La manía de encerrar tierras y abrir pleitos
Las estancias entrerrianas de Soros, Blaquier, Pereda Born, Pou, Clarín, Masisa, Macri, López, Castrillón…
Zares del juego
amigos del poder, patria contratista, medios masivos, multinacionales,
banqueros, empresarios casi siempre de afuera y ocultos a veces en sociedades
anónimas, amontonan establecimientos rurales en Entre Ríos, y apilan litigios
por desarrollar obras con la política de hechos consumados. “Luna linda”,
“Marías del Sur”, “Malagueño”, los bellos nombres de las nuevas estancias. Los
que menos posibilidades tienen de acceder a un predio son, paradójicamente, los
campesinos. La norma para ellos es el éxodo. De sur a norte, sorprenden los
apellidos de los “productores” y el origen de los conflictos, como por ejemplo
la determinación de levantar terraplenes, cavar zanjas o cortar arroyos fuera
de la ley. Sin embargo, esa regla tiene excepciones.
George Soros, Carlos
Pedro Blaquier, Marcos Pereda Born, las hijas de Pedro Pou, laboratorios
Rosenbuch, grupo Clarin, Masisa, Williner, sociedades de mormones
estadounidenses, Salentein, Storni, Vignatti, Macri, Messi, Cristóbal López son
algunos de los jugadores en la concentración de propiedades en la provincia de
Entre Ríos. A los que se suman empresarios locales que agrandan sus predios,
como los Castrillón y Galuccio en el norte y los Baggio en el sur.
Mientras decenas de
miles de mujeres y hombres de Entre Ríos no tienen acceso a un pequeño predio
siquiera para su vivienda, o para su chacra, empresarios de afuera de la
provincia y el país apilan estancias de manera ilegítima aunque en general,
legal, es decir: la ley no impide el latifundio ni el acaparamiento por ahora.
Y los gobiernos guardan bajo siete llaves los nombres detrás de las sociedades
anónimas, cuando les conviene ocultar a sus socios, o los rebelan también
cuando les conviene, con el manejo discrecional de los registros.
En algunas sociedades
participan empresarios conocidos; en otros casos, los nombres son mencionados
por la vecindad como dueños de estancias, pero en los títulos de propiedad
figuran sociedades anónimas de modo que todo queda allí en una nebulosa donde
pululan los testaferros.
Empresarios ligados
al macrismo y al kirchnerismo y a la dictadura (Pereda, López, Blaquier, en ese
orden) se disputan estancias enormes en lugares clave, realizan inversiones
fuera de lo común, crían razas de primera línea en vacunos y equinos, y se
permiten la construcción incluso de grandes puentes e hipódromos para uso
interno.
La concentración de
la propiedad y el uso de la tierra en grandes estancias ganaderas o sojeras ha
sido promovida desde el Estado mismo, y en gestiones de diversas extracciones
que buscan fondos en actividades que fomentan y critican a la vez, en un juego
para la tribuna. Durante los gobiernos de Carlos Menem, Fernando De la Rúa,
Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner, Cristina Fernández, Mauricio Macri y Alberto
Fernández, el campo entrerriano se siguió concentrando en pocas manos, y las
pequeñas explotaciones se tornaron inviables. Pero si bien el desplazamiento
del campesinado es evidente, por el dominio del capital financiero y los
grandes grupos, también es cierto que las mujeres y los hombres de Entre Ríos
han logado preservar vastas zonas con montes nativos, y una decena de
actividades productivas diversas que permiten el arraigo a pesar de todo, como
la citricultura, la avicultura de huevos y pollos, el turismo, las explotaciones
intensivas de ganado vacuno y cerdos, por caso, además de los rubros clásicos
del trigo, el maíz, la soja y la ganadería a campo.
Una modalidad usual
entre propietarios, con dolores de cabeza para los organismos de control,
radica en la política de hechos consumados, sea en el desmonte como en la
modificación del terreno. Y es muy sintomático que, entre los involucrados en
estos conflictos, figure el ex juez Emilio Castrillón, que disputa con sus
vecinos en el departamento La Paz el escurrimiento del agua de lluvia, con una
manera muy particular: primero levantar el dique y luego pedir permiso.
Cooperativas afuera
La historia reciente
del campo entrerriano, como la del campo argentino en general, tiene la marca
de la concentración de la propiedad. Consultamos al coordinador de la
Federación Agraria en Entre Ríos, Alfredo Bel (uno de los más estudiosos de la
producción de alimentos en el país), por la suerte de las cooperativas
tamberas, por caso. El ingeniero nos señala un dato impactante: hace sólo 40
años, el 50 % de la lechería se realizaba en la Argentina bajo el sistema
cooperativo, y hoy las cooperativas apenas tienen el 5 % de esa actividad. Es
decir, todos nos llenamos la boca de cooperativismo al tiempo que lo
erradicamos. Los entrerrianos lo sabemos bien por la suerte aciaga de Cotapa y
Cotagú.
Sin embargo, una de
cal y una de arena: el mismo Bel admite que el espacio de esas dos cooperativas
emblemáticas fundidas no fue ocupado necesariamente por un grupo poderoso como
podría ser La Serenísima, ya que aparecieron otros actores. “En Gualeguaychú,
Baggio es un gran jugador en la producción láctea. Ahí está La Serenísima, que
viene de afuera, y está Baggio; después tenés en franco crecimiento Cremigal de
Galarza, con leche en polvo (empresa Valente); en crecimiento Tonutti (Villa
Libertador), también, y acá alrededor de Paraná cuatro o cinco industrias que
están creciendo: RW (familia Fontana, Ruta 18), Lácteos María Luisa…”
Largo sería explicar
qué pasó con las cooperativas, pero sin dudas el sistema no ayuda, y tampoco ayudan
algunos sindicatos que se obsesionan con las cooperativas para sacar tajada
pero ni siquiera lo hacen como parásitos, es decir, succionando un organismo
vivo y anémico, sino que actúan como parasitoides: matan al hospedante. Todo un
asunto para el estudio, porque a veces, llevados por la idea de promover la
industria para luego copar el lugar del dueño desde la clase obrera, algunos
sindicatos menosprecian las ventajas del cooperativismo en la sociedad, y luego
conviven con las multinacionales, sencillamente, es decir: se tornan agresivos
y desafiantes frente a la pequeña burguesía y dóciles ante el gran capital.
Disputas por el agua
Las sequías secan los
conflictos. Con las lluvias llueven los pleitos. Esa es la dinámica de San
Ramírez y sus aledaños, en el norte entrerriano, que repite lo que ocurre en el
delta del Paraná.
En los organismos
estatales de control entienden que Emilio Castrillón ha incumplido, siendo Juez
del Superior Tribunal de Justicia, con la ley 9172 y su decreto reglamentario
7547 al dar comienzo a un terraplén kilométrico que despertó quejas en toda la
vecindad de San Ramírez, departamento La Paz.
Los campos del
conflicto están ubicados 38 kilómetros al noreste de la cuna de Linares Cardozo,
donde Castrillón ejerce la política desde hace décadas, oficio que no abandonó
ni siendo Vocal del Superior Tribunal de Justicia.
La pelea se originó
en una obra no autorizada por el Estado que prevé levantamientos de suelos y
canales en campos bajos, incluido el taponamiento de un arroyo.
El expediente
iniciado ya está incorporando en estos días informes de expertos, y se esperaba
la notificación al denunciado, Castrillón, para avanzar hacia las soluciones
posibles: una de ellas, la paralización de las obras.
Sin embargo, las
cosas no están claras allí. Fuentes consultadas por ANÁLISIS ratificaron la
existencia de denuncias contra Castrillón por cortar un arroyo y complicar el
escurrimiento de las aguas, pero también admitieron que existían actuaciones
anteriores de Castrillón porque, supuestamente, obras artificiales de sus
vecinos le inundaban sus campos. De modo que todo está por verse en este
litigio.
La zona es baja y ya
cuenta con obras habilitadas en campos llamados “históricos”, principalmente
para el cultivo del arroz. El conflicto no sorprende a las organizaciones que
integran el cuerpo interdisciplinario del Corufa (Consejo Regulador del Uso de
Fuentes de Agua). Y es que los choques de intereses, y los proyectos peleados
con la biodiversidad son moneda corriente ahí pero más aún en departamentos del
delta, en el sur, donde se hicieron famosos los terraplenes del finado Pedro
Pou, pero obras de ese tipo son frecuentes, y frecuentes también los
incumplimientos de las normas, es decir: la política de los hechos consumados,
que habría intentado aplicar Castrillón en lo que él entendería una respuesta
adecuada a los hechos consumados antes. De hecho, el Corufa aún no se expidió.
Un caso emblemático
en la disputa por el escurrimiento del agua es el de los campos de Pedro Pou,
que fue presidente del Banco Central, y sus vecinos del departamento Gualeguay,
en especial los Berisso. El forcejeo provocó numerosas incursiones del Corufa y
abultados expedientes que llegaron a la Justicia. Los actores en conflicto
exponían miradas diversas sobre el mismo asunto: unos protegiendo sus tierras
de las inundaciones, otros protegiendo las suyas del corte de arroyos que
impedía el natural desagote en tiempos de lluvia, cada cual interpretando las
normas a su medida. Y los organismos públicos corriendo detrás de los
acontecimientos, o sencillamente superados por los hechos.
Esto que parece un
altercado muy localizado entre vecinos linderos es en verdad un problema grave
que involucra decenas de arroyos en el delta cortados sin autorización, con
cierta disposición de los gobiernos a hacer la vista gorda, lo que da cuenta de
la falta de plan para grandes territorios de la provincia.
Hasta que me muera
José Grígoli y Alicia
Daguerre tienen 200 hectáreas en Pehuajó Sur, cerca de Villa Lila, y se cuentan
entre los últimos gauchos gringos de la zona en el departamento Gualeguaychú.
Por décadas ellos y sus padres estuvieron rodeados de familias campesinas de
prole numerosa. Los Marchesini, Lonardi, Ferrari, Aguilar, Carrera, Chesini,
Calveyra, Angelero, Ansalá, Andisco, Ronconi. Vacas, trigo, lino, maíz, y por
ahí cerdos, aves, ovejas, chacras en fin; siempre algún litro de leche para la
familia y para entregar a la cooperativa Cotagú. Dos o tres estancias
alrededor, y después campos de 140 hectáreas más o menos, y campitos de 40
hectáreas entre los más pobres.
Hace pocos lustros
desembarcó un militar retirado de apellido Cruz y compró uno de esos establecimientos
por valores fuera de lo común, es decir, pagando tres veces lo que se acostumbra
en la zona; luego sumó el de al lado, y otro, y otro. Por una vía o por otra la
vecindad no hablaba ya de los campos de Cruz sino de la estancia de Cristóbal
López.
¿Son esos predios del
empresario kirchnerista? No se sabe allí con certeza. Cuentan que uno de los
encargados comentó, un día que se hablaba de la prisión de Cristóbal López, que
el preso era “el patroncito”, y cosas por el estilo. Y cuentan que un camionero
de Rosario venía buscando esos predios para entregar mercadería y preguntó en Larroque
por “los campos de los Kirchner”.
Con el cambio de
vecindad se marcharon las costumbres del pago. Se acabaron los encuentros
sociales, los préstamos mutuos de herramientas, los trabajos por gauchada, los
juegos, las bailantas. Si había quince matrimonios con una decena de hijos en
cada casa, hoy quedan taperas, no hay gente ya, y en las pocas casas habitadas
viven dos personas mayores. “No vas a creer que no queda un Marchesini en
Pehuajó”, es el ejemplo de José Grígoli para explicar que no queda nadie,
porque allí habían hecho patria varias familias con ese apellido, con abuelos
venidos de Italia.
¿Quién compra? Los
vecinos dicen que Cruz es un suboficial del Ejército que vivía en el sur y
empezó a comprar los campos vecinos. Y sospechan que detrás de ese apellido hay
apellidos asociados con los políticos. Los campos pasaron a llamarse “Marías
del Sur” y “La Susana”, y hoy cuentan con más de 2.400 cabezas de ganado, lo
que los convierte en una estancia mediana, en una zona de tierras feraces.
En las fracciones
compradas por Marías del Sur y La Susana se aplicaba, es cierto, un mismo
sistema: voltear todo o casi todo lo plantado y hacerlo de nuevo: alambrados,
corrales, edificios, con materiales de primera calidad, lo que hablaba de
inversiones fuera de lo común en la región. Pero algo más: los trabajadores
llegaban a la estancia en sus autitos, los dejaban a todos estacionados en la
ruta 16, e ingresaban a los cascos en un vehículo que los vecinos describen
como un unimog, de uso habitual en las fuerzas armadas.
Entonces fue que los
campos pequeños y medianos se juntaron para constituir una estancia de lujo,
donde no falta un haras con ejemplares cuarto de milla de los más ganadores en
el Hipódromo de Buenos Aires, ni falta un hipódromo para “varear” los pingos,
ni falta un puente sobre el arroyo Pehuajó cuya construcción se considera allí
de un valor millonario; además de tejidos perimetrales de tipo olímpico de gran
altura que algunos explican en un proyecto de crianza de ciervos, y otros no
entienden. Además de una laguna artificial con forma de medialuna, con gansos,
patos y otras especies.
¿Cómo ve usted el
problema del arraigo en la zona?, preguntamos. “Arraigo es lo que acá no hay,
se han ido todos. No quedo nadie. Hay más taperas que casas”, resume Grígoli.
Según sus cálculos, en la vecindad no queda ni el 5 por ciento de la población
rural que había hace 50 años, cuando en verdad podría haber el doble o más.
¿Qué queda en Villa
Lilla?, insistimos. “Nada. No quedó nada. En el camino de Cabrera había casas,
carnicería, boliche, incluso correo, y ahora no queda nada. Voltearon todo,
hasta los corrales”, cuenta Grígoli y luego se suma Alicia, su esposa, maestra
jubilada, para ofrecer detalles de la baja en la cantidad de alumnos en las aulas
de la zona. Donde ella daba clases a veinte niños y niñas, hoy quedan cuatro o
cinco.
El éxodo es una
razón, y las normas educativas dispuestas desde las grandes ciudades, sin
comprensión del fenómeno campesino, colaboraron con el desarraigo. “Pasaron el
séptimo grado a la secundaria, pero acá no hay secundaria, entonces eso
destruyó a la familia. Muchos chicos quedaron en la casa y al poco tiempo
fueron contratados por la patronal como peones”.
Las propuestas de
“Marías del Sur” para comprarle el establecimiento a los Grígoli fueron
reiteradas, y no hubo caso. Cuentan que un joven que fue vecino de Pehuajó y se
marchó a trabajar a una empresa urbana en Larroque le preguntó a Grígoli, entre
bromas: “hasta cuándo vas a seguir porfiando”. Y el paisano que ya pisa los 80
le respondió: “hasta que me muera”.
Estancias crecientes
Hay un campo grande
en Villaguay, con más de 6.000 hectáreas, que se llama “Malagueño”. Pasó por
las manos de la empresa Del Fabro (amortiguadores) y fue vendido a extranjeros.
Otra estancia
creciente en estos años es “Luna linda”, con más de 20.000 ha propias y otras
arrendadas.
En tiempos de
privatizaciones aceleradas, junto a los empresarios que se quedaron con la
empresa provincial de energía llegaron inversores que compraron campos pero con
el tiempo se macharon. Allí, el mismo modelo: obras por fuera de la ley, hechos
consumados, y pleitos.
Entre los compradores
compulsivos de islas están los Baggio. Con más de 20.000 ha en el departamento
Victoria. Cerca de allí, una isla de 12.000 ha es propiedad de Copra SA (grupo
Clarín), que posee miles de hectáreas de arroz en Corrientes. También el
laboratorio Rosenbuch (productos veterinarios) posee propiedades en la zona.
La estancia El Potrero de San Lorenzo suma casi 30.000 ha frente a UPM Botnia, y es propiedad del Grupo Bermejo, cuyas caras visibles son Marcos Jorge Celedonio Pereda Born (vicepresidente actual de la Sociedad Rural Argentina) y su esposa Azul García Uriburu, hija del conocido artista, y amante de la naturaleza. De hecho, ella ha logrado allí destinar gran parte de la estancia a una ambiciosa reserva natural, mientras en la otra parte hacen soja, pino, eucalipto, etc.
A poco de allí, la estancia Centella de Carlos
Pedro Blaquier, de 93 años de edad (Grupo Ledesma), de unas 27.000 ha. Que se
suma a otro predio en Aranguren.
Blaquier está acusado
de delitos de lesa humanidad y pronto irá a juicio por colaborar con la
detención ilegal de trabajadores (Apagón de Ledesma, 1976).
Es así como
empresarios ligados a los principales partidos gobernantes del país e
involucrados en negocios y actividades reprobables acumulan estancias sin
límites en Entre Ríos.
Adecoagro, del
magnate George Soros, compró toda la estructura de molino ALA en Corrientes y
en Entre Ríos. Producción ganadera de pedigrí, arroz, molino en San Salvador, y
más de 6.000 hectáreas en nuestro territorio.
Toda la estructura de
Masisa, de capitales europeos, ha comprado mucho campo en Entre Ríos con fines
forestales. Se estima que podría tener más de 10.000 hectáreas, con sociedades
cambiantes.
En el departamento
Feliciano está Las Taperitas SA del grupo Williner. También los mormones
(estadounidenses) tienen más de 14.000 ha. Entre Paraná y La Paz, están los
campos de Storni (que también posee cerca de Galarza), los de Salentein (además
de otros en Gualeguay), y los de Miguel Galuccio (el petrolero paranaense) y su
familia. Más al norte posee una propiedad arrocera Mauricio Macri. Como Macri y
López, no son pocos los empresarios crecidos al calor del Estado, en la llamada
patria contratista, que invierte en campos.
En otros rubros, Lionel
Messi tiene campo en el departamento Gualeguaychú. La familia Vignatti (dueña
de medios de Rosario), cuenta con más de 5.000 ha cerca de Paso del Tigre en
Villaguay. (Casualidad, Vignatti ha entrado en negocios con Cristóbal López por
los medios masivos, y comparten el gusto por las estancias de Entre Ríos).
Las excepciones
Existen zonas
agropecuarias con propietarios medianos que muestran cierto movimiento en la
compra venta de campos, pero en general los compradores son los propios vecinos
productores. Es decir: no en todos lados entra con facilidad el capital
especulativo.
Si bien el último
censo agropecuario habla de menos de 14 mil explotaciones en la provincia, lo
cual muestra el grado de concentración (hace 40 años eran más de 30.000); el
ingeniero Bel nos señala que los números del censo son un tanto relativos. Y es
que la FAA cuenta en Entre Ríos 27.000 productores ganaderos, desde los más
pequeños hasta los de mayores extensiones, es decir: 27.000 marcas.
Los trabajadores
rurales son 20.000, muy estables, y a ellos deben sumarse entre 10 y 20.000
obreros de las frutas.
Una excepción bien
marcada al proceso de concentración es la que puede observarse en la nueva
colonia productiva Guardamonte, fundada sobre un campo de 2.000 hectáreas
tomado a la corrupción, a 15 kilómetros de Maciá.
Allí se localizaron
una quincena de productores ganaderos pequeños y otros campesinos dedicados a
las abejas, la horticultura, las frutas, y además se dio espacio a una escuela
agropecuaria y a las casas de otros vecinos, es decir: veinte familias
instaladas en 2.000 hectáreas, todos relacionados con el trabajo campesino, lo
cual da una idea de otro desarrollo posible con hijas e hijos de la tierra,
viviendo allí, con esfuerzo propio, y en predios que pagarán en 25 años a valor
producto, en una economía más o menos sustentable.
Así como ciertas
producciones concentran la tierra, otras brindan arraigo. Alfredo Bel da varios
ejemplos, pero apunta muy precisamente a los frutales. “Nosotros tenemos por
ejemplo, y puedo mostrar números, una actividad como la citricultura que tiene
capacidad de contención de todos los que quieran trabajar en las familias. Y no
hay nadie que salga del sistema. ¿Qué ha hecho la citricultura como
experiencia? Intensificar. Cambio de variedades. Distintas variedades que antes
cosechabas en tres meses ahora cosechás en ocho meses. Inversiones en
frío. Y el productor ha logrado escalar
en la cadena. Entonces tiene su galpón de empaque, su transporte y algunos de
los hijos en los mercados centrales de Buenos Aires, de Córdoba, de Rosario.
Son ellos los que siguen el producto, y si tienen que exportar salen ellos a
vender. Venden en Rusia, en Europa”, indica el agrarista.
Para mostrar aspectos
negativos y positivos de la hora, dice Alfredo Bel: “Hay un proceso en toda la
Argentina de concentración de la tierra, y Entre Ríos no está exenta. Desde que
la mitad de la población de Entre Ríos era rural hemos venido concentrando la
tierra y perdiendo población rural. Tenemos cada vez menos productores con
mayor cantidad de hectáreas. Si bien Entre Ríos todavía es la provincia con mayor
población rural viviendo en el campo. Mantiene la mayor diversidad de
actividades productivas, tenemos una buena cantidad de cadenas productivas que
nos distinguen… Para mí lo principal es la diversificación, es decir, la
citricultura, departamento Federación, la avicultura a pesar de que sea por
integrados, departamentos Colón, Uruguay, con expansiones hacia Tala,
Gualeguay, Gualeguaychú… Ahora hay muchísimos desafíos en el sistema
productivo. Tenés tecnificación. Todo lo que sea feed lot, cerdos, pollos,
gallinas, parte de la cosechadora, parte de la sembradora, parte de las
pulverizadoras de agroquímicos, todas tienen un sistema tecnológico…”
La tenencia y el uso
de la tierra y el agua en nuestro territorio son temas principales de la
economía entrerriana, lo mismo que el trabajo y los alimentos. Incipientes
experiencias buscan cultivos sin herbicidas e insecticidas, con una vida más amigable
con la biodiversidad, y en general por ahora requieren subsidios o dinero
ingresado de otras actividades para su sostén, pero en general todos están
atentos a estos caminos, aunque con miradas distintas sobre el grado de
posibilidad de unos y la peligrosidad de otros. Mientras Juan denuncia que en
el arroyo de Pedro murieron mil peces, y acusa a la fumigación, Pedro denuncia
que en el arroyo de Juan ya no mueren peces porque desaparecieron debido a la
contaminación. Unos piensan que ya estamos en emergencia, otros piensan que
estamos a tiempo de mejorar el sistema y evitar la destrucción.
De lejos se puede ver
una vía mixta con modificaciones escalonadas en el tiempo y actividades en
cierta connvivencia y cierta tensión a la vez.
Entre los temas de la
producción de alimentos y el arraigo, queda para otra vez analizar la maraña de
obstáculos que se presentan en el país, y en la provincia, para los
emprendedores. Son mil, y no todos presentados por el Estado. Vale el tema,
porque las causas del desarraigo y el destierro que sufren las y los
panzaverdes son diversas, como las y los responsables, lo mismo que en el
deterioro ambiental, y cada cual quiere zafar señalando al otro, como en el
juego del gran bonete.
Daniel Tirso
Fiorotto. ANALISIS. Agosto 2021