América se deshace de Vespucio para no sucumbir al Abya yala
El nombre del continente está en entredicho, y si algunos recuperan la cuna supuestamente nativa de "América" eso no opaca la rebelión que supone "Abya yala".
¿Cómo se llama nuestro continente? América, responden unos con
razón. Abya yala, responden otros con razón. ¿Estamos ante un problema,
entonces? ¿O llevar dos nombres es, en verdad, sólo una curiosidad?
Autores de prestigio han insistido, en estos
días, en recuperar la raíz supuestamente “americana” de la voz “América”. Aquí
abordamos el asunto, pero con esta advertencia: los pueblos ancestrales han
recuperado la voz “Abya yala” para nombrar al continente, más allá de lo que
digan los investigadores sobre “América”. Es decir: al llamarle “Abya yala” no
opinan sobre las cualidades de Américo Vespucio o sobre las razones de los
europeos al bautizarla “América”; sencillamente ignoran la autoridad del
invasor, y eligen el nombre que mejor cuadra; para ello acuden a palabras de
pueblos indígenas de Panamá y Colombia.
En este espacio tratamos el tema en varias
oportunidades desde hace una década, porque nosotros mismos nos hemos asombrado
hace algunos lustros con la voz Abya yala, y a la vez nos vimos sorprendidos
con la hipótesis alternativa sobre el origen de la voz América que, según algunos
estudiosos, no obedece al navegante Vespucio sino a un idioma nativo de
Nicaragua.
Hace pocas décadas no había un
cuestionamiento firme al nombre del continente, pero ya se hablaba (y nosotros
lo ignorábamos) de una fuente distinta a la de Vespucio. Desde que apareció en
escena el nombre Abya yala, los pueblos ancestrales se aferraron a esa voz de
una cultura pequeña y aguerrida de Panamá y Colombia para mostrar su raíz
milenaria, y quitarse de a poco el nombre resuelto por el conquistador. Pero
ocurrió que, al mismo tiempo, algunos autores empezaron a desempolvar aquella
otra hipótesis que dice que América, si bien fue un nombre elegido por los
europeos para el continente, tiene raíz en Nicaragua. El problema que se
presenta es que esa recuperación, muy interesante por cierto, parece desviar el
sentido del debate.
Dos bellas palabras
Si fuera como algunos sospechan, diremos que
el continente luce dos bellos nombres bien plantados, con voces del fondo de
los tiempos, y cada cual podrá elegir el que le guste. Los argentinos y las
argentinas no nos vamos a asombrar, si nuestro país tiene varios nombres y
todos aceptados por la Constitución que en su artículo 35 dice: “Las
denominaciones adoptadas sucesivamente desde 1810 hasta el presente, a saber:
Provincias Unidas del Río de la Plata; República Argentina, Confederación
Argentina, serán en adelante nombres oficiales indistintamente para la
designación del gobierno y territorio de las provincias, empleándose las
palabras ‘Nación Argentina’ en la formación y sanción de las leyes”. Después
Santiago Derqui decidió que para los actos administrativos se use República
Argentina.
De Amerrique a
América
En pocos años, Abya yala fue recuperando un
espacio en casi todos los encuentros de los pueblos ancestrales, y las organizaciones
decoloniales. Ya es conocido su origen entre los pueblos Gunas. Abya yala,
tierra en plena madurez, tierra de sangre vital, qué nombre bello, qué lindo
suena. Y es cierto que los Gunas llamaban así a la región, al lugar amplio, no
necesariamente a todo el continente.
Ahora bien: América tiene lo suyo: si bien
esa voz resulta resistida (por su origen en un navegante de mala fama, según la
historia más difundida), había alcanzado vuelo propio, ya se había desprendido
de aquel Albérico (Américo) Vespucio, y hoy expresa mil sentidos de nuestro
paisaje, nuestras luchas, nuestros sueños de unidad, a lo que se añade ahora la
recuperación de una hipótesis que en principio parecía traída de los pelos: que
la voz América no proviene de Vespucio sino de las sierras Amerrique.
¿Qué haremos, entonces? En nuestra región,
estudiosos como Juan Antonio Vilar, Juan José Rossi, Mauricio Castaldo,
Fortunato Calderón Correa, Mario Castaldo, entre otros, dicen Abya yala, y
escriben Abya yala en sus columnas y libros, desde hace una década. En general
agregan América entre paréntesis, porque entienden que la mayoría tiene
incorporado este nombre que, por derecho propio, Abya yala viene a desplazar.
Pero ellos saben también que por aquí y por
allá se está reflotando aquella vieja hipótesis que ubica la voz “América” como
originaria de este suelo. Algunos defensores de “América” sostienen, por lo que
hemos leído, que los que dicen “Abya yala” ignoran la hipótesis del origen
nativo de “América” y eso es un error: hace años que venimos intercambiando
datos sobre esa idea sostenida por pocos, que podría tener asidero, es cierto,
aunque quizá debilite la arremetida emancipadora de la voz “Abya yala”.
¿Tradición oral?
Hay escritores de Nicaragua que conocen bien
las sierras Amerrique y sostienen que la versión de que allí está la fuente del
nombre del continente es una leyenda localista sin fundamento. Pero veamos a
quienes defienden ese origen. (Para eso nos tomamos de una nota publicada en
este espacio hace un lustro). El geógrafo francés Jules Marcou propuso en
septiembre de 1886 que en “Amerrique” se origina el nombre de América. Según Le
Plongeon, Amerrique significa en lengua maya “país del viento” o “país donde el
viento sopla siempre con fuerza”. Para el estudioso nicaragüense Dávila Bolaños
significa en lengua de los mayas “cordillera larga”. El geólogo y naturalista
alemán Thomas Belt, que visitó Amerrique, afirma que el nombre es de origen
Lenca y la llamó “cordillera de siete picos”.
Nada de eso debe asombrarnos. En Entre Ríos
hay topónimos de origen desconocido a los que se les adjudica una decena de
significados posibles.
El estudioso José Mejía Lacayo apunta que
catorce años antes que Marcou, el peruano Ricardo Palma menciona en 1872 el
nombre de las montañas de Amerrique, y dice que Palma pensaba que el nombre
América circuló por tradición oral entre los hombres de Colón.
Es decir, los navegantes escucharon “América”
aquí, en sierras de Nicaragua, empezaron a hablar de “América”, y al momento de
escribir un nombre en el mapa el geógrafo recordó lo que era ya una voz
habitual durante varios años, pero como coincidía con el nombre de Vespucio, se
lo adjudicó a manera de homenaje… Hipótesis difícil, por falta de documentos,
porque eso de la voz popular es más una suposición, sin pruebas; pero versión
no imposible. ¿Amerrique circuló entre los viajeros? Puede ser, y puede no ser.
Los que sostienen la hipótesis recuerdan que el nombre verdadero de Vespucio
era Albérico, y que el cambio a Américo pudo obedecer a una intención suya de
parecerse al nombre que pronunciaban los navegantes. ¿Puede ser? Sí, puede ser,
pero ¿cómo probarlo? El nombre Américo fue usado antes también por Vespucio y
estaba en sus abuelos. En fin: de suposiciones está empedrado el camino al
relato fácil y conveniente.
Escofinar una lucha
En verdad que a los defensores de la
emancipación nos cae en gracia la explicación, pero por más que leemos, y
admitimos que pudo haber intrigas para beneficiar a tal o cual país con el
nombre del continente, también aceptamos que entre esa hipótesis y la clásica
(es decir, aquella que le da nombre de mujer como a los otros continentes, y
coloca a Vespucio en el centro), no sabemos con cuál quedarnos. Si nos
inclinamos por el origen nativo, entonces estaremos ante dos nombres nativos:
América y Abya yala. No es poco, para nuestros pueblos que han sido y son
víctimas de racismo por siglos.
Pero a no engañarse: habremos escofinado un
tanto la fuerte y exitosa embestida ancestral de estas dos décadas en favor de
la voz Abya yala, con todo lo que tiene de rebeldía y amor a los pueblos.
La duda queda, y los intelectuales pueden
pasar toda una vida sin despejarla, claro está. A veces, y ocurre con topónimos
de nuestra región litoral, estamos ante un callejón sin salida, como han dicho
algunos lingüistas. Pero entonces llega el otro plano: la práctica. Si son
mayoría los pueblos ancestrales y grupos decoloniales que están usando la voz
Abya yala, ¿por qué no abandonarnos a su pálpito? Si nuestros pueblos se han
sentido liberados en esa voz, si ya no importa sólo la voz sino todo su sentido
que corta, sin medias tintas, el ombligo con Europa, ¿ahora nos tomaremos de
aquella teoría para volver a “América”?
¿Jugaremos una palabra o la otra según los
gustos del momento, las conveniencias, las simpatías personales, o arrastrados
por los debates que estimulan algunos autores dando sus meras opiniones como si
fueran certezas?
Decenas de pueblos ancestrales del continente
dicen Abya yala, decena de historiadores, decenas de sociólogos; y son
innumerables los encuentros indígenas, campesinos, revolucionarios,
independentistas, que dicen Abya yala. Esa voz condensa luchas y anhelos,
manifiesta una conciencia decolonial que ya no relativiza genocidios y
esclavizaciones ni acepta cambiar los tiempos para favorecer el predominio europeo.
Abya yala no negocia con el capitalismo ni con la modernidad ni con las
religiones traídas de Europa ni con los modos de pensar occidentales. El tema
ya no se restringe al origen de la voz. Abya yala es una voz críticas del
despotismo de las religiones, del Estado Nación, de los saberes eurocentrados,
de las instituciones occidentales, de la historia más divulgada, de las
academias colonizadas. Por eso no nos sorprende la resistencia.
Abya yala es una voz dulce y a la vez un
grito. Cuando nos animamos a pronunciar Abya yala estamos revisando la historia
completa y estamos ampliando nuestra historia en no menos de 12.000 años, en
este territorio. Abya yala. Para pronunciar, pensemos en una mujer sabia y en
el apellido Ayala, abiayala, o abiaiala.
América nicaragüense
Eso no equivale a menospreciar los estudios
sobre el origen de la voz América. En la Semántica náhuatl de Alejandro Dávila
Bolaños encontramos una definición de “Amerrique”: “de origen maya: amac,
cordillera, faja, pueblo. Rique, cosa extendida. Cordillera larga”.
Y luego: “Extensa cordillera que corre
paralela al oriente de la costa de nuestro Lago Cocibolca, y que divide el
Departamento de Chontales en dos regiones disímiles. Este nombre, Amerrisque,
es famoso desde que el geógrafo francés Jules Marcou escribió la sugerente
teoría sobre el origen del nombre América. ‘La verdad, es, escribió Marcou, que
la palabra Amérrica o América es de origen indio y proviene de los idiomas de
los aborígenes del nuevo Continente. Dicha palabra traducida de las lenguas
chontales y maya de la América Central, significa ‘País del Viento’, y con ella
se designa, en aquella región, una cadena de montañas conocida como muy rica en
minas de oro”.
Arturo Ortega Morán duda sobre la hipótesis
pero no la desacredita: “Si todo es como ahora parece ser (ahí está la duda),
el nombre América es una herencia de los amerígenas de Centroamérica, que
algunos especialistas dicen que en maya significa ‘Lugar de los vientos’;
aunque el Dr. Juan Luna Cárdenas defendió la tesis de que es una voz
Aztekatl-Nikira que significa ‘lugar de grandes abismos y aguas profundas’.
Hace notar que la raíz aparece en el topónimo mexicano Amekatl (gran barranco
de agua), al incluir la partícula ‘ikak’ que significa ‘cosa vertical’ y encarece
la idea de profundidad, se obtiene ‘Ametlikak’”.
Y continúa Ortega Morán: “en Aztekatl-Nikira,
lengua del clán aztekatl que habitó en la región de Nicaragua, el fonema “tl”
pasó a “r”; de modo que Ametlikak pasó a ser Amerikak, nombre que describe la
topografía de aquel lugar en toda su realidad y belleza. No creo que éste sea
un tema acabado –aclara el autor-; aún falta una prueba definitiva para aceptar
el origen amerígena del nombre de nuestro continente. Habría que encontrar un
texto anterior a 1507 en donde se hable de Amérrike, América o algo similar
para referirse a estas tierras; y hasta donde sé, aún no se ha encontrado. No
obstante, es una historia que no suena hueca”.
Siglos de América
La voz América no está lejos de las raíces de
este continente. Según la Real Academia Española, “metate” (cordel o cuerda
hecha de cabuya, cáñamo o crin de caballo), deriva del náhualt “mecatl”.
“Ameca” es uno de los municipios del Estado
de Jalisco, y su cabecera es la Ciudad de Ameca. El nombre proviene del vocablo
náhuatl Amecatl, que significa mecate de agua o río…
Vale conocer, pues, qué cerca están las voces
de aquí para originar también el nombre América, por más que los documentos
digan que los cartógrafos bautizaron el continente en honor a Vespucci.
Si bien el nombre América aparece ya en 1507
en un mapa, en general no se usó por siglos. Las Indias, el Nuevo Mundo, eran
los más comunes. No eran las Indias, no era un nuevo mundo sino para los recién
llegados; no era tampoco “Colombia”, un nombre que varios intentaron en honor a
Colón.
Volvamos entonces al nombre que está cobrando
simpatías crecientes y que parece mejor fundado, en relación a los anhelos de
los pueblos milenarios de este suelo: Abya yala. Sigue siendo el nombre que
mejor nos contiene. La hipótesis de Marcou, que otros han tratado de explicar,
ampliar, explorar con aportes lingüísticos, se originó cuando el nombre de
América se había hecho popular en los documentos siglo y pico antes. Si un día
decidiéramos erradicar ese nombre y llamar al continente Abya yala, quedará
para la historia que el nombre “América” se usó durante pocos siglos.
Nuestra preferencia
En cualquier caso, si estamos con la
descolonización de nuestros territorios, si en verdad queremos la emancipación
y vemos que decenas y decenas de comunidades ancestrales y organizaciones
indígenas llaman Abya yala a este continente, y lo hacen con convicción y como
una manera de aplicar el sentido decolonial en algo tan hondo y duradero como
el nombre, ¿por qué debilitar una vez más esa lucha? Han vuelto al ruedo los
pueblos ancestrales, y dicen Abya yala. Bueno sería continuar con las
disquisiciones académicas, y hacerlo sin candidez.
Si a nosotros, hoy, nos dicen América
entendemos de qué se trata, y lo mismo si nos dicen Abya yala. Las dos voces
tienen historia y nos generan un orgullito manso. Como un imperio se robó
“América”, ya en el mundo los “americanos” son los habitantes de uno de los
muchos países de este continente: USA. Por razones que haya de un lado y de
otro lado, nuestros pueblos ancestrales nos están diciendo que prefieren Abya
yala, ese es el nombre que les sienta, aunque haya intelectuales de sus propias
filas que valoren el origen nativo de América. Por estas razones, nos sentimos
bien incluidos en cualquiera de esos dos nombres, y preferimos sin titubeos
Abya yala.
Daniel Tirso Fiorotto
UNO, sábado 11 de
Septiembre de 2021