La hora de conocernos que a los colonizados no nos llega nunca

 

Temas prohibidos por el poder o disimulados bajo el barullo del circo, y temas ninguneados hasta la exclusión, sin lugar en el esquema impuesto.

  

 

¿Cuántas pesadumbres humanas nos quedan por conocer y contar? ¿Cuántos motivos de felicidad?

Abramos una puerta y hallaremos sacrificios inenarrables, amores sin límites, luchas de no creer, saberes reveladores, delitos y crímenes insólitos, y es que la mujer y el hombre somos inagotables.

Los comunicadores nos vemos a diario ante un dilema, por la selección de los temas que abordaremos. No tomamos uno de tres, tomamos uno de un millón.

Pero como sean nuestros esfuerzos, talentos y gustos, sin dudas nos encontraremos con dos enormes mundos del conocimiento vedados para el común. A uno de ellos pertenecen los asuntos silenciados por el poder. Al otro los invisibilizados por el poder y también por quienes cuestionan al poder.

Aún aquellas personas esforzadas por traer a la mesa de discusión temas que el poder pisa y esconde, suelen caer en el vicio colonial de menospreciar (hasta el punto de no ver) otros temas para los que su modelo occidental compartimentado no guardó casilleros. A esto lo dice mejor el estudioso Boaventura de Sousa Santos, pero nosotros tratamos de traducirlo a nuestra región.

Estamos pues ante vicios compartidos por nosotros los colonizadores y nosotros los colonizados. Hacer la vista gorda con unos temas y cerrar los ojos ante otros, son modos de aceitar el camino de ambos polos. A veces la misma persona participa de las dos condiciones, con privilegios de colonizador y desventajas de colonizado.

 

De esto no se habla

 

Vamos a un primer ejemplo: la pérdida de soberanía por goteo en la Argentina nos tiene como en el cuento de la rana a fuego lento. El endeudamiento externo en moneda extranjera, por caso, o el aplazamiento de pagos (viejos rapiñando el plato de los nietos), con el consiguiente aumento de las tasas de interés, y sin investigar las denuncias por fraude, es una enfermedad crónica del país.

Los Estados que declaman apoyo a la Argentina para que el Estado consiga créditos o reciba audiencias con urgencia pedirán a cambio que dejemos entrar sus productos, que les permitamos establecer bases “científicas”, que les compremos su tecnología, que los favorezcamos en las licitaciones, que no investiguemos sus delitos, y por ahí que nos sumemos a sus guerritas. Ahí abrimos los ojos: la fiesta tiene costos contantes y sonantes. Tarde o temprano el cobrador golpea la puerta. Ya antes, los usureros acreedores pidieron que todas las diferencias sean dirimidas por jueces de países coloniales, es decir: la Argentina aceptó una y otra vez ceder soberanía aquí y allá. Así los llamados conservas como los llamados progres, todos cortados por la misma tijera a la hora de zafar.

El investigador Héctor Giuliano calcula la deuda externa argentina en casi 350 mil millones de dólares, el 80 % de ella en moneda extranjera, es decir, casi un producto bruto interno -PBI-; más 80 mil millones de deuda privada que requiere también moneda extranjera para ser cancelada.

Patear el problema para adelante ha sido la pretendida solución de todos, para que las siguientes gestiones se vean maniatadas desde el primer día. Lo mismo en la nación que en la provincia de Entre Ríos, también endeudada en dólares, también aplazando pagos para que se haga cargo el que viene, al tiempo que acompaña el endeudamiento nacional. Huelga decirlo: el colonialismo no deja cabos sueltos.

 

Veinte dolores de cabeza

 

Y bien: estamos ante un inocultable flagelo argentino, que genera el Estado (principalmente desde la dictadura), y debe afrontar el pueblo. Cada gobierno hace alharacas con obras que no pagará, que pagarán nuestros nietos, y la manipulación informativa basta para tenernos más o menos anestesiados.

Pero veamos otros temas no menos importantes que, de una u otra manera, y a regañadientes, el sistema acepta debatir de tanto en tanto bajo presión: 2-Hambre y desnutrición en un país bendecido con alimentos. 3-Pandemia, coronavirus y mil datos sin revelar. 4-Continuidad del colonialismo en el Atlántico sur con una potencia instalada con un arsenal de guerra. 5-Efectos del modelo con transgénicos, herbicidas e insecticidas en humanos. 6-Hacinamiento en las grandes urbes, y propiedad concentrada de la tierra. 7-Consumismo, economía no sustentable, obsolescencia programada. 8-Energía, petróleo-dependencia, uso y abuso, riesgos. 9-Proliferación de plásticos. 10-Patriarcado, sumisión de la mujer, rebeldía feminista. 11-Rebeldía de grupos discriminados por su sexualidad. 12-Ejemplos de vida comunitaria y cooperativa y perspectivas para el futuro. 13-Alimentos sanos y cercanos. 14-Debilidades del Estado – nación; uniformidad, partidos, instituciones, república, sindicatos. 15-Pruebas de la continuidad del colonialismo interno con privilegios para el poder concentrado en la ciudad y la provincia de Buenos Aires; como los subsidios nacionales al transporte de pasajeros en tren de Buenos Aires… Las provincias pagando el déficit de un servicio que no tienen. 16-Preeminencia del poder banquero privado y socio del poder político en provincias consideradas de segundo orden, como Entre Ríos. 17-Estructura burocrática de los estados que están al servicio de la llamada patria contratista mientras pagan a los médicos sueldos bajo la línea de pobreza. 18-Corrupción galopante en sus distintas versiones. 19-Déficit de empresas como Aerolíneas que sirven principalmente a un pequeño rincón del país pero pagamos todos. 20-Difícil confluencia de las inquietudes por el ambiente en los humedales y los intereses económicos en la hidrovía. 21-Crímenes de lesa humanidad…

 

Aerolíneas

 

En este punto digamos: con el dinero que los argentinos pusimos en Aerolíneas en 12 años, sólo en esa empresa cuyos favores a los entrerrianos están por verse, podríamos comprar más de un millón de hectáreas para encarar la mayor reforma agraria jamás realizada en este país e iniciar el necesario proceso de desconcentración poblacional para garantizar una vida a los hoy enfermos de hacinamiento, además de alimentos sanos y cercanos para todos.

Descontamos que, si el déficit astronómico fuera producido en un lugar del país que no fuera Buenos Aires, el centralismo porteño no lo hubiera soportado dos meses…

Éste y varios de los temas comentados están casi vedados. La libertad de prensa no da para ir al hueso, con la dependencia de dineros del Estado o de sectores de poder privado. Pero, aunque los tratáramos, en casi todos los casos enunciados nos enfocamos en problemáticas sociales, sea en el mundo como en nuestra región. Esta enumeración rápida nos da una idea. Podríamos dedicar un mes a cada tema de estos y no nos alcanzaría un año. Al siguiente deberíamos dar una vuelta de tuerca a cada uno de estos temas, y así hasta la eternidad, o podríamos elegir otros sobre las problemáticas humanas (máquinas, multinacionales, industria, educación, salud… mil asuntos posibles).

Ahora bien, si en el mejor de los casos estamos volcados a temas tan interesantes como los señalados, ¿qué lugar tendrán los conocimientos que no necesariamente buscan el bienestar del ser humano en forma directa, aquí y ahora?

 

En el abismo

 

¿Cómo vamos a comprender al ser humano dentro de la biodiversidad, en armonía, si ignoramos rudimentos de esa biodiversidad como ríos, suelos, peces, aves, mamíferos, insectos, interacciones diversas, selvas, ciclos, clima, tradiciones, saberes ancestrales, artes, etc.?

Escribimos esos veinte puntos de arriba para mostrar la importancia de algunos temas, y además señalar cómo la mirada occidental antropocéntrica está a punto de traicionarnos a cada rato, pisando esos temas para que no sean tratados con libertad, y además dejando siempre para después otros asuntos no menos profundos, que nos ayudarían a conocernos, a tomar conciencia, y a veces nos podrían abrir puertas a mundos hoy vedados. Tan profundos que Boaventura los considera en un abismo.

El menosprecio por conocimientos de otro orden ha llevado a muchos llamados “compañeros” a tropezar con las mismas piedras, cuando han accedido a un puesto de supuesto poder. Si el problema está en el reinado de la razón, en el menosprecio de otras formas de conocer y hacer; si el problema está en los paradigmas occidentales, en la compartimentación del conocimiento, ¿por qué creeremos que dentro de los mismos paradigmas encontraremos caminos distintos?

Hemos repetido en este espacio que esa fragmentación nos lleva al absurdo de pensar que una familia de viajeros está en la ruta bajo el sistema de vialidad, y cuando choca y algunos de sus integrantes se quiebran los huesos recién ahí entran al sistema de salud… Es una estupidez naturalizada. El sistema de salud funcionaría si actuáramos con prevención, es decir: si al cabo del viaje, cada hueso está en su lugar.

 

Recetas coloniales

 

Aquellos que compran recetas coloniales y siguen desoyendo de manera sistemática las voces milenarias de este suelo, y teniendo a menos los mensajes de la biodiversidad; esos colonizados creen que darán respuestas diferentes cuando en verdad, de “más de lo mismo” cabe esperar “más de lo mismo”, no otra cosa.

Uno puede entender que partidos mayoritarios, acomodados en el sistema y alternándose en el poder político, puedan estar conformes con el Estado-Nación. Pero el resto que le sigue poniendo fichas a un Estado racista, destructor de comunidades, garantista de todas las injusticias, un Estado que nació en el menosprecio de nuestros pueblos, la esclavización y el genocidio; ese resto de organizaciones sólo se entiende dentro de la mediocridad decadente en la que cada cual se conforma con dar un mordisco a los despojos.

Conocemos partidos que toman de aliadas a culturas milenarias, comunidades ancestrales, mientras esos pueblos estén en sintonía con sus recetas. Compiten así con las religiones en ver cómo le bajan línea a la “barbarie” desde su “civilización”. Eso por derecha y por izquierda. Y todos aceptando que hay temas tabúes, y hay temas en el abismo. Los tabúes, con un poco de esfuerzo se logran colocar en la mesa para el debate; los que están en el abismo recibirán en el mejor de los casos la palmadita lisonjera del que se siente superior. “Muy bueno lo suyo”. Pero dejémoslo para después, no es hora de tratar ese asunto. ¿Cuándo será la hora? Nunca jamás.

 

Brazo amable

 

Hemos observado incluso en algunas organizaciones llamadas ecologistas que entran en el sistema de compartimentos estancos y especializaciones que debieran combatir; discuten los males de la modernidad occidental con las herramientas de la modernidad occidental. Sin advertir que la organización que deja en el abismo las otras formas de pensar y mirar, y se llama ecologista, lo que nos está ofreciendo es un placebo. No es más que un brazo amable del mismo sistema.

Conocer la trayectoria de nuestros pueblos a través de siglos y milenios no es un pasatiempo de intelectuales: es fundamental para saber nuestra condición. Pero además nos puede ayudar a encarar caminos distintos. ¿Cómo vamos a proponer la recuperación de una vida autónoma y comunitaria (como respuesta al desquicio individualista actual), si ignoramos el significado de la soberanía particular de los pueblos en nuestra historia milenaria, o ignoramos la vida comunitaria entre quechua-aymaras, guaraníes, alfareros orilleros, mapuches?

¿Cómo cuestionaremos el epistemicidio occidental que nos ladeó como chiripá pa’ miar, e impuso un solo modo de conocer y pensar, si no intentamos viajar por saberes y conocimientos ancestrales y prácticas comunitarias en pueblos africanos, afroamericanos, indígenas, o en otras latitudes?

Creer que mediante el reinado de la razón lograremos superar los problemas ocasionados por el reinado de la razón es eso, una creencia, y por demás precaria. Un vicio moderno occidental eurocentrado. Ignorar el entorno, dejar siempre para después a los compañeros de este mundo, creer que conocemos sumando y no integrando, es otro vicio colonial, de los que miran a la naturaleza como ajena y como una suma de partes; que colocan al humano encima, y al blanco occidental en el centro.

 

Historia y naturaleza

 

Conocer la emancipación antiesclavista y anticolonial de los haitianos, por caso, es fundamental para todo el que se precie de cuestionar la colonialidad moderna. Ignorar los saberes y las luchas que nos preceden es propio de la altanería moderna, siempre fundando con su bella razón una nueva civilización.

Pero aparte hay dos puntos centrales: conocer el resto de la naturaleza no humana es un valor en sí mismo. Uno no conoce para apropiarse, conoce por conocer. Y de paso, si eso tiene efectos en la vida práctica: bienvenido.

Conocer la tradición del mate, del fogón, la idiosincrasia de los pueblos nuestros (hospitalidad, minga), tomar conciencia de que nos han inventado fronteras entre los seres humanos, fronteras con el resto de la naturaleza, fronteras con el pasado, todo para hacernos desarraigados y sumisos: he ahí una vía para la emancipación.

 

Aquel cuadro

 

Un gobernador entrerriano “peleaba” contra el despotismo centralista y le preguntamos qué le decía el cuadro colgado en su oficina. El pobre respondió que no le decía nada, porque él no había “decorado” la oficina. Pues bien: era un cuadro de José Artigas. Su cándida respuesta fue un anticipo indudable de la derrota que se avecinaba. Y así fue.

No es ocioso conocer la biodiversidad, conocer la cultura, las artes, las luchas, los saberes milenarios.

Ahora, vale insistir: no conocemos o defendemos al árbol porque nos da sombra, lo conocemos porque sí. No fue puesto aquí para servirnos. Esta es una expresión de nuestra civilización en el Abya yala. Dudar de la importancia del diálogo con el árbol, con el pájaro, el mate, los saberes, es propio de la altanería occidental de la que intentamos liberarnos.

No defendemos al río para aprovecharnos de sus frutos, lo defendemos porque entendemos que nadie le dio autoridad o preponderancia al ser humano sobre el resto, de modo que nos corresponde ingresar al río con humildad, pidiendo permiso, y bajar el copete.

Conocer los modos de organización de los pueblos de este territorio: ayllu, ayni, jopói, sumak kawsay, tekó porá, comunidades, confederaciones, uno los conoce por conocerlos, pero al mismo tiempo pueden ser memorias del futuro, como decía un estudioso del guaraní. Es decir: los pueblos tienen recetas probadas por milenios que occidente ha menospreciado y distorsionado hasta la destrucción.

Nosotros hemos señalado la condición de atopía (no lugar, incomodidad) del entorno en nuestras instituciones (escuelas, medios masivos, estado, corporaciones varias). Eso es fruto de la colonialidad, es decir, del vicio de tomar un tipo de relación como el único posible, y descartar todo vínculo con el entorno, en el colmo de la soberbia humana y de la servidumbre.

 

Siervos satisfechos

 

Nos cuesta conocer la comadreja, el aguará popé, las mariposas, los arroyos, los peces; no conocemos la toponimia, no distinguimos un árbol del otro, y tampoco conocemos los pueblos ancestrales de este suelo ni las migraciones humanas: nada de nada.

Uno puede vivir en el sitio mismo donde se inició una revolución emancipadora e ignorar el significado de ese sitio, porque la doctrina establecida por el Estado-Nación nos exige priorizar otros conocimientos a la medida de la colonia. Son maneras de ablandarnos en la colonialidad y su hija: la colonialidad interna. Uno puede vivir en el corazón de lo que fue una cultura ancestral, capaz de diálogo sereno para buscar los consensos, desde la comprensión de los opuestos complementarios, y en ese ámbito intentar dirimir cualquier conflicto levantando la mano para que alguien gane y alguien pierda. Los ancestros dirán que, si alguien gana y alguien pierde, ambos pierden, pero la imposición colonial tratará esa doctrina como una notita de color.

El occidental cree que las demás culturas fueron ya superadas, ¿Por quién? Por los conquistadores, obvio. Y hasta naturaliza que a un pueblito le cuelguen el nombre más ofensivo que podamos imaginar: “Los Conquistadores”.

Si pensamos que, por abordar aquellos temas enumerados al principio, y otros tantos, importantísimos, tenemos que dejar de lado otros conocimientos, en el mejor de los casos estaremos cultivando el antropocentrismo occidental, cultivando el menosprecio por el entorno, y eso equivale a tirar la toalla antes de iniciar el primer round; a reconocernos siervos satisfechos, con nuestra idiosincrasia en el abismo.

 

Daniel Tirso Fiorotto – marzo 2021

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