionando, a la par que aleja al ser humano de su entorno, lo encarcela.
Robots
o personas
A este diagnóstico se suma algo grueso: la tecnología apunta a máquinas
enormes autogobernadas. Sin trabajadores. Los semirrobots ya reemplazaron la mano
de obra en los últimos 70 años (con cinco obreros se realiza una campaña que
antes requería a 50). El siglo 21 nos amenaza con robots completos. Tractores,
cosechadoras, enfardadoras, todas máquinas autónomas, con piloto automático. A
este ritmo, avizoramos el país de los robots. Y para los humanos que se
resistan habrá robots, también, convertidos en armas letales con decisión
propia.
Esos robots inteligentes de la guerra fueron denunciados en las Naciones
Unidas porque se estima que serán más selectivos y nocivos que las armas
químicas, y por ahora nadie les pone freno. Estamos al borde de una dictadura
global, y jugando cándidamente con los imperios como si fuéramos pares.
Sin embargo, advertimos que los robots asesinos alarmarán al mundo
cuando los conozcamos mejor, y en cambio los robots de la desocupación entran
con el visto bueno, son como quintacolumnistas en nuestras sociedades. En las
fiestas patronales de nuestros pueblos agricultores desfilan los robots con los
que el gran capital nos convierte no ya en precarizados o golondrinas sino en
desterrados y hacinados.
Hambre
y sed
Economía de escala y robotizada, con un adicional: la deuda. La deuda
pública, más que un adicional es el fulminante. En estos días crece de manera
exponencial, con el riesgo de debilitar más nuestra capacidad de negociación.
Los gobernantes ven en el crecimiento a altas tasas una suerte de tabla
de salvación, con el auxilio de la inversión extranjera. Pero los que dudamos
de esas inversiones y de los beneficios del crecimiento (por su costo en
naturaleza, energía, futuro) no tenemos de dónde agarrarnos para ser optimistas
en este sistema.
Nosotros hablamos de campesinos, las multinacionales hablan de escala.
Nosotros de arraigo, las multinacionales de negocios. Nosotros decimos
biodiversidad, ellas dicen productividad. No hay punto de intersección. Ahora,
¿quién y cómo las enfrentará, con una deuda que nos tenga con el agua al
cuello? Ahí está el peligro.
Todos los gobiernos son cómplices de la alta deuda pública, sea porque
derrocharon, sea porque no investigaron (recordar causa Olmos), sea porque no
generaron herramientas para otro modelo posible y sí crearon las condiciones
para vivir del endeudamiento, ese anzuelo que aparenta estar atado a una tanza
interminable.
Como decíamos: endeudamiento y tecnología robótica son un combo
explosivo, para un país que necesita dar trabajo y sacar a millones del
hacinamiento, esa marca de racismo que enferma y mata.
Arturo Jauretche llevó a la fama la promesa de Nicolás Avellaneda, de
economizar sobre el hambre y la sed de los argentinos para pagar deuda externa,
como si la usura internacional tuviera algo que ver con la "palabra",
o con la bandera.
Pagar con hambre y con sed no es una metáfora: en la Argentina sucede.
Pero hay otros modos, como el destierro en vastas regiones para convertirlas en
zonas de sacrificio con vistas a cumplir con los acreedores externos; o la
entrega de la soberanía económica al permitir que los acreedores, en cada
negociación exigida por el estrangulamiento, decidan dónde invertir, qué
exportar o importar, cómo producir y con qué tecnología.
La Argentina se inclina por la "escala" para satisfacer las
demandas de las multinacionales y los acreedores y sus socios internos, y lo
hace sobre la expulsión y el hacinamiento de millones. Los desplazamientos son
fruto también de la colonialidad.
Lagarto
y saguaipé
La experiencia argentina nos invita a pensar que el sistema colonial no
da respiro: cada año exige un nuevo girón de soberanía, un nuevo debilitamiento.
El sistema actúa como ese Dragón de Komodo que muerde a la bestia en las patas
para enfermarla con una saliva anticoagulante que a su vez disminuye la presión
sanguínea, de manera que una vez logrado el tarascón le queda esperar tranquilo
que su víctima se desangre y se deprima.
El dragón imperialista actúa con distintas recetas, según la región.
Irak, Afganistán, Libia, Haití, son ejemplos recientes. Cualquier presidente
que hubiera hecho con un país occidental lo que le hicieron a Libia (hoy
destruida) sería declarado genocida y fusilado. Como fue contra el "tercer
mundo", y los responsables están en Europa y los Estados Unidos, les
otorgan el Nobel de la Paz. El dragón imperialista tiene paciencia, saliva y
coronita.
En la Argentina, la sangría se llama deuda pública. El desvío de
riquezas por esa vía equivale al estado de guerra. Es cierto que la guerra es
como un barril sin fondo, en cambio la deuda está más o menos acotada. Pero si
afrontar una guerra depende de muchas cosas imprevisibles, afrontar la deuda
con ánimo de pagar sin investigar ni repartir responsabilidades no parece
viable. "Es una ilusión creer que se puede salir del problema de la deuda
pagando", asegura en cambio el economista Esteban Mercatante.
Héctor Giuliano advierte: "Casi 3 de cada 10 pesos de Gasto Público
de la Administración Central van destinados al pago de los servicios de
intereses de la Deuda Pública" en 2018. Habla de la administración
central; respecto del presupuesto total, el desembolso por intereses de deuda
oscila en el 14%. Es mayor que la inversión en cualquier otro rubro.
Por eso se parece tanto a la saliva anticoagulante del dragón, o la del
murciélago vampiro llamado Desmodus rotundus que vive en los palmares
entrerrianos y dio origen al Drácula europeo. Claro que el Desmodus junta
apenas una cucharadita y comparte, mientras que los acreedores la juntan con
pala.
Dicen los estudiosos que los efectos de la mordida del Dragón de Komodo
(habitante exclusivo de la isla Komodo, de Indonesia) dependen del tamaño del
ejemplar. A nosotros nos atacó el dragón de la deuda, el más pesado junto al de
los misiles, de manera que vamos perdiendo fuerzas lenta e inexorablemente. Los
dos revolcones más cercanos: las 30.000 víctimas directas del terrorismo de
Estado, y la derrota de las Malvinas. Entonces entraron los gérmenes:
banqueros, petroleros, mineras, hipermercados, cadenas, sistema agrario con
herbicidas y transgénicos; privatizaciones fraudulentas, licitaciones truchas,
patria contratista, corrupción, y un abanico de privilegios internos de un
Estado con mordeduras de lagartos menores, no menos infecciosas, además de
vampiros y saguaipés.
Los
Churchill
Ahora veamos algunas manchas de la soberanía, cruzada por el sistema de
usura, y que cada cual haga su propia biopsia.
A-Deuda pública. He aquí la mordida mayor, madre de las infecciones.
Haber pagado intereses por más de 10.000 millones de dólares al año y sin
investigar el origen fraudulento de esa deuda no nos facilitó siquiera el
ingreso al financiamiento barato. Tomamos crédito caro y cuando nos vimos
estrangulados acudimos a prácticas de alto riesgo como el pacto con Irán en
busca desesperada de petróleo. Adiós soberanía financiera, adiós soberanía
judicial.
"No queremos seguir tomando deuda y obligar a nuestros hijos y
nietos a pagarla", dijo el presidente Mauricio Macri en el primer día del
año 2018. Sonó a sarcasmo. Él sabe que su gobierno está sostenido en el
endeudamiento. El gobierno confía en generar confianza (valga) para que un
crecimiento económico extra a mediano plazo, vía inversiones extranjeras,
permita atenuar el impacto de la deuda en el Producto Bruto Interno pero no
cuenta con la voracidad del capital (que el presidente debiera conocer mejor
que nadie), de modo que toda flexibilización laboral y garantía de ganancias es
poca. Falta que algún buen ministro repita a los capitalistas el famoso
"les hablé con el corazón y me respondieron con bolsillo".
B-Otra mancha de la soberanía: como pagar deuda ilegítima y tomar deuda
cara no nos alcanzó para cubrir el déficit, hicimos funcionar al límite la
máquina de los billetes, con un resultado obvio: inflación. Es decir: los más
pobres y los marginales de la economía informal como víctimas de los
desaguisados y del ataque neocolonialista. Resultado: el 50% de niños y jóvenes
bajo la línea de pobreza.
C-Para "salir" de situaciones similares (hiperinflación),
antes habíamos probado con privatizaciones y extranjerización de empresas del
Estado (mediante estafas con los títulos públicos). Bancos, ferrocarriles,
petróleo, aerolíneas, telecomunicaciones, siderurgia, y un largo etcétera. Aun
así, diluyendo la soberanía en activos del Estado nos seguimos endeudando.
D-Para generar confianza en los mercados juramos paz con Inglaterra,
firmamos tratados y destruimos nuestro potencial de defensa. Los acuerdos de
Madrid de Menem y Cavallo (febrero y diciembre de 1990) siguen vigentes a pesar
de la perorata de muchos. Ni aviones ni buques ni energía nuclear ni radares.
Esa pérdida de soberanía en tecnología no trajo beneficios. Nos declararon
débiles y en vez de recibir una palmada de aliento nos pusieron las botas sobre
la cabeza. ¿Acaso da resultados en la diplomacia internacional el jurar
debilidad? Los Churchill abuelo y nieto coincidieron, con diferencia de cuatro
décadas: la Argentina no debía ser potencia, y había que revolcarla en el barro
de la humillación.
El imperio inglés, con la venia de los simpatizantes locales, cumple la
meta a rajatabla. ¿No será el submarino otra humillación?
Amo
viejo y nuevo
E-Ya ahogados, tomamos las recetas coloniales por remedio: el
neoliberalismo. A las privatizaciones sumamos importaciones masivas de
mercancías industriales baratas para poder trocar por granos. Ellos con mano de
obra intensiva en las industrias, nosotros con economía de escala y actividad
primaria extractiva y contaminante. Así se voló la soberanía en materia de
industrias y mano de obra.
F-Para abastecer cantidades compramos también el sistema de agricultura
extractivista sin agricultores. Perdimos la soberanía del arraigo y el
conocimiento, y también perdimos la soberanía sobre las semillas, y las
semillas mismas. Monsanto patentó transgénicos y nos inundó con sustancias
químicas herbicidas, Cargill se encargó de las exportaciones. Diez empresas
controlaron la economía. También vimos disminuido nuestro potencial exportador
soberano. "Sobre el río Paraná tienen sus puertos Cargill, Bunge, AGD,
Vicentín, Dreyfus, Toepfer –Alemania-, Molinos Río de la Plata y Nidera. En los
sectores clave de la cadena agroalimentaria, especialmente en la exportación de
granos, la extranjerización es muy elevada", dice Esteban Mercatante.
G-En el comercio minorista, la inclinación ante los viejos y los nuevos
amos nos obligó a abrir las puertas a Walmart (EE.UU.), Carrefour (Europa) y
las cadenas chinas. Perdimos soberanía también en la diversidad de los
almacenes, las pymes, los boliches.
H-Esa pérdida de soberanía en diversos rubros (bancos exportaciones,
importaciones, comercio minorista, semillas, territorio, arraigo, transporte,
dragado y balizamiento, telecomunicaciones, etc) no se entiende desde la suma
sino desde la sinergia. Este es un punto esencial. Aquí se ve el producto final:
los capitales y las potencias se reparten despojos, y los poderes internos que
han servido a esas potencias se acusan mutuamente y tratan de sobrevivir
mediante la impunidad o el golpismo. Pérdida de soberanía en paz social o en
estabilidad institucional. Fragmentación.
Esa atomización social se ve potenciada por un sistema tradeunionista en
los gremios: compartimentos estancos. Allí cada cual cuida su chacrita, saca
provecho, asegura su feudo y abandona el común.
I-Endeudados, maniatados, divididos, escarmentados, desconfiados,
empobrecidos, enviciados en el consumo de chucherías importadas, y sin siquiera
un cuerpo de países amigos para salir del laberinto en bloque, las alternativas
que se muestran coinciden en una palabra: ajuste.
Sangría
La economía argentina necesita una atención propia de la economía de
guerra. Si es con deuda, no debiera ser con endeudamiento exterior. La razón
principal de esta necesidad es precisamente la sangría de recursos por el pago
de intereses de deuda pública. ¿Con qué consecuencias sobre las pymes, los
salarios, las jubilaciones, los proyectos, los precios, el empleo, los
servicios? Y no nos encuentra sólidos, pertrechados. Nada de eso: economía de
guerra, en una sociedad pobre y con tres vicios a la vista: el corporativismo
de la fragmentación, la inflación al acecho y la naturalización de los
privilegios.
Inflación 24%, pobreza 50% en los menores, privilegios para pocos, deuda
pública en más de 300 mil millones de dólares (casi 60 % del Producto Bruto
Interno, sin contar deudas provinciales), actividad económica contaminante,
pérdida de soberanía por varios flancos: un cóctel colonial.
Malvinas
Con las políticas aplicadas por el actual gobierno y los anteriores ni
siquiera llegamos a denunciar los tratados de Madrid para iniciar el camino de
recuperación de las Malvinas. Es un dato importante, porque la Argentina está
enferma de colonialidad, es decir: esa naturalización de modelos dependientes
en materia económica, cultural, social, educativa, tecnológica, etc. La colonialidad
es una continuidad del antiguo colonialismo, y la sufren muchos países del sur,
pero en la Argentina tenemos deudas pendientes aún con el colonialismo a secas,
o sea: una provincia ocupada por Gran Bretaña, como antes España o Portugal
ocuparon territorios del Río de la Plata. El Atlántico Sur y la Antártida
Argentina fueron asaltados por el imperio inglés. Con mil pretextos ya tomó 5
millones de kilómetros cuadrados aprovechando la debilidad argentina. No es
difícil palpar los efectos del endeudamiento y otros males.
Cualquier país puesto en la mira del colonialismo imperial, sea inglés,
estadounidense, ruso o chino, estará en problemas, pero convengamos que los
argentinos no podemos exhibir una política exterior coherente para luchar
contra la usurpación y eso, principalmente, por nuestra debilidad en todos los
flancos. De ahí que desafinara un submarino con su tripulación completa
patrullando el mar, y de ahí que nos preocupemos por la sangría del
endeudamiento.
Cuando decimos que el endeudamiento y la subordinación tienen
consecuencias concretas, miremos a las Malvinas, miremos la penetración de las
multinacionales, miremos nuestra ubicación en la división internacional del
trabajo como patrio trasero de los países industriales.
Deuda
desbocada
Dice Héctor Giuliano que en el presupuesto 2018 del Estado nacional el
principal gasto de la administración central será el pago de servicios de la
deuda. Ese rubro se lleva 28 pesos por cada 100 presupuestados, afirma. Pero
paga solo intereses, no paga capital, es decir, no achica, al contrario.
Los Kirchner llegaron al gobierno con una deuda pública de 150.000
millones de dólares y se fueron con una deuda de más de 250.000 millones de
dólares. Macri, al final de 2018, habrá sumado 120.000 millones de dólares más
en solo tres años de gestión, y con un agravante: en proporción aumentará más
la deuda externa que interna.
El gabinete económico quiere estabilizar el endeudamiento desde 2020. Lo
cierto es que la economía argentina está en rojo y se financia con un rojo
fenomenal, lo cual deja al país a merced de los caprichos de la usura
internacional. Aun pagando 21.000 millones de dólares este año 2018 (en un
presupuesto de 150.000 millones de dólares) no habremos saldado más que
intereses, pero es un decir, porque en verdad aumentará la deuda pública en
46.000 millones. No pagamos: seguimos emborrachándonos.
La Argentina es deficitaria por la deuda, y la deuda creciente es un
síntoma de colonialidad: atarse una soga y naturalizar el estado de cosas.
Estamos en un círculo vicioso, hipotecando el futuro. Los políticos lo saben y
no le buscan la vuelta. Unos dirán que ese es el plan, otros que el crecimiento
resumirá la deuda. ¿Alcanza con la fe?
La deuda pública argentina supera la mitad del Producto Bruto Interno.
Deuda de 300.000 millones de dólares, PBI de 600.000 millones de dólares, en
números redondos.
En Brasil es peor, supera el 75% del PBI, pero la comparación es
compleja: hay que ver cuánto de la deuda está en moneda extranjera, y si se
consolida a tasas fijas o variables. En cualquier caso, digamos que los socios
principales del Mercosur están jaqueados por igual, y que la falta de unidad
para la negociación sea con China o con Europa nos debilita más.
Conviene
desmarcarse
Desde la perspectiva de los saberes antiguos de este suelo, si los
políticos proponen como receta atacar la decadencia con crecimiento no parece
esa una salida sustentable, si consideramos que no hay un plan para superar la
contaminación sojera, y la fractura hidráulica que el sistema impone, por caso,
para obtener energía y exportar granos, o para liberar a millones del
hacinamiento y la desocupación.
Si el objetivo fuera la independencia, entonces habría que pensar en el
mejor aprovechamiento de las riquezas del país para generar fuentes de trabajo,
arraigo, alimento y techo. Más todavía en estos años en que el mundo zozobra y
conviene desmarcarse. Entre nosotros, quitar la tierra, por caso, de los
ámbitos de la especulación y la acumulación de unos pocos, es una vía necesaria
y urgente en la Argentina, so pena de entrar en un callejón sin salida.
La sangría de la deuda nos exige una economía de guerra. ¿Por dónde
empezar?
Daniel Tirso
Fiorotto. UNO. Domingo 07 de enero de 2018.