Como Bartolina, la mujer hace la guerra a veces y teje siempre
Vida y muerte de esta joven tejedora que desafía paradigmas para apreciar el aporte de la mujer y dudar del patriarcado colonial. Bartolina, Gregoria, Micaela, semillas de la independencia y de la resistencia al engendro reaccionario llamado Estado-Nación.
Tejedora, lavandera, comerciante como su
familia, Bartolina Sisa Vargas supo visitar de niña y adolescente las
comarcas de nuestro antiguo territorio y experimentar en carne propia los
atropellos que sufría su pueblo, nuestro pueblo. Por conocer bien al opresor y
darle pelea fue ejecutada un 5 de Setiembre y descuartizada para escarmiento.
De ahí sale el Día Internacional de la Mujer Indígena.
Bartolina fue colgada un 5 de Setiembre de
1782. Las partes de su cuerpo despedazado, clavadas en picas para exhibición y
miedo. El mismo día, el conquistador mató a Gregoria Apaza, su cuñada. Ambas
guerreras principales en la sublevación de Tupac Katari, Julián Apaza,
compañero de Bartolina y hermano de Gregoria.
Poco antes había
muerto también por suplicio Micaela Bastidas, la compañera de Tupac Amaru.
Tres jóvenes
mujeres valientes, mártires de la revolución: Bartolina, Gregoria, Micaela;
víctimas, como tantas, de las arbitrariedades coloniales, y semillas
principales de la independencia que cuajó pocas décadas después.
Mariposas en el
hormiguero
Aquel suplicio de
las bellas tejedoras por cuna, y guerreras por necesidad de la hora, es una
excusa sin igual para abordar un grave vicio argentino: la consagración de
próceres varones por mayoría absoluta, y la disputa entre partidarios de unos y
otros, con escaso margen para la mujer. Y abordar también la nueva tendencia a
rescatar mujeres próceres, como un anticipo de la gradual extinción del ciclo
patriarcal, pero con una trampita escondida que convendría despejar.
Si queremos hallar mariposas, ¿porqué vamos
al hormiguero? La Argentina saca próceres del fracaso, por eso en su mayoría
son machos guerreros. ¿Y no es la guerra un fracaso?
Cuando agotamos el amor, la amistad, el
diálogo, la comprensión, el consenso, la elasticidad, la negociación; cuando
las mil vías del conocimiento y la comunicación y el entendimiento son mal
transitadas o menospreciadas; cuando en vez de la armonía manda el interés, y
la verdad es pisoteada; entonces sobreviene ese fracaso llamado guerra. Y en la
Argentina vamos a esa laguna maloliente a pescar próceres.
Casualidad, es el mundo en el que predomina
el varón. Así es como los modelos son machos guerreros.
No es que uno reniegue de toda guerra o
menosprecie las estrategias, el valor, la entrega total, la clarividencia de
algunos que pusieron su vida y hasta su sangre al servicio de un ideal.
Inclinados ante los héroes y las heroínas, sí decimos que hace ruido el
predominio casi exclusivo de la guerra a la hora de elegir guías.
Estado o Comunal
Los varones
fundaron y exprimieron el Estado-Nación, y muchos creen con candidez que allí
se marca el rumbo de una comunidad, pero ese no es más que un culto que hechiza
por igual a la derecha y a la izquierda.
Decirles a los
partidizados que su dios (Estado-Nación) es un engendro reaccionario parece un
insulto, tanto como dudar de la virginidad de la Virgen ante un católico. Con
esta diferencia: cuando se trata de creencias antiguas y tradiciones que se
pierden en el fondo de los tiempos, la razón resulta una vía inadecuada; en
cambio, el Estado-Nación es un invento racionalista bastante nuevo cuyos
resultados están a la vista: es colonial, racista, reduccionista, y en un punto
deja incluso de ser público.
En tiempos
coloniales, a las y los artiguistas les resultaba casi imposible convencer al resto
de que podía reemplazarse la monarquía por una república, porque en el mundo
había una sola república. Parecía una locura. Y bien: plantear hoy
cuestionamientos al Estado-Nación encontrará la misma reacción, pero para
evitar el choque podríamos ver tres aspectos del asunto. Primero: que en otros
países ya se habla de Estado plurinacional, incluso por Constitución. Es decir:
las culturas han logrado mostrar sus modos regionales, sus comunidades
distintas, con autonomía, y no necesariamente enfrentadas sino complementarias.
En segundo lugar: el posible reemplazo del Estado-Nación no tiene por qué ser
un feudo, cosa que aquí no existió jamás, ni una organización impensada: puede
ser un retorno al comunal, a la relación comunitaria, participativa, y con territorios
vinculados a otros territorios por confederación. Es decir: no hay,
necesariamente, en el horizonte algo totalmente novedoso sino más bien una
tradición con pruebas milenarias de funcionamiento pleno, opacada por el
atropello reciente del Estado-Nación racista, uniformador. Y tercero: ya
existen actualmente en el mundo y muy especialmente en el Abya yala (América)
decenas de experiencias comunales que ponen en el banquillo al Estado-Nación.
El reverdecer está a la vista, aunque sin prensa, claro, como todo lo que
interroga a un sistema avejentado y terco como un patriarca en decadencia.
Sin recetas
Como son muchas y
muchos quienes sienten incomodidad en el Estado-Nación, hay dirigentes que
aprovechan en estos días para proponer su reemplazo por el mercado y esto, si
no es una falacia, es un paralogismo. Como quien dijera: el enemigo de mi
enemigo, es mi amigo. Otro engaño.
El Estado-Nación
no sustituyó aquí a feudos sino a comunidades ancestrales, para lo cual se
ocupó de reducirlas a servidumbre, desintegrarlas, demonizarlas, dispersarlas o
aniquilarlas, sin más.
Es el
emprendimiento humano más soberbio y racista de que se tenga memoria, en
nuestros territorios, donde la inmensa complejidad de la persona se reduce a la
restringida idea de ciudadano, es decir: en relación con el Estado-Nación.
Uno es persona en
relación con personas, abuelas, amistades, oficios, árboles, casas, artes,
saberes. Uno es ciudadano en relación con impuestos, ministros, pretendidos
derechos, y a poco será nomás “contribuyente”.
¿Qué organización
está en verdad en las antípodas del culto al Estado-Nación? Una muy antigua y
muy vigente: la comunidad. ¿Y con qué receta? Con ninguna, y con muchas.
La revolución
federal tenía un objetivo central y exclusivo: la soberanía particular de los
pueblos. Esa meta calza a la perfección en una antigua y muy fructífera
tradición: la vida colectiva, la minga, el ayllu; las comunidades con
desarrollo propio, con decisiones autónomas, con modos singulares de conocer,
relacionarse, hablar, comer, danzar, vivir en fin, pero no aisladas sino en
permanente intercambio con otras comunidades y fieles a los ciclos de la
naturaleza.
Propaganda y armas
Por derecha y por
izquierda quieren dominar el Estado-Nación para imponer sus recetas, sea con el
ejército, la policía, la escuela, la justicia, las leyes, la máquina de
imprimir billetes, el derecho al endeudamiento. Y es tal la propaganda que
generan sus usinas que no pocas familias creen que el Estado-Nación es tan
natural como el árbol, como los trinos, como la montaña. Toda una farsa bien
sostenida con los dineros del pueblo.
Sí es natural la
comunidad, la interacción de unas personas con otras, unas familias con otras,
unas comunidades con otras, unas regiones con otras, sin mandones, sin
intermediarios; y la interrelación de todas las personas con las demás
expresiones de la biodiversidad.
El Estado-Nación
ha sido un instrumento del imperialismo para sostener la colonialidad con la
fuerza de la propaganda y de las armas. A medida que nace, crece y se fortalece
el Estado-Nación muere la diversidad cultural, se desnaturalizan las
comunidades. Por eso el Estado-Nación exhibe próceres racistas, que justifican,
cuando no alientan, las matanzas, y esos próceres racistas guían la escuela y
las leyes. De ahí que el Día del Abogado celebre a Alberdi y el Día del Maestro
a Sarmiento. Con vaivenes, ambos racistas, aun cuando la conquista europea y la
esclavización llevaban ya 400 años…
ndividuos sobre
colectivos
La guerra es el
lugar de los varones, las mujeres participan allí de manera minoritaria. Por
eso, si miramos desde la reverencia al Estado-Nación, entonces brillarán muchos
varones y pocas mujeres. El Estado-Nación es una fuente de distorsiones. Si, en
cambio, logramos zafar de esa categoría occidental guerrera patriarcal
individualista, y miramos con detenimiento a la comunidad, entonces brillará el
tejido comunitario y ahí sí que lucen sus atributos principalmente las mujeres,
aunque no con exclusividad. Claro que, con el endiosamiento del Estado-Nación,
viene la necesidad de próceres individuales, es decir: son dos categorías que
se buscan. Y en la comunidad, en cambio, sobresale la vida colectiva, el
trabajo en grupo, el tejido con las fibras de los seres humanos en diversos
géneros y también las fibras del entorno, que constituyen esa comunidad: el
árbol, el pájaro, el río, el suelo, los alimentos, la indumentaria, el
intercambio, las artes, la amistad, el amor.
La humanidad es obra
de la humanidad, con todos los géneros habidos y por haber, y lo mismo nuestro
país, pero en el altar de los próceres se empujan los machos guerreros y
políticos, como si sólo de guerra y política fuera hecha la humanidad.
El patriarcado le
echa polvitos de estrellas a los oficios que convocan a los varones, y hunde en
el abismo los oficios en que se ha desenvuelto la mujer, eso pasó y pasa.
La tendencia a
incorporar mujeres guerreras y políticas al altar de los machos es, a la vez,
un acto de justicia y también un seguro de inmortalidad para el patriarcado.
Las mujeres han
sido excepciones en la guerra y la política, y por supuesto que esas
excepciones deben ser recuperadas y alumbradas para romper con la mentirosa
exclusividad del varón. No hay dudas. Sin embargo, las excepciones son
connaturales a la norma, y la norma seguirá siendo así la del prócer varón.
¿Puede sustituirse
el varón por la mujer desde esa perspectiva, buscando justicia en el trato de
los géneros, sin forzar la historia? Muy difícil. Sin desconocer los méritos de
tantos varones, y tantas mujeres también, en la guerra y la política, y sin
bajar de su pedestal a quienes han colaborado con la sociedad desde esas
funciones, podríamos mirar maneras más edificantes en la vida social para detectar
el rol de muchas mujeres (sin ignorar los demás géneros), y advertir que el
pedestal de los próceres tuerce nuestra historia, al inflar unas funciones
sobre las demás, y todo por hacer brillar al varón.
Toda la confusión
comienza entre nosotros y nosotras con la reverencia al Estado-Nación, esa
superestructura que se impone sobre la diversidad de comunidades y culturas
para establecer sólo un modo de pensar, de ser, de comer, de hablar, de
vestirse, de encontrarse, de organizarse, y menospreciar o destruir los otros
modos. Es el Estado-Nación una de las vías más eficaces para dejar en el abismo
las cultura que no se arrodillan a la imperial y a las que hace referencia el
sociólogo Boaventura de Sousa Santos. Es el Estado-Nación el que menosprecia a la
mujer, y el que oculta la interseccionalidad de opresiones para disimular su
propio fracaso.
Etnicidad tejido
Silvia Rivera
Cusicanqui aporta una metáfora brillante a este pensamiento. El hombre mapa, la
mujer tejido.
Inspirados en esa
dicotomía, diremos que el mapa, la política, la guerra, la frontera, el
Estado-Nación, admiten con más facilidad la jerarquía, la verticalidad, la
jefatura. El tejido dice grupo, dice horizontalidad, dice vida comunitaria,
diálogo. El mapa manda, el tejido convoca. El mapa crea fronteras, el tejido
las atraviesa.
Por eso, si
cambiamos la categoría de pensamiento y llegamos a apreciar la urdimbre,
también nos veremos obligados a modificar la selección de próceres, porque en
el tejido es más difícil lustrar al individuo. Cada hilo allí es importante y
sostiene al otro. El mapa es occidental, eurocentrado, antropocéntrico, macho,
colonial, racista, individualista; el tejido es comunitario, ancestral,
ambiental, integral, independiente, conversador, decolonial, antirracista.
En un diálogo con
Boaventura de Sousa Santos, dice Silvia Rivera Cusicanqui: “Yo planteaba la
etnicidad mapa como etnicidad masculina, y la etnicidad tejido como etnicidad
femenina, basada en la idea de una estructura bilateral de parentesco, donde
hay cierto reparto de papeles, rituales, propiedad, etc., pero a la vez hay un
sistema de residencia patrilocal más dominante; entonces las mujeres de una
comunidad han venido de otras comunidades, y por eso tienen la capacidad de
hablar con los de afuera, y seducir a los otros para incorporarlos… ellas se
ocupan de conjurar la amenaza de disolución que significa el dinero, conjurar
el malestar que introduce el dinero, por eso son capaces de tejer alianzas con
otros, con la otredad. Eso hace que el tejido que proponen las mujeres sea
mucho menos guerrero, más pedagógico, capaz de coexistir entre diferentes”.
Guerra o trama
Con Bartolina Sisa
y sus pares celebramos el Día Internacional de la Mujer Indígena. Ellas,
tejedoras, debieron incorporar la guerra. Su sangre es nuestra bandera. Como
Juana Azurduy, como La Delfina, como María Remedios del Valle. Pero este Día 5
de Setiembre nos trae un mensaje que dice vivir bien y buen convivir, dice
armonía con la naturaleza en vez de extractivismo, dice consenso, dice
comunidad participativa; en esa sinfonía desentonan los individualismos, los
narcisismos, las famitas personales, las competencias tontas, la fragmentación
partidocrática, porque es la comunidad ancestral la que canta a coro.
Por eso el 5 de
Setiembre es especial. Luto y celebración a una vez. Los pueblos han logrado
hacer del mar de lágrimas por la tortura y la muerte un riego de esperanza
fértil contra la opresión. Es una jornada que recupera las diversas culturas
hermanas, las distintas manifestaciones de la vida, y la presencia hoy, aquí,
de tantas, cuyos nombres quedaron por ahí grabados o fueron sepultados con ellas.
Como no sabemos
pronunciar esos nombres les llamamos, sencillamente, próceres.
Daniel Tirso
Fiorotto
UNO, domingo 5 de
setiembre 2021.