Un concierto para reivindicar la banda, con el sello de Karel
En la vida como en el escenario, una vocación por el trabajo en grupo y por valorar las honduras de lo que está a la vista, a veces menospreciado. Aquí el alma mater de La Nave del Regreso, que aterriza en la Vieja Usina, este viernes 24.//
Visitamos a Karel Fleites
en su casa del barrio Los Zorzales, en Colonia Avellaneda. De entrada nos
sorprende su rara manera de parquizar: este cubano ya aquerenciado por asuntos
del corazón busca chilcas, las menospreciadas y combatidas chilcas, y las
planta de adorno en su bello hogar, frente a la placita.
Allí se las ve
florecer sanas, hermosas, con tintes lilas. Luego advertimos que en el jardín
aprovecha la flor morada que es plaga en la zona, y deja que florezca en el
centro. Su intervención radica, pues, en no intervenir, en mirar con asombro lo
que entrega la naturaleza.
Contra la tendencia a
plantar exóticas y erradicar lo nativo, viene este cubano libre de prejuicios y
entrega los mejores lugares a las flores sin estatus. Hay que ver cómo lucen.
Emprendedor todo
oficio, levanta paredes en su casa, realiza terminaciones en madera, y se
prende en largas disquisiciones en torno de su patria natal, con ese acento
singular que uno le reconoce a dos cuadras.
En verdad que el
lugar promete: plaza amplia cruzada por un arroyito, un marco inmejorable para
lo que vinimos: a hablar de música. Y es que pronto podremos escuchar del
cubano y su grupo una nueva propuesta llamada “Karel Fleites y La Nave del
Regreso”. El concierto será este viernes 24 de noviembre en el Centro Cultural
La Vieja Usina de Paraná, y en verdad que invita, con un repertorio propio y lo
que más busca este artista nacido en la mítica Santa Clara: una sonoridad
propia.
Sin patrones
Karel y su colectivo no
están ceñidos a un esquema. Escuchemos cómo lo explica. “No tengo muchos
patrones si bien tengo muy marcada la influencia rockera y de música que en
algún momento fue underground (a contracorriente), que arrastro desde la adolescencia.
Realmente no estoy bajo ninguna estructura ni siento la presión, llevo más de
15 años haciendo canciones, entonces esa etapa la pasé. Hoy no tengo complejo
de fusionar con otra cosa o de aventurarme a probar otras cosas. Cada vez
intento salirme un poco de las canciones que ya hice, de hacer canciones
nuevas, descubrir nuevas cosas, es un proceso que sale de a poco. Lo que tiene
que ver con la música andina, lo que voy encontrando, de nuevas claves como la
del candombe, que se parece mucho a la cubana. Es muy curioso: tanta lejanía
aparentemente y de pronto encontrarse tan lejos una clave tan parecida a la
cubana; no tengo ningún patrón que me arrastre a cumplir con cierta sonoridad,
con cierto circuito de escuchantes. Ni siquiera pienso en eso”, insiste.
Gustoso de las
músicas del mundo, tiene sus preferencias. “Uno sí tiene sus gustos musicales y
sabe cómo quiere que suene la música, siempre está el rock, un poco del blus y
del pop con un poco de esa forma de palabreo rapero, en algunas canciones, y
también puede haber canciones muy íntimas, muy personales, entonces el formato
se mueve a partir de todo eso”.
“Estamos tratando
incluso de encontrar una dinámica entre esas canciones porque la banda suena
fuertísimo, es una patada por la cara, y estamos tratando de dar lugar a los
momentos de intimidad, esa posibilidad de quedarme solo con la guitarra, la
banda lo está acompañando también. De a poquito vamos mezclando las
herramientas sonoras que conseguimos”.
La composición
Lo mismo que en la casa,
su estilo musical: tomar lo que llega o
se busca, sin miramientos, y darle su espacio; apreciar la belleza donde otros
pasamos de largo.
“Eso de viajar, salir
de Cuba, haber estado en Europa, en la Argentina, en Brasil; vas viendo esa
amalgama de ritmos, melodías, armonías, está buenísimo. Ojalá uno pudiera
abarcar todo eso y juntarlo rápido, lo que pasa es que no es lo mismo ser un
instrumentista que ser un compositor, que también se rige por otra onda. Para
mí la canción es muy importante, y lo que estoy diciendo es importante, no es
que hago una melodía y la completo con una letra. Primero construyo sobre lo
que quiero decir, tengo un desahogo en el papel y eso después trato de
musicalizarlo; o es un 50 y 50; hay veces que una melodía me sugiere qué
escribir. Voy jugando con eso. Y hay cosas que a lo mejor no caben”,
reflexiona.
¿Qué es lo que no
cabe? “No soy bueno para hacer música bailable, música alegre, es algo que no
me sale. No está en mi cabeza, siempre voy a las cosas más íntimas, o a las
cosas sociales; me influyen mucho la situación de los pueblos, los lugares
donde estoy, lo que vive la gente todos los días, y tiendo a tener una mirada
más sobre lo sufrido que sobre lo alegre. Creo que es más fácil ver las cosas
lindas, hacer la vista gorda; capaz que es algo que hacen los seres humanos
también como para protegerse un poco. Tiendo a ver más la tristeza, el
sufrimiento, que no la alegría; o irse a bailar a un lugar, eso no me transmite
nada. Si no me transmite nada, es difícil que yo pueda transmitir después. Creo
que lo más puro que uno puede regalar es su sentimiento, y plasmarlo en el
papel; después eso es acompañado por una armonía, que es la que lleva. Es
difícil hablar de un tema preocupante sobre un ritmo bailable”, se explaya.
“Voy tratando de ser
lo más sincero que puedo conmigo, y así me aseguro de ser totalmente sincero
con la gente. Siempre quiero encontrar más, no me quedo en el molde. Es un
proceso que se da con el tiempo y uno va aprendiendo”.
La banda, siempre
Karel Fleites se
siente cómodo como solita, disfruta de cierta tecnología para jugar con acompañamientos a solas, pero
su mundo es la banda. “La Nave del Regreso surge a principios de 2023 como una
necesidad mía de compartir mi música con otros; si bien puedo hacer la música
en un formato más íntimo como cantautor, andando por ahí con la guitarra, la
idea de compartir, de pertenecer, es una necesidad; eso de estar incluidos, de
andar en manadas, en tribus; la nave, o la banda, siempre representó eso. Tener
mi tribu, el lugar donde compartir lo que amo, que es la música, con otras
personas. Aprendí a hacerlo así desde chiquito. Tuve esa suerte, desde que
comencé: hacer la música en banda. Mi primera tribu musical fue mi papá tocando
con mi hermano; entonces en mi casa siempre las fiestas fueron de juntarse con
la guitarra, y como son las mismas canciones todos los años, terminamos
cantándolas todos. Tengo un recuerdo muy lindo de eso. Siempre lo disfruté”.
El cubano se detiene
en esta compulsión a actuar en grupo, y de manera espontánea trata de
comprender y explicar. “El concepto de banda es trascendente, es el lugar donde
poner tu amor y ver que los demás también lo hacen. Un punto de encuentro. Es
impresionante, en la música como en cualquiera de las artes. La música está a
mano y es entendible para la gente que la quiere mucho, y para aquellos que no
conocen tanto; hay muchas músicas, se hacen de diferentes maneras, hay distintos
sentimientos; es una ventaja que tenemos los músicos si sabemos transmitir lo
que tenemos adentro, lo más sincero de uno. Después queda encontrar a la
persona, al escuchante que te logre entender, o se logre identificar de alguna
manera”.
Hacia el viernes 24
Los navegantes de La
Nave del Regreso son Karel en guitarra y voz, Seba Gómez en bajo y coros, Alejandro
Bravo en guitarra y voz, Germán Rolón en batería, Leylén Pérez en los coros, y
en el desembarco en la velada de La Vieja Usina este viernes 24, un invitado
especial: Leo Riggio y su banda.
—Contanos cómo suben
a “La Nave”.
— Cuando llego a la
Argentina es como un nuevo comienzo, recontra difícil para mí, no conocía a
nadie, no conocía circuitos de músicos. Sebastián Gómez, el bajista de La Nave,
creo que fue el primero que arropó mis canciones, le dio ese interés, y si bien
estuvimos un tiempo tocando en un formato pequeño, los discos que yo tenía
editados venían con una sonoridad potente, de banda, y teníamos la necesidad de
encontrar un sonido que no teníamos, no podíamos disponer de esa
instrumentación. Entonces nos decidimos a conformar la banda, empezamos a
buscar músicos que más o menos fueran contemporáneos con nosotros, que tuvieran
la misma mirada; es difícil, la música también cambió. La forma de hacer música
cambió. La gente que tenemos treinta y pico y cuarenta años somos una
generación que todavía hicimos música de una manera diferente. Hoy la música se
hace muy rápido, las agrupaciones le dedican poco tiempo a hacer música y mucho
más tiempo a la producción, como que todo se posproduce en un estudio de
grabación, y nosotros queríamos ir más a la cosa tradicional, dos o tres horas
diarias en una sala, sudar ahí, encontrar el sonido, darles a las canciones lo
que necesitaban.
—Y empezaron a
buscar.
—Debíamos elegir bien
quién iba a pertenecer, fuimos dando vueltas, encontrando los miembros poco a
poco, se nos unió Alejandro Bravo que es un excelente guitarrista de blus, con
una sonoridad, un tipo con tremendo oficio; entre él y Seba Gómez que tuvo
muchos años una banda que se llamaba La Rocka, viene más de la onda del rock
metal, pesado, un músico de vasta experiencia que ha abierto su mirada; creo
que nos pasó a todos, todos tuvimos etapas musicales. Así fuimos armando. Luego
se nos unió Lala, Leylén Pérez, en la batería. A mí me encantaba también que
fuera una mujer porque le daba un color, se podía utilizar su voz, además de
ser una excelente baterista un poquito más joven que nosotros. Es muy
provechoso para todos. Con arreglo vocal, que siempre me interesó. Y empezamos
a meternos en el armado…
Largo sería entrar en
detalles sobre las carreras de la banda subida a La Nave del regreso. Nada
mejor que escucharlos este viernes que viene.
Dentro de su vida “en
manada”, Karel Fleites integra un movimiento musical cubano llamado La
Trovuntivitis. SPOTIFY: https://spotify.link/uPwIZTO6byb
YOUTUBE: https://youtube.com/@karelfleites3688
Sus discos: Asunto mío, Koje un pedacito, El
gran basurero, Plantar los pies, La Trovuntivitis.
Daniel Tirso
Fiorotto. UNO. Noviembre 2023