El canto paranasero abraza a la juventud, de costa a costa
La cuenca como fuente y como destino musical en el litoral, desde una juventud que reconoce artistas y obras como eslabones de una cadena, de costa a costa.
Desde su misma
designación, el canto paranasero desmiente fronteras caprichosas y fogonea
vínculos, tanto por la vía del arte como por la cuenca que es una red inmensa y
siempre renovada donde el arte fluye, como la vida. Y el Movimiento De Costa a
Costa le devolvió su lugar días atrás, esta vez con Claudio Monterrío en
el centro.
Por canto y por
paranasero, este mundo musical que no reconoce en el río un límite celebra la
cultura en el paisaje, celebra la simbiosis.
Quien viva, trabaje, cante en Santa Fe, en Entre Ríos o en cualquiera de
los territorios que dan al Paraná o a sus afluentes por oriente o por
occidente, entra en este ámbito, un continente donde se advierte sin esfuerzo
cuál es la médula: el agua. Y con el agua los pueblos y sus oficios y sus
luchas y saberes; el monte ribereño y el espinal y un sinfín de especies
entrelazadas. Todo resumido quizá en un sencillo chamamé que pregone: “Tiño mis manos de azules, pinto mis ojos de verdes, lleno mi boca
de grillos: por Santa Rosa me voy a río”. O en otro premonitorio: “Por el río me voy, con la lluvia vendré a besarte los ojos para el
amanecer”, como reza una de las obras más sentidas de por acá,
coreada por multitudes: “Nuestro sueño y la distancia”.
Monterrío en el centro
Con sus 86 años, el artista paranasero Claudio Monterrío mostró a la
juventud sus nuevas composiciones en guitarra y se explayó en anécdotas que
enhebran las costas. Nacido en Santa Fe, por ejemplo, debutó como solista en LT
14 de Paraná gracias al empujón que le dio Linares Cardozo. Eso contó en la
Escuela Hogar. En un acierto más de una generación de artistas que madura en el
diálogo y el intercambio, el Movimiento de Costa a Costa realizó su encuentro
número 19 y en esta ocasión para evocar el canto paranasero, con la presencia
de importantes compositores e intérpretes alrededor de este emblema del
litoral: Monterrío. El compositor brindó chispazos de su vida y su relación con
el paisaje y la música junto a un centenar de artistas llegados de distintos
puntos del país. Recordó que antes de lanzarse al desafío del canto solista en
compañía de una guitarra de excepción participó en los años ’60 del grupo Los
Paranaseros, vara alta para la juventud que se anima a los escenarios. En diálogo con los periodistas Soledad
Castañares y Lautaro Alarcón, el autor de la inolvidable polca “Itá enramada”
(junto a Alfredo Carrió) explicó que con el tiempo advirtió él mismo que sus
artes estaban siempre ligadas al río, al agua, lo cual justifica, por si
hacía falta, su nombre artístico.
Minga, infaltable
Al lado de Monterrío, el periodista Franco Giorda presentó seis
cuadernillos con entrevistas a personajes de la región ligados al río. Un
resumen delicado de la vida en las costas donde no falta, claro, Dominga Ayala
de Almada, la Minga. Y como todo en la cuenca tiene que ver con todo, ahí la
relación lógica: Monterrío mostrando su voz, su guitarra exquisita desde
Paraná, con el envión del mismo Linares que había “descubierto” en la costa a
una madre meciendo a su gurisito en la cuna de sauce, la Minga. Fue el paceño
quien la pintó en Puerto Sánchez y le dedicó su “Canción de cuna costera” para
la eternidad.
En
la serie de entrevistas de Giorda y Pablo Russo aparecen el balsero del arroyo
Las Conchas Carlos Cardenia, Calucho; el baqueano del río Luis Romero, Cosita;
la deportista Micaela Maslein; el pescador Fabián Ibarra, el Indio; y el buzo
Hugo Centurión. Todo producido por el grupo “170 escalones”.
Diálogos breves de lectura rápida que van directo al corazón. Son las vivencias
que dan tela al canto paranasero, claro está.
Con el formato de sus reconocidos programas radiales, y bajo el nombre
“Charla costera”, Alarcón y Castañares mechaban diálogos con las cuerdas en
vivo de Maru Figueroa, y los contrapuntos en piano y flauta de Chela Martínez y
José Bulos. Eso fue en la Escuela Hogar, pero el encuentro duró tres días, y
hubo lugar para las danzas, el teatro, los acordeones, las guitarras, las
voces, las composiciones clásicas y las nuevas, y los ensambles que constituyen
la excusa principal de las reuniones desarrolladas por De Costa a Costa dos
veces al año, en Concepción del Uruguay y Paraná. Por allí andaban Facundo
Torresán, Ángel Caballero (el Zurdo de las dos hileras), Marcia Müller, Martín
Aldeano, en fin; Silvina López, que venía de un recital inolvidable dedicado a
Eduardo Falú. Cuánto talento reunido, y cuántas actuaciones que se nos escapan
porque nosotros participamos nomás de un rato.
La mirada de cuenca
El Movimiento De Costa a Costa tiene la decisión de abordar temas desde
distintos ángulos, de manera integral, y además de preservar las expresiones
auténticas se empeña en cruzar generaciones, ritmos, romper fronteras, toda una
actitud que no cuadra en las miradas clásicas encerradas en compartimentos
estancos.
Días atrás, el periodista Osvaldo Bodeán abordó el problema del
narcotráfico en Concordia, con la participación de sicarios “baratos”
dispuestos a darle bala a cualquiera a cambio de algunos gramos de la sustancia
que los tiene atrapados, en un círculo vicioso que obviamente lleva a la
violencia y la muerte. ¿Qué tiene que ver con el arte? Veamos: allí señaló el
error de reducir el problema a un asunto “policial”, y agregó: “puede que
resulte impostergable, casi de vida o muerte, un enfoque de ‘desarrollo
integral’, que revise la siempre mentada ‘matriz productiva’, las políticas de
empleo y oficios, la educación, el acceso a la salud -especialmente la salud
mental-, la seguridad desde una mirada amplia, las políticas demográficas que
están despoblando el campo y hacinando gente en los conurbanos, el acceso a la
vivienda y a servicios esenciales, etc.”.
Bodeán apuntó así a
la necesidad de observar los problemas con amplitud de mira, atendiendo a las
causas, a las mil variables que suelen juntarse para desembocar en hechos de
gravedad, y que deben ser desmanteladas si en verdad queremos superar el
problema.
Vale la mención, porque el mundo de las adicciones y la delincuencia es
el mismo mundo del deporte y el arte, del fútbol y la canción, de manera que
esa mirada holística que reclamó Bodeán nos permite ver la relevancia de estos
encuentros encarados por los artistas, como los del Movimiento de Costa a
Costa, para aceitar las relaciones, visitar lugares, estimular el conocimiento
mutuo, abrirnos a otras maneras de pensar, alumbrar caminos posibles; para
señalar testimonios aquí y allá, de artes y artistas que nos preceden, o que
están al lado nuestro y solemos tratar con indiferencia.
Encuentros, al fin, con todo lo que significan: abrazos y diálogos
demorados, anécdotas, intercambios de saberes, de libros, de temas musicales, y
momentos para escuchar, para tocar algo juntos, para cantar como cantaron en la
Escuela Hogar, al unísono, “Madrugada del pescador”, de Polo y Miguel Ángel
Martínez. “Hermano del corto sueño y de la esperanza larga”. No
podía ser de otra manera si su autor, el Zurdo, fundó con otros hace años el
encuentro de artistas por el canto paranasero para dejar un legado por
convicción, porque Martínez fue y es un puntal en la amistad a dos orillas, sea
con santafesinos, orientales, correntinos, misioneros, y para qué seguir.
El canto paranasero tiene vertientes diversas y momentos únicos, pero en
el fondo hay una genuina actitud artística, poética, musical, de largo aliento,
con una mixtura de académicos e intuitivos que le da carácter. Por eso esta
movida puede reconocer la guitarra de Ernesto Méndez, la canción de su padre,
Jorge Méndez, por dar un ejemplo, y con nombres clásicos al modo de los ángeles
tutelares como los de Chacho Müller, Ramón Ayala, Walter Heinze, Linares Cardozo,
Remo Pignone, Aníbal Sampayo, los Martínez, junto a la voz de una Ramona
Galarza, la novia del Paraná, o de la malograda bonaerense santafesina y
posadeña María Helena, inolvidable; o las interpretaciones de las más cercanas
María Silva en el canto, Miriam Gutiérrez en el bandoneón, por nombrar un
puñado entre cientos de artistas de ayer y de hoy que están presentes en el
canto paranasero, a veces con un dejo de angustia como ocurre con aquellos que
entregaron su vida al Paraná en la Tragedia de Bella Vista hace tres décadas. “Musiquero que te fuiste por la senda azul del agua”.
Nunca un apellido gringo como el de los hermanos Sheridan suena tan pero tan
criollo y hondo y chamamecero en esta cuenca.
Guaraní y charrúa
En los talleres de ensambles, avezados músicos que dan cátedra en la
universidad conversan con jóvenes y no tan jóvenes abiertos que interpretan
temas del cancionero en grupos, sobre el tema de cada reunión, en este caso: el
canto paranasero. Como la movida cobró fuerza a partir del Zurdo Martínez, los
organizadores nos invitaron a unas palabras sobre este artista de excepción, y
lo primero que nos vino a la memoria, en presencia de Claudio Monterrío, fue la
mención repetida de su nombre en la casa de Martínez, entre los clásicos del
litoral, cuando nos hacía escuchar, hace varias décadas, al grupo Los
Paranaseros para demostrar que el cancionero en esta región no es para
improvisados.
El canto paranasero no tiene comienzo ni final a la vista. Cómo
dilucidar la influencia de antiguos ritmos de este suelo, o de África y Europa,
en nuestro cancionero actual.
En las letras, lo mismo. La juventud sabrá que un Juan Baltasar Maziel
describía desde Santa Fe el surgimiento del gauchaje y podía empezar un poema
con el clásico: “Aquí me pongo a cantar/ debajo de aquestas
talas”, inaugurando la poesía gauchesca que un siglo después
llevaría al pináculo José Hernández en El Martín Fierro. Hernández escribió un
poco acá y un poco en el exilio, tras ser derrotado junto a los demás
jordanistas en la guerra entrerriana. Para entonces ya se conocía la Oda al
majestuoso Río Paraná de Manuel José de Lavarden que hablaba de juncos y
camalotes (“Augusto Paraná, sagrado río/ primogénito ilustre del océano…/
desciende ya dejando la corona/ de juncos retorcidos, y dejando/ la banda de
silvestre camalote”). Hace siglos que se viene cultivando la poesía
y la música para entregarnos el canto paranasero. Como Lavarden, otro clásico:
Martín del Barco Centenera, que en su poema La Argentina dio nombre al país, en
la cuenca, por adjetivar al río y a sus habitantes costeros, todos argentinos.
“La gente que aquí habita en esta parte/ Charruahas se dicen, de
gran brío,/ a quien ha repartido el fiero Marte/ su fuerza, su valor y
poderío./ Lleva entre esta gente el estandarte,/ delante del Cacique, que es su
tío,/ Abayubá, mancebo muy lozano,/ y el Cacique se nombra Zapicano”. “A cien
pasos (que es cosa monstruosa)/ apunta el Charruaha a donde quiere,/ y no yerra
ni un punto aquella cosa/ que tira, que do apunta allí la hiere”.
Las
letras de nuestra literatura conversan desde antaño con el charrúa, y el
cancionero recupera expresiones del guaraní: no son pocas las piezas completas
en ese idioma de la cuenca. Los pueblos ancestrales y las expresiones de la
naturaleza han estado presentes desde hace mucho y están hoy. Y con ellos las
condiciones de nuestros pueblos, la vida comunitaria, la generosidad, el
arraigo, la actitud para la resistencia a tantos embates.
Por algunos caminos insondables nos llegan esos aires. De ahí que hemos
visto una manifestación genuina de este universo en el Zurdo Martínez, por eso
de dejar las puertas abiertas, de escuchar las aves, de remar hacia la isla ida
y vuelta y compartir con la familia pescadora; de superarse día a día en las
artes, de entregar al pueblo lo que merece, o sea, lo mejor, como manda
Yupanqui; y difundir las obras de sus pares, y sostener ideales por la
independencia. Ese “mundo zurdeño”, que recupera y teje relaciones de la
familia humana con el resto de la naturaleza, es el que recuperó sus colores
esta semana pasada.
Sirva de introducción para meternos sin prejuicios en el canto
paranasero. No hay más camino que escuchar a los artistas, sus letras, sus
voces, sus melodías, sus silbidos, sus ensambles, sus mensajes que tienen en la
cuenca al mismo tiempo una fuente y un destino.
Daniel Tirso Fiorotto
- UNO - Martes 17 de Julio de 2022