Folklore (II). Cultivan y difunden los saberes hondos, todo a pulmón
Vocación para sostener espacios en radio con raíz, y una pregunta repetida por la ausencia del folklore en lugares públicos, ¿indicador de desarraigo? (Nota II de tres)
Los programas de
difusión del folklore ofrecen música, poesía, lenguas ancestrales,
artes diversas, encuentros, comidas típicas, refranes, efemérides históricas y
ambientales, y así hablan de aves como de árboles, medicinas tradicionales o
tradiciones más viejas que el pan, vivas como el pan.
El folklore suele
reunir gustos y costumbres recientes con raíz en el fondo de los tiempos; la
tradición cala hondo, es milenaria, y es cierto que en estas ruedas se crea el
clima para las honduras.
“Nos descolonizan, y
atesoran la cultura en aulas sin patrón”, titulábamos el domingo pasado, en
este espacio. Hoy seguimos el diálogo que encaramos con una quincena de
difusores culturales en Entre Ríos a través de programas radiales y otros
canales. Y empezamos por un punto crudo: ¿hay música de raíz folklórica en
bares, restaurantes, plazas, ámbitos turísticos, lugares públicos?
“No se escucha música
funcional folklórica en bares. En Concepción del Uruguay no se me ocurre
ninguna excepción para mencionar. Primero, creo que habría que ir pensando en
subir la música de raíz folklórica de todos los tiempos a plataformas como
Spotify y YouTube. Y pensar en ordenanzas o leyes que premien a los locales que
difundan la música regional”. Eso piensa el joven acordeonista Facundo
Torresán, que conduce La Peña De Costa a Costa todos los miércoles a las 22,
por AM 1560, Nacional LT 11, Radio General Francisco Ramírez, en La Histórica.
Prejuicios en contra
Grupos vocales de
factura exquisita, pianos, guitarras, instrumentos de viento que hacen la
delicia, ¿y vedados en su propia tierra? La música es arte y a la vez
canal para otras manifestaciones, de modo que si no se escucha una zamba o una
cueca que hablen de un Vallecito de Huaco o de una Calle angosta; si no se
escucha un chamamé que diga las cadencias del pago, muy probablemente esos
asuntos no afloren en las sobremesas. Que una palabra saca la otra, como dice Amaro
Villanueva.
Las mujeres y los
hombres que están día a día en la difusión advierten que la música falta, eso
salta al oído, pero ¿cuánto de lo que no es tan palpable falta, también, en
encuentros desencontrados con el entorno? ¿No es la música un síntoma?
El biólogo Alfredo
Berduc explica que algunas aves son bioindicadoras. El cardenal amarillo, por
caso, muy sensible a la pérdida de hábitat. Su presencia indica monte, su
ausencia tala rasa (digamos en crudo). Y aprovechando que el cardenal guarda
melodías de aves privilegiadas, nos preguntamos, ¿no es la música regional
reveladora también de presencias y ausencias? “La difusión de la música nuestra
en los medios es escasísima, y en los bares y restoranes, menos. Que yo haya
ido a un restorán y haya escuchado música de raíz folklórica, jamás. Nunca. Si
hay un lugar, no lo conozco. Hay una competencia desleal. Aun así, seguimos
apostando a estar en esa trinchera, es nuestra misión”, agrega a pedido de UNO
la cantante Celia Taffarel, que conduce junto a Mario Escobar el programa
Cielos de provincia, los sábados, por radio municipal La Estación, de Larroque.
“No sabemos de bares
o confiterías que la música funcional que difunden sea propia de nuestra
región”, habían dicho en el mismo sentido Gustavo Surt y Graciela Castro desde
Chajarí, la semana anterior.
Veamos qué opina
Lautaro Alarcón, conductor junto a su hermano Lisandro y a Soledad Castañares
de “La Calandria” por radios de la UNER, y de otros emprendimientos.
“La música folklórica
solo aparece en esos espacios en el caso de que alguien la ejecute en vivo o en
algunas ciudades en momentos de su festival, pero tampoco en todos los locales.
Por fuera de eso, no se encuentra dentro de la oferta. Creo que el mercado y
los prejuicios que todos tenemos juegan un papel importante en ese aspecto. En
el documental Luz de Provincia (1972), se lo escucha a Carlos Mastronardi
diciendo –entre tantas frases memorables– que muchas veces ‘las convenciones
son más visibles que la misma realidad’. Algo de eso hay, me parece. Nos
pasamos escuchando (y hasta diciendo) que el folklore o las tradiciones son de
gente grande o que no generan interés... Eso se puede refutar tranquilamente al
ver que siguen surgiendo varones y mujeres que se dedican a la música, la
poesía, el baile o la jineteada; que siguen apareciendo nuevas creaciones en la
música folklórica o que las fiestas populares están repletas de jóvenes
dentro del público, como ocurre con nuestros programas y los mensajes que nos
llegan. Todo eso pareciera tapado por esa idea de cosa del pasado que anda
dando vueltas desde hace ya varios años”.
Alarcón, hijo de un
pionero en la difusión del arte y los artistas, Mario Alarcón Muñiz, agrega:
“Es necesario que haya más difusión en los medios, que se acerque la música a
las escuelas, se ofrezca como posibilidad de escucha en otros ámbitos. No se
puede querer lo que se desconoce y, en el último de los casos, como dijo un
amigo músico, ‘hay que darle la oportunidad a la gente de que no le guste, pero
no negarles la escucha’, ni tampoco presuponer que a pocas personas les puede
interesar. Recurrir a los artistas y a la música es un llamador incluso para el
turismo porque en la globalidad actual uno se encuentra con las mismas cosas en
cualquier lugar y es importante llegar a una ciudad, una provincia o un país y
conocer a través de su cultura. Ofrecer eso seguro que generaría buena
repercusión”.
Crear los espacios
Veamos lo que aporta
sobre la difusión de la música folklórica Roberto Lázaro, conductor del
programa de radio Nuestra Identidad, con una continuidad de 32 años. Desde hace
21 años se emite los sábados por LT 14, Radio Nacional Paraná, y retransmite
Radio Comunitaria Barriletes, con la colaboración de Verónica Nardín. “En el
contexto general del país son pocos los espacios que hay. Lo que se podría
hacer es crear un lugar donde se escuche esta música. Por ejemplo, las
bailantas de Federal o los festivales de Corrientes o Cosquín (en este último
caso se instaló una pista al lado del escenario mayor para quien tenga ganas de
bailar); También están las peñas en Cosquín, mucha juventud bailando, y otras
peñas oficiales donde van los adultos (Festival Nacional de Cosquín) con todo
tipo de música”.
Lázaro explica que
muchos hacedores, como él, laburan por amor al arte o subsisten con magros
ingresos. “Voy todos los años a cubrir el Festival Nacional de Folclore en
Cosquín, me encuentro con otros difusores de otras provincias, llegamos a ser
más de mil difusores que nos convocamos ahí para nutrirnos de materiales y
nuevos músicos, y con ellos coincidimos en esta problemática: sobrevivir en un
espacio radial no es muy fácil. Nosotros llevamos 21 años al aire en LT 14,
porque llegamos a un acuerdo para sostener este espacio de radio por su valioso
contenido, yo no obtengo lucro y la radio tampoco; pero otros colegas deben
hacerse de publicidad para poder mantener un espacio”.
Es decir: el folklore
no está en bares, en restaurantes, en parques, y en los medios radiales está
pero con mucho esfuerzo, reclamando siempre un plus de vocación.
Carlos Casís, el
Mange, ve algo parecido. “Es cierto que en bares y restaurantes no se escuchan
zambas, chamamés, tonadas, milongas, chamarritas; no se escuchan. Pienso que se
debe bastante al desconocimiento que se tiene de nuestra música, de los cultores
populares, entonces pasan lo que les venga mejor. Eso se podría revertir
sugiriendo un poco a quienes están en esas actividades, comentándoles sobre los
intérpretes nuestros, de la provincia, del país. Llega gente de otros lugares y
quiere escuchar música de la región. Se podría sugerir que cambien un poco el
repertorio”, indica el paceño.
Para repensarnos
Soledad Castañares,
de La Calandria, se pregunta también por los prejuicios sobre el folklore
(aburrido, para gente mayor), y apunta: “cualquier festival del país se llena
de personas de todas las edades y nadie parece aburrirse”.
Luego admite que en
espacios gastronómicos, comerciales, institucionales, “es como si el folklore
estuviera desubicado, como si ahuyentara al público que no concibe encontrarse
con algo diferente. Algo así observo en mi espacio de trabajo: si en la radio
suena música comercial que pasan todo el día, está correcto y nos quedamos
‘tranquilos’ aunque a la mayoría no nos guste. Si suena folklore casualmente,
se cambia porque ‘cómo vamos a estar escuchando eso’”.
Castañares reconoce
que existieron y existen lugares que convocan artistas en vivo, pero eso ocurre
“en una organización eventual. No como algo cotidiano”. Y analiza: “La falta de
folklore en los espacios comunes se podría analizar desde diferentes lugares.
Por un lado, nos falta ofrecer espacios de escucha más casual, como un local
gastronómico o comercios, sin necesidad de anunciar ‘acá se escucha folclore’.
Por otro lado, siento que tenemos una manera un tanto cerrada de entendernos a
nosotros mismos. Está muy arraigada la idea de que al folklore hay que
defenderlo porque otras músicas y otras prácticas culturales lo quieren hacer
desaparecer y a la vez le otorgamos espacios delimitados y temáticos que no
conviven con otros, o cargamos con el preconcepto de que somos los marginados.
Es para repensarnos”.
Como se aprecia, la
joven comunicadora denuncia el error de los compartimentos estancos. Y añade:
“creo que es muy importante que podamos mostrar lo que somos y lo que tenemos.
Que las comidas, la decoración y la música hablen del lugar y nos ubiquen en el
espacio que habitamos, tanto para los turistas como para los locales”.
Pocos escenarios
Solía comentar el
gran compositor Jorge Méndez que en un tiempo lo invitaban de muchas escuelas
para los días patrios, y andaba tanto por allí que cuando llegaba el festival
los organizadores elegían a otros cantores de afuera, menos “comunes”. Se dio
cuenta el día que, ante la enfermedad de un familiar, debió empeñar la guitarra
para pagar remedios y demás.
No es fácil el sostén
económico de un espacio cultural, como no lo es para un artista. Y Celia
Taffarel da un ejemplo que sirve de muestra: “sobre la ayuda del estado a los
artistas, en la provincia poco y nada. Alguna contratación en el año, con un
cachet de 12.000 pesos, para el cual hay que ser monotributista, facturar,
presentar una documentación importante, y lo que más dificulta esa facturación
es el ‘libre deuda’ que pide ATER. Si te queda rezagado un impuesto inmobiliario,
es suficiente para que no te paguen. Eso debería reverse, los artistas
estamos con poco trabajo; hay trabas, vemos que la Secretaría de Cultura
contrata siempre los mismos y sobre todo gente de la zona de Paraná. El
interior de la provincia poco existe”.
“Tenemos dos trabajos
discográficos, todo a pulmón. Es una inversión que nunca vuelve. Pero nos puede
la pasión, estamos con ganas de grabar el tercer material compartido con
nuestros hijos, algunas composiciones nuestras. Seguimos pensando que hay mucho
por cambiar. La ley de cupo de artistas se aprobó pero no se cumple. Hay pocos
lugares donde mostrar lo que uno hace. Tenemos que reinventarnos, pedir un
espacio, juntarnos con otros músicos; el otro día estuvimos con Hugo y
Celestino Mena que son unos monstruos, en La Pulpería, un lugar emblemático.
Nos quedaron 4.000 pesos a cada grupo. Un juego de cuerdas de medio pelo cuesta
3.000. Una guitarra de medio pelo, 100.000 pesos. Son inversiones que no se
amortizan con actuaciones”.
Entrar en la lista
Taffarel, como los
demás entrevistados, cuentan aspectos positivos y no tanto de la gestión en el
arte y en la difusión. (Aquí tocamos sólo algunos). Lo de la pobreza de muchos
artistas se repite, pero su ejemplo es un botón de muestra porque a artistas
que van a recibir diez billetes les exigen tanto como a un empresario. Ella,
como todos, admite que en su medio y en su espacio gozan de buen trato, se
sienten valorados. Y en verdad muy pocos cobran algún dinero por lo que hacen.
De escuchar a esta gente de la comunicación y el arte nos queda esta impresión:
hemos naturalizado que los difusores radiales viven del aire (valga la
metáfora), que les basta con la vocación… Y también nos queda la idea de que
faltan ámbitos de diálogo sobre estas cuestiones.
“Me siento valorado
socialmente en mi ciudad y en la región. Los oyentes lo hacen saber, agradecen
y suman. Radio Nacional y LT 11 nos han abierto las puertas y sumado a sus
equipos y capacitaciones. Creo que después de recorrer 10 años junto al
Movimiento De Costa a Costa hay una gran valoración de nuestro trabajo”, apunta
Torresán.
Algo así escuchamos
de Castañares: “Siento que hay una valoración social más que institucional
sobre nuestro trabajo. La gente que oficia de oyente es muy fiel y valora el
trabajo de contar historias y complementar con música. Nos falta encontrarnos
más con la comunidad y compartir lo que hacemos. El tiempo de estar en casa nos
alejó mucho y necesitamos volver”. Luego piensa en voz alta: “sería importante
preguntarnos cuál es el horizonte que deseamos para la música folklórica en
los medios de comunicación y en nuestras comunidades. En
todas las músicas hay pocos artistas que son reconocidos a nivel global, con el
folklore pasa lo mismo y nos molesta. ¿Será que conocemos las realidades de
otros entornos culturales? ¿Estamos realmente en una situación de desventaja
tan grande en comparación con esos entornos? ¿Cuál es el ideal que queremos?”.
Las preguntas de Castañares nos ayudan. “Otro aspecto a revisar es la
programación de festivales, nuestros y nuestros ‘artistas locales’. ¿Qué lugar
ocupan, realmente se les da el espacio que merecen? Se los convoca para
organizaciones solidarias pero para pagarles lo que cobran se pone más
difícil”, admite la co conductora de La Calandria.
Los comentarios de
quienes conocen el paño nos recuerdan aquellos versos de Martín Fierro, que
entraba en todos los barullos pero no entraba en la lista.
Nuevas obras
En una tercera
entrega, el domingo venidero, mostraremos una cautivante selección de obras
artísticas del litoral, desde esta quincena de comunicadores y artistas, y
seguiremos la conversación con otros exponentes de la radiofonía y las artes.
Para entonarnos,
iremos escuchando mientras tanto unas sugerencias de Roberto Lázaro:
“Enramada”, un chamamé del Chango Spasiuk; Lejos del Pueblo, María Silva y Juan
Martín Caraballo; Cuando Usted baila, chamamé, Fernanda Dupuy (Chaco);
Degollando el ceibal, por Mario Suárez. Y otras composiciones señaladas por
Celia Taffarel: Agua dulce, de Jorge Fandermole; la versión de Panambí jovhé de
Ramón Ayala por Aca Ceca trío; y Nacida en el verde de Marita
Londra. (Continuará).
Daniel Tirso
Fiorotto. UNO. domingo 19 de diciembre de 2021