Otra mirada del globo terráqueo desde las lomadas de Victoria

Una intervención gráfica para revertir el supremacismo del Norte sobre el Sur. Rubén Tealdi propone cambiar una imagen para compartir el arriba y el abajo, y no eternizar la preeminencia de los países poderosos.//

  

¿Puede una imagen modificar nuestra visión del mundo? Por supuesto. Los planisferios usados por cuatro siglos y medio en la navegación y luego en la educación formal sirvieron en su momento, pero son un engaño: distorsionan los espacios reales de los países y los continentes.

La diferencia del planisferio creado por el cartógrafo Gerardus Mercator con la superficie del planeta es abismal, y la mayoría de los argentinos hemos crecido en ese artificio visual, mirando la enormidad de los Estados Unidos, Rusia y Europa, como en los dibujitos en que aparece un monstruo gigantesco que en verdad es la sombra de una lauchita alumbrada de abajo.

A eso se suma una convención cultural fogoneada por el mismo Mercator: colocar el norte arriba y el sur abajo. Lo cual coincide en gran medida con los países colonialistas arriba (norte rico) y los países colonizados abajo (sur pobre). Pero no deja de ser un invento nomás, naturalizado. Nada en la naturaleza dice que el norte deba estar arriba o el sur abajo.

Rubén Tealdi es un artista de la ilustración, la fotografía y la publicidad, con una conciencia de la armonía y la equidad contra la violenta división del mundo entre el Norte omnipotente y el Sur sirviente.

Recorriendo sus viñedos en las lomadas entrerrianas de Victoria, este rosarino cultivó con las parras esta idea sencilla y honda: acostar el globo terráqueo. En la imagen, claro, que es su especialidad, no en la realidad, donde el mundo no tiene un eje de rotación horizontal ni vertical.

 

Lo dice el cancionero

 

Para comprender la magnitud de la propuesta empecemos por estos versos de José Larralde en su chamarrita Fogonera: “Qué grande se ha hecho la franja entre el arriba y abajo”. Se refiere a las clases sociales pero bien se entiende también en la división del mundo. El arriba es en nuestra interpretación occidental la riqueza cercana al cielo, el abajo la pobreza lindante con el infierno.

Además de atacar esos prejuicios, Rubén Tealdi sugiere quitarles razón de ser, es decir: eliminar el arriba y abajo en la cartografía, o mejor aún, hacer que todos estemos un rato arriba y un rato abajo, alternándonos.

Es un modo, claro, de señalar por otras artes lo que Mario Benedetti escribió en el Cielito del 69 y Los Olimareños llevaron a la fama: “Cielito, cielo que sí, cielo del 69, con el arriba nervioso y el abajo que se mueve”… Un tema que bien pudo inspirar a Tealdi en sus versos culminantes: “Cielito, cielo que sí, cielo lindo, linda nube, con el arriba que baja y el abajo que se sube”.

Con esto decimos que el arriba y el abajo están muy presentes en nuestra conciencia y en nuestras luchas, y se expresan con claridad en la relación Norte Sur con el Norte pegado arriba y el Sur pegado abajo, un capricho. Al punto que muchos han propuesto invertir el globo y han presentado, principalmente en encuentros indígenas, el Abya yala (América) de un modo que, ante la mirada clásica, parece patas arriba.

Veamos cómo explica Tealdi este cambio, recuperando el valor de la imagen. “Hasta hace unos años fui publicista, profesión que seguirá apasionándome toda la vida. Creo profundamente en la comunicación y particularmente en la imagen. Globequity es una idea que propone un cambio de paradigma. Y en ella se muestra la potencia que tuvo desde siempre la imagen, ya que desde que se sabe que la tierra es una esfera, la manera de plasmarla fue deliberadamente impuesta. Aquellos quienes lo decidieron conocían perfectamente la fuerza de la imagen plasmada y de la palabra escrita”.

 

La potencia de la imagen

 

Y sigue Tealdi: “Quienes decidieron ubicar el mundo tal como actualmente lo vemos, tenían en claro el dominio que ejerce la imagen. Así como está nos ha llevado de las narices durante cientos de años sin que podamos advertir las diferencias que ha provocado en el imaginario de la humanidad: sentirnos unos superiores a otros”. Entonces el estudioso se pregunta: “¿Queremos un mundo mejor para todos? Así como suena creo que no. Muchos creemos que es un deseo lógico, humano. Lo repetimos en cuanta ocasión encaje decirlo, y hasta le ponemos un tono algo sentido. ¿Pero de verdad lo queremos? Insisto, creo que no. Hago el ejercicio de ponernos a todos en línea. Puedo ver en uno de los extremos a los que de verdad lo quieren y hacen algo por una humanidad mejor. En el otro, a los que, por el contrario, todo lo destruyen hasta de la manera más atroz”.

Luego agrega el rosarino: “¿Por qué se determinó posicionar el eje de rotación de manera vertical, estableciendo una parte superior y una inferior rotando sobre él? Así, lo que está arriba estará arriba eternamente y lo que está abajo seguirá abajo por los siglos de los siglos. Y por si no quedaba claro, trazamos una línea para dividir lo de arriba con lo de abajo. Debe haber tantísimas razones científicas y sobre todo culturales que podrían intentar avalar ese punto de vista pero ninguna podrá justificarlo. Al parecer -añade Tealdi- fue sólo la decisión de unos que no imaginaron ver la tierra desde el espacio, sin arriba ni abajo ni izquierda ni derecha. Pues bien, no importa quiénes ni por qué. Importa que sí podemos reemplazar esa posición del mundo, evitando vernos siempre unos arriba y otros abajo. ¿Es posible?… Sí ¡absolutamente! Es apenas girar la imagen de nuestro planeta hasta posicionar horizontalmente el eje de rotación. Si acordamos universalmente esta nueva posición, por rotación de la tierra, todos estaremos unas horas arriba y unas horas abajo. Como podemos ver, con sólo girar 90º la imagen de nuestro planeta habremos establecido otra manera de vernos pero fundamentalmente de relacionarnos”.

 

Dos distorsiones

 

Como bien dice Tealdi, el eje vertical de rotación es una convención cultural, podría ser horizontal sin problemas, entonces superaríamos con una imagen la discriminación negativa que sufren los habitantes del sur global.

Y ese eje vertical se suma a un error en la cartografía que dio dimensiones extraordinarias al hemisferio norte, al punto de mostrar ante los ojos una distorsión total.

A propósito, el 22 de julio de 2018 publicamos una interpretación de ese colonialismo cartográfico bajo el título: “El Norte deforma el mapa y nos ningunea con rigor científico”.

Allí explicamos con un ejemplo: tenemos en las manos un planisferio de uso escolar, del tamaño de un cuaderno. En el extremo austral medimos a la Argentina en su ancho mayor: 1 centímetro, y de norte a sur 2,5 cm. Ahora nos vamos al norte, medimos la isla de Groenlandia. Ancho, 3 cm, alto 4 cm. Es decir: caben cinco argentinas dentro de Groenlandia. Sin embargo, el territorio de nuestro país es mayor que la isla del norte. La desproporción es asombrosa, y se sabe, pero la seguimos enseñando como científica a los alumnos en nuestras escuelas.

Groenlandia traiciona al hemisferio norte por demasiado evidente, y se convierte en delatora del engaño de los planisferios más divulgados en la colonizada escuela argentina.

Y bien: si recuperamos en la imagen las medidas reales de nuestros continentes y países, y al mismo tiempo colocamos el eje de rotación de modo casi horizontal estaremos generando conciencia sobre dos engaños a la par, que han tergiversado por siglos nuestra concepción del mundo. La potencia de esa nueva imagen ayudará a comprender mejor el mundo que habitamos.

 

El giro de Tealdi

 

Conocimos a Tealdi a través de una entrevista de Egidio Luis Jacobi en Paralelo 32. Allí nos impresionó esta respuesta: “Si salimos al espacio exterior no existe arriba, abajo, norte, sur, no existe. Nada de eso existe. Pero nosotros lo vemos así, desde hace cientos de años nos lleva de las narices esta imagen y tiene que ser así. Claro, tiene un sentido el consensuar que todos lo veamos así, para que todos lo veamos de la misma manera, para que la navegación sepa o acuerde cómo son las orientaciones, y eso está bien pero es un acuerdo y no se ha pensado en las dificultades que podría provocar, en cuanto a esto de que están los superiores y los inferiores, los del lado del cielo y los del lado de infierno. Solo propongo girar la imagen, es decir girar la manera de verlo”.

Jacobi acompañó las respuestas con esta reflexión: “El caso es que Tealdi supo ver y dibujar a su manera la idea de un mundo distinto, mejor, sin ‘los de arriba y los de abajo’ en términos de poderes globales, y pensó en un símbolo que pudiera representarlo. Ese símbolo es un planeta que cambia 90º su eje para rotar de otra manera, y como tal, ojalá que un día aparezca impreso sobre millones de banderas acompañando pacíficas marchas en pro de un mundo más equitativo”.

La otra gran distorsión que acompaña al eje vertical es la sobredimensión del norte.

Decíamos que, a simple vista, en los mapas de mayor difusión Groenlandia parece igual que Abya yala (América) del Sur y un poquito más chica que África. Pero Groenlandia tiene 2 millones de kilómetros cuadrados, mientras que Abya yala del sur tiene 18 millones y África 30 millones de km2. Es decir: una superficie que cabe 9 veces en nuestro subcontinente, se muestra como de similar tamaño. Y lo mismo ocurre en relación con el otro continente del hemisferio sur: habría que sumar 14 Groenlandias para hacer una África, y a la vista, sin embargo, son casi iguales.

El error se nota en esa isla del norte, que pertenece a Dinamarca, pero ese gran engaño nos hace ver enormes a Estados Unidos, Europa, Rusia, y chiquitos a los continentes del sur.

Amante de los desafíos, Tealdi está recuperando con otros después de un siglo la producción vitivinícola en la provincia y se entusiasma con esta otra mirada sobre el mundo. Si no logra cambiar los mapas, en el camino ya está cambiando la conciencia.

 

Daniel Tirso Fiorotto. UNO. Diciembre 2023.


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