La voz charrúa que vuelve
Descarnada reseña de la joven entrerriana Romina Arapeiz, de la Comunidad Onkaiujmar Pueblo Nación Charrúa. “La institución escolar surge como el estamento creado para someter y construir al sujeto nacional, es el lugar donde se enseña lo que es bueno, lo que debe hacer un ser civilizado; adoctrina para poder vivir en la sociedad que ellos querían, de blancos europeos”.
—¿Qué motivos inspiraron la
Marcha y qué conclusiones sacaron?
—La marcha hasta el Congreso
que concluyó como acción el 22 de mayo fue pensada como un cierre de lo que fue
la caminata del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir. Comenzó el
14 de marzo con dos columnas, una norte y otra sur, que partieron a ‘caminar
para sanar’. Impulsadas por la consigna ‘Basta de Terricidio’, y movilizadas
por un llamado de nuestros ancestros de que se debía realizar una acción de
denuncia superadora, para que el mundo escuche lo que la tierra está sufriendo.
Como mujeres indígenas nos reconocemos cuerpas territorio: lo que le hacen a
Onkaiujmar (tierra) nos lo hacen a nosotras… A lo largo del recorrido pudimos
ver el acompañamiento y el compromiso de muchos hermanos indígenas pero también
de otros sectores sociales. El Terricidio nos afecta a todos los seres
vivientes del planeta y también a los sistemas espirituales que lo habitan, por
tanto es de la incumbencia de todos, en cada lugar el sistema extractivista
produce sus crímenes contra la tierra, los árboles, plantas, animales, ríos,
montañas, mujeres, niños y las fuerzas espirituales que cohabitan. Todos estos
crímenes no pueden ser perpetrados sin ningún castigo, es por ellos que creemos
imprescindible se haga justicia, que los crímenes de las empresas
extractivistas no queden impunes, que no prescriban y por lo tanto sean
considerados crímenes de lesa naturaleza y lesa humanidad.
—¿Dónde notás la
continuidad de actitudes racistas, o discriminadoras?
—Pensamos que en nuestra
provincia somos muy respetuosos de los derechos, de las diferencias y
diversidades, pero en la práctica en el cotidiano son múltiples las expresiones
de racismo, desde las palabras que utilizamos para descalificar al otro como:
negro, pobre, salvaje, indio, villero, entre muchas otras, hasta como nos pensamos
como sociedad desde los estamentos estatales con su profunda violencia
institucional. No se piensa ni se concreta casi ninguna política a largo plazo
para pueblos originarios en Entre Ríos, ya que no piensan sea necesario, o por
ser según su lógica cuantitativa pocos en relación a lo que ellos piensan es el
resto de la población; o porque directamente ignoran que existimos.
—¿Y en la educación?
—Instituciones centrales
dentro del proceso de asimilación forzada como es la educativa nos violentan
continuamente, en muchas instituciones nos cuestionan nuestra identidad; muchos
casos donde docentes y directivos les dicen a los niños, o jóvenes, o a sus
madres que no pueden acceder a una beca para pueblos originarios porque en
Entre Ríos no hay; muchas escuelas nunca llenan en el Registro de Alumnos (RA)
la parte referida a pueblos originarios, porque a su entender y sin consultar a
nadie no hay estudiantes ni docentes indígenas. Sin contar que una de las
frases más usadas para con los niños cuando los quieren retar para que se
queden quietos es “no sean indios”, cargando de connotación negativa nuestra
existencia ¿Qué niño se animaría en esas condiciones a afirmar su identidad?
¿Quién sería capaz de averiguar sobre su procedencia ancestral? Entendiendo que
se convertiría en un ser inferior, que menosprecian y reconocen como lo
contrario a la civilidad. Hemos venido trabajando profundamente hace más de 30
años para reivindicar nuestra identidad, nuestros derechos, y recuperar la
cultura Charrúa, pero seguimos siendo menospreciados socialmente, e
invisibilizados. Vemos con qué orgullo presentan las celebraciones de
inmigrantes alemanes o italianos, la ponderación de las aldeas que mantienen la
lengua y su cultura. Pero no creen que tenga la misma importancia la
conservación de nuestra cultura, nuestra filosofía e identidad; muchos
pretenden nos olvidemos ya que son antiguas y desechables, por lo tanto, se
puede resumir en una palabra ‘incivilizadas’. Nos
consideramos una provincia blanca, gringa, de estirpe europea, pareciera que
por algún error convivimos con algunos seres con piel un poco más oscura,
cabellos negros, y ojos rasgados, que son esa minoría de ‘negros’ que viven en
las periferias y son fuente de delincuencia. Otra fracción de la misma
que son vistos como los extranjeros que vienen de países limítrofes a manchar
nuestra blanquitud inmaculada que tanto costó crear a fuerza de inmigración.
Las historias familiares en Entre Ríos están construidas a partir de barcos, de
apellidos de procedencia europea que en algún momento impulsó a reclamar
ciudadanías, e hizo pensar a muchos en volver a sus tierras supuestamente de
origen, pero también de muchas lagunas sin información, madres solteras, hijos
no reconocidos, abuelas de las que no hay demasiados datos y un pasado nublado
para muchos.
—¿El genocidio es un asunto
del pasado o continúa por otras vías?
—El genocidio es sobre lo que
se fundan el estado y los países que conocemos actualmente, las lógicas son
perpetradas para asimilar, hegemonizar y someter. Cuando hoy no se reconocen
las diferencias, pretendiendo una idea de justicia donde todos somos iguales, y
por lo tanto no es necesario crear políticas de reivindicación de derechos para
pueblos originarios, se sigue pretendiendo hegemonizar. No reconocer que somos
el sector más empobrecido, desprotegido y descalificado porque es lo que se
promovió al construir los estados modernos. Las matanzas de indígenas charrúa y
el posterior reparto para servidumbre, esclavitud, prostitución, es el lugar
que nos designó el imaginario colonial, no es una casualidad del destino, o la
falta de trabajo duro para progresar como algunos quieren hacernos creer.
Quienes pensaron que ocupemos estos lugares se aseguraron que quede grabado a
fuego para la posteridad, su planificación de exterminio no tenía fecha de fin,
quisieron terminar con nuestro territorio, nuestros cuerpos, nuestro espíritu y
también nuestra herencia cultural, prácticas claramente genocidas que nos
acompañan hasta nuestros días. Hoy los dueños de la tierra en la provincia la
exterminan a base de monocultivo intensivo, contaminación por agrotóxicos...
Nos despojaron del territorio, un recurso para ellos, y una fuente de fuerza
para nosotros.
—Hay supuestos próceres que llamaron
a combatir a los pueblos originarios e incluso exterminar a los niños, ¿qué se
siente cuando son llamados padres del aula?
—La institución escolar surge
como el estamento creado para someter y construir al sujeto nacional, es el
lugar donde se enseña lo que es bueno, lo que debe hacer un ser civilizado;
adoctrina para poder vivir en la sociedad que ellos querían, de blancos
europeos. No surge como un espacio de liberación, de creación, y de
dignificación, y es tarea de cada día poder transformarla. Lo que más duele es
ver cómo muchos docentes, funcionarios y ciudadanos hoy no se cuestionan los
principios de estos personajes, al contrario, sostienen y promueven los mismos
pensamientos racistas. No son críticos del pasado, de la historia y tampoco de
los actos de genocidio. Siguen reproduciendo, y fomentando el racismo y la
ignorancia en relación a los pueblos originarios.
—¿Sabés de chicas o muchachos
que se sientan incómodos en la escuela o el colegio por su origen?
—Claro que sí, no es fácil
pararse frente a todos y auto reconocerse en nuestra identidad sabiendo que
muchas veces es motivo de risas, de burla. Es duro que te digan ‘los mataron a
todos’ con tanta liviandad, o te cuestionen porque tus conocimientos vienen de
las memorias orales familiares, exigiéndote documentos o el respaldo de algún
pseudointelectual que pueda decirte mejor de dónde venís que la tierra que te
parió.
—¿Cómo iniciar un proceso
decolonial?
—El primer paso es el
reconocer que seguimos estando en este territorio, que no somos tan blancos y
europeos. Después poder implementar la modalidad de Educación Intercultural
Bilingüe en la provincia, desde los pueblos originarios que la habitamos, para
poder fortalecer la identidad de los niños, jóvenes y adultos indígenas, y para
trabajar seriamente a nivel social. Realizar una revisión de la historia: desde
dónde nos contaron el pasado y qué se omitió; es duro ver la violencia con la
que se actuó y cuánta sangre se derramó. Pero el saber nos permite poder
transformar lo que va a venir, tener un poco de justicia.
Daniel Tirso Fiorotto – Junio 2021