Folklore (III). Artistas y periodistas desafían a la academia: Ite viniendo
Identidad al desnudo, en la conjugación de un verbo entre Paraná y Córdoba: un ejemplo de temas que tratan periodistas de la radio creando climas. (Nota III, última).
La
música de raíz folklórica es inabarcable en la Argentina. Las y los periodistas
que conducen programas radiales volcados a su difusión tienen para
hacer dulce. En parte porque muchos otros programas no alcanzan a apreciar esa
diversidad, de manera que les dejan el tesoro para que disfruten. Y en parte,
también, porque es tan maravilloso ese universo de artes y artistas y saberes
que todo espacio resulta escaso a la hora de mostrar y apreciar.
Tesoro en ritmos, en voces, en letras; en instrumentos, estados de ánimo,
temas, lenguajes, ensambles, pasiones; y tesoro por la conexión natural de la
música de raíz folklórica con los conocimientos del día, las tradiciones, los
oficios, la toponimia, los árboles, las aves, la historia, los sueños, la
historia, el arte en sus diferentes expresiones, las corrientes migratorias, en
fin.
Como el color negro en la indumentaria, un programa folklórico va bien
con todo. Allí calzan un estudio de la lengua chaná, un nuevo chamamé, un
encuentro de danza, una noticia sobre la defensa del arroyo; y así, la palabra
de una artesana del ñandutí, la presentación de un libro, los secretos de un
lutier, los desvelos de una familia de pescadores, el recuerdo de un hecho
clave, la lucha feminista u obrera por un derecho, la apreciación de la fachada
de un edificio, el relato de vida, el valor de la cooperación... Y eso ocurre
porque los programas folklóricos rompen, de por sí, el sistema de
compartimentos estancos, no reconocen tabiques en los conocimientos, quizá
llevados por el lenguaje universal de la música y la poesía. Esos programas no
copian la educación compartimentada: copian la cuenca, que atraviesa fronteras
espaciales; copian la rueda de mate que atraviesa fronteras de especies y de
tiempo.
¿Dónde está Falú?
Vamos por unas cervezas al bar y no está Falú. Lo que estamos contando
aquí suena increíble pero cierto, y lo peor: ha sido naturalizado. Vamos al
colegio de ingenieros y no está Falú, vamos al sindicato de comercio y no está
Falú, y tampoco en el sindicato de los periodistas. Vamos a la secretaría de cultura y no está
Falú, escuchamos un programa periodístico y Falú brilla por su ausencia, ahí
también nos lo perdemos. De pronto encendemos la radio, movemos la perilla del
dial al azar, o ingresamos a internet, y damos con un programa folklórico
que pasa a Eduardo Falú a pleno, tocando y cantando “La Atardecida” para
estrujarnos el alma y darnos un pasaje directo al cielo. ¡Qué regalo! Tres
minutos y uno se queda con ganas.
Llegados a este punto nos preguntamos por las causas y no hallamos
explicación. ¿A quién se le ocurriría habitar un jardín y no apreciar la rosa,
el jazmín? ¿Quién podría ignorar un trazo de Diego Maradona en la cancha, un
verso de Jorge Luis Borges, las honduras en las voces de Mercedes Sosa, de
Alfredo Zitarrosa?
Privar a la juventud de la música, la poesía, la voz, la guitarra de
Eduardo Falú; privarla de ese mundo llamado Eduardo Falú (como un símbolo de
todo lo que nos priva la colonialidad), es comparable a la gravedad de entregar
las Islas Malvinas al invasor, la gravedad de negar el holocausto indígena.
Hemos naturalizado la ausencia de nuestra música como naturalizamos el racismo
de tanto prócer macho engreído, alzado contra los pueblos ancestrales,
afroamericanos y gauchos. Cerrarle la puerta a un Falú es cerrarle la puerta al
lugar, a las naciones que conviven en nuestro país y confluyen en un Falú. Es
vivir satisfecho en la servidumbre.
El tándem Paraná-Córdoba
Hallar ese universo que aquí llamamos Falú, en programas perdidos en la
radio, es un regalo para nosotros, nosotras, y para el programa mismo, porque
todos los demás se lo dan servido en bandeja. Si ningunear a Falú y a todo el
mundo artístico que lo acompaña de sur a norte es como sacar patente de anodino
y festejar.
“Pena del enamorado que solita me vuelve a crecer; en mi boca, tu
recuerdo, de tanto cantarlo se me vuelve miel”. Manuel J. Castilla,
Eduardo Falú; y así Cuchi Leguizamón, Ramona Galarza, Tamara Castro, Ariel
Petrocelli, Edmundo Pérez, para nombrar gente querida de los ayeres que ya no
están. ¿En dónde se pronuncian estos nombres notables del mundo entero, con
cuna aquí a la vuelta, si no es en los programas folklóricos?
¿Y en dónde nuestros giros propios, para compartir con el resto de las
culturas?
Estábamos escuchando una chacarera del Negro Aguirre que se llama “Va
siendo tiempo”, donde el músico entrerriano toca el bombo y se acompaña de tres
guitarras y un guitarrón, de excepción, y nos sorprendió el final: “Va siendo tiempo que te vengas y bailes la chacarera con el tambor
de mi pecho. ¡Ite viniendo! ¡Te espero!”
¿Ite viniendo? ¿Ite? Nos reímos un rato a solas con esa versión a puro
bombo.
No pocas familias usan en nuestra región el “ite”, como una conjugación
regular del verbo ir, que es irregular. El imperativo manda que expresemos “ve”
o “andá”, pero el pueblo se permite el “ite” y hay artistas del mundo
folklórico que lo saben apreciar. Ese “ite” es además una antiquísima herencia
del verbo “ire” en latín que en el imperativo de la segunda persona se
pronuncia, precisamente, “ite”.
En nuestra zona hay perlitas muy pero muy antiguas como esa, guardadas
en la boca del pueblo. Recordamos por caso una entrevista a la centenaria
Ramona Garay, mujer de la isla en el sur, cuando vivía en un hogar de ancianos
en Larroque. Cada tres frases, pronunciaba un antiguo “vido”, como quien dice
“vio”, “vio usted”, "ha visto"·. Y ese mismo “vido” le escuchamos a
un trabajador de la arena en Rosario del Tala, entrevistado por el cineasta Marcelo
Rivero. Qué tesoro vivo.
Sabemos que hay cierta tendencia en el folklore a la
nostalgia, al lamento, pero el mismo folklore tiene en el cuarteto y el
pasodoble (en sus variantes) el lado alegre, capaz de decir las peores
desgracias con desenfado, como un modo de descolonizar la tristeza.
Así es que los hermanos Ninci, cordobeses, interpretan un tema propio
que se titula “Ite yendo”, y al ritmo del acordeón, el bajo, la guitarra y el
violín, se escucha: “en lo mejor de la noche, cuando la voy a besar,
justito en ese momento abre la puerta su mamá y me dice: ¡ite yendo, ite yendo,
ite yendo como te vení viniendo!”.
Y bien: en el tándem Paraná-Córdoba, con un enamorado que implora “ite
viniendo” y una suegra que manda “ite yendo”, hemos recuperado a pura música
una conjugación campesina, barrial, honda, para horror de las academias y
deleite de las comunidades.
Es sabido que la música no conoce fronteras, y aquí estamos también ante
ritmos y voces que rompen la frontera del tiempo, letras que las academias
multarían por sus infracciones.
Si no, cómo se entiende que los jóvenes de Aca Ceca Trío tomen una obra
del viejo folklorista argentino, un orgullo del litoral, Ramón Ayala, y nos
entreguen en Panambí jovhe (hovy) un arte exquisito, grácil, joven, sin tiempo.
En el arte, como en la vida, viejos son los trapos. Conocimos esa versión por
sugerencia de la cantante y periodista Celia Taffarel, y nos quedamos prendados
de esa oración en gualambao, esa alabanza que devuelve la humanidad a su nido:
la naturaleza.
Las personas que frecuentan mucho estos poemas, estos ritmos, estas
interpretaciones; que cultivan y difunden la música y sus circunstancias en
nuestras radios, lamentan que en los lugares públicos (una plaza, un bar, una
oficina, la sala de espera de un consultorio, el parque termal), la música del
país esté ausente. Y que en los medios masivos se encuentre como encapsulada en
programas específicos.
Ricardo Maldonado
Cuántas milongas, cuántos estilos y tristes, cuántas zambas nos perdemos
por ese capricho de la invisibilidad, y cuántos chamamés, claro, cuántos
tangos. Melodías y letras, aires y cuerdas, y ese conjunto que es la
interpretación y que involucra un tema, un gesto, un instrumento, un clima.
Pero por qué asombrarnos, si en las escuelas y los colegios y las
universidades es rarísimo escuchar la guitarra de un Ricardo Maldonado, el
bandoneón de un Luis Bertolotti, la composición y la voz de un Damián Lemes, la
dulzura y los saberes y las cadencias de una Melisa Budini, el universo
artístico del movimiento De Costa a Costa, por tomar expresiones medio al azar.
El poeta entrerriano Ricardo Maldonado es, además, compositor y
guitarrista. También maestro de escuela, periodista, fotógrafo, y ha sabido
registrar ritmos, modos, melodías, versos antiguos.
Todos los domingos al mediodía conduce El Tren Zonal por la integración
de los pueblos, por LT 14. “Tiene una tesitura similar a la revista gráfica. No
es un programa pasadiscos. Hay notas de investigación, hay reflexión, hay
entrevistas, hay distintos participantes de la vida social, cultural, que
tienen sus implicancias con la historia, con el medio ambiente, con el
cooperativismo, con la realidad”, cuenta el galarceño radicado en Nogoyá.
Hace dos domingos que en este espacio de UNO venimos
exponiendo los pareceres de una quincena de conductores, mujeres y hombres, de
programas de cultura. Y subrayamos la coincidencia sobre ese reduccionismo de
mostrar nuestro cancionero en programas contados, y específicos. Maldonado lo
dice de este modo: “No hay muchos programas de ese tipo en las radios, faltan
más espacios, con gente idónea, bien informada, que lleve adelante programas de
contenido y no vaya solamente al gusto de quien conduce sino de lo que se llama
‘abrir el juego’. Y eso implica hacer un reconocimiento más horizontal de
los emergentes de cada pago, que pueda llegar también a descubrir esa Entre
Ríos oculta, eso que no aparece y no suena en los grandes festivales”.
Entre sus poemarios, el galarceño cuenta con Mansa Tuca, galardonado con
el premio Fray Mocho. No sorprende, entonces, que sus espacios brinden lugares
destacados a la literatura. “Ha habido un proceso de poner los medios de
comunicación al servicio del éxito comercial y de lo más fácil, de lo facilón
de adivinar como decía el Gallina Alsina. Está ausente la poesía de la
provincia, la composición profunda”, admite.
Conocido por sus aportes en los escenarios como uno de los pocos
troveros, solistas, muy abocado a la milonga, el estilo, el cielito, y demás
ritmos del litoral, Maldonado apunta que si muchos artistas tienen poco
espacio, los solistas menos, pero hace hincapié en el trabajo colectivo para la
difusión, tanto sea en radio como en papel. “Nunca imaginé El Tren Zonal como
una revista literaria o para un círculo. Sino una revista que pudiera ser
leída, o escuchada… desde un científico hasta un peón de campo. Cada uno con
sus saberes, su cultura, sus dimensiones. Voy a la raíz y ahí encuentro una
relación también muy estrecha entre la literatura de la provincia, aquello que
está registrado como ritmos característicos, o especies musicales
características de esta región, sin ser ni exclusivas ni excluyentes, de los
entrerrianos. Sino donde lo entrerriano está implícito y forma parte de un
contexto más amplio. Que es el ámbito rioplatense donde, ahí sí, reconozco una
región cultural. No estoy muy de acuerdo con eso de tasar el ámbito de la
provincia como cerrado donde priman dos o tres nombres y dos o tres ritmos”.
El poeta, recopilador, periodista, también apunta a la necesaria
valoración artística para no hacerse eco del “pintoresquismo que no nos ha
hecho bien”, más dirigido al “disfrute turístico”, donde abundan chamarritas
“sin peso propio”.
Canto coral
Roberto Lázaro promueve el folklore y sigue los encuentros de arte desde
hace cuatro décadas. Su lugar en LT 14 junto a Verónica Nardín es también un
puntal, porque con el tiempo, la presencia, los viajes, el oído atento, los
Lázaro se han convertido en periodistas de consulta sobre el folklore.
El periodista se explaya sobre los encuentros de cultores para hablar de
nuevos grupos musicales, nuevas composiciones, y tratar de manera colectiva los
problemas comunes, si la indiferencia se repite en muchos lugares del país.
Mario Escobar es un periodista con cuna en Paraná radicado en Larroque,
donde conduce Cielos de Provincia (nacido en 1992) con Celia Taffarel. Ellos
conformaron hace décadas el Dúo Celia y Mario, y son directores de Coral
Larroque, es decir: gestionan el canto grupal.
“En cuanto a lo cultural hay un vacío de contenido en prácticamente
todas las emisoras; la identidad, nuestra música del litoral, y nacional, están
ausentes. Nosotros peleamos contra lo comercial. La difusión de nuestra música
en bares, etcétera, es prácticamente nula. Hemos escuchado en la costa del
Uruguay algunas FM que difunden nuestra música. Pero el cancionero del litoral
está siempre dos escalones abajo”, reconoce.
Estos cultores abundan en anécdotas sobre momentos artísticos que
recuerdan con felicidad, algunos en escenarios locales, otros en giras más
amplias; a veces medio a solas, a veces en grupo. Desde este espacio les
preguntamos sobre la presencia de la música en lugares públicos, y de ahí la
crítica repetida a ese ninguneo. “Un festival que escucha a los cultores es
Cosquín… En Entre Ríos cerraron un montón de festivales. En un momento hubo
muchos, los organizaban los músicos del lugar; con el tiempo, a los músicos del
lugar no los invitaron. Cerraron las puertas, hay bofetadas increíbles”, explica
Escobar. “Pagar un espacio para difundir en radio o televisión es difícil. Si
pagás, trabajás gratis: salvo que encontrés muchas empresas, que te dan una
mano porque te aprecian o porque descargan IVA, pero en Larroque son muy
poquitas”.
Arte y educación
Las y los periodistas del universo folklórico y tradicional (muchas
veces artistas volcados también a la difusión), siguen nadando contra la
corriente, mostrando el paisaje cultural y al mismo tiempo dando cuenta de una
ausencia que, como apuntamos en el capítulo del domingo pasado, puede ser
indicadora de muchas otras ausencias.
Allí estamos en aulas sin patrón, allí estamos ante una actitud
decolonial a veces fragmentaria, dispersa, pero con articulaciones a través de
las artes mismas. Y en el registro de obras, entrevistas, o en la
recopilación a campo de obras y especies casi extinguidas, nos encontramos con
un museo vivo de saberes y artes regionales.
La Pachamama parece expresarse por esas vías, las tradiciones más hondas
se sienten allí como pez en el agua. De ahí que las valoraciones, advertencias,
críticas, sensaciones, de esta gente que cultiva y difunde nos interrogan a
todas, a todos. Ñanderekó, dice la comunidad guaraní: nuestro modo de ser y
existir dentro de la biodiversidad. El mundo del arte y el mundo de la
educación están llamados a mirar estos espacios, a mirarlos con atención,
serenamente, para aprender el modo de encontrarnos en las grietas, allí donde
parece que no se puede. Y en verdad que las personas a cargo de lugares en los estados
nacional, provincial o municipal y los sindicatos, los colegios, las diversas
organizaciones, podrán sacar provecho de esta voz de alerta colectiva: ¿por qué
esta ausencia de nuestras artes en los ámbitos públicos? ¿Cómo revertir este
ninguneo tan naturalizado? Del mismo modo, el resto del periodismo: ¿porqué no
están los Falú y sus circunstancias en radio? ¿Qué queda para el resto si no
están siquiera los Falú? ¿Cuántas hierbas, cuántos árboles, cuántos insectos,
pájaros, peces, faltan en el monte, cuando falta el cardenal amarillo? ¿Porqué
esos prejuicios negativos sobre la capacidad del pueblo de escuchar, discernir,
enriquecerse? ¿Por qué tanto compartimento estanco?
Algunas expresiones
del cancionero regional
Aquí algunas de las composiciones más o menos nuevas sugeridas por estas
mujeres y hombres de la radiodifusión, periodistas y artistas: “Chamarra
Amarga”, de Atahualpa Puchulu; “La Flor del Monte”, de Natalio Sturla; “Este
querer”, de Guille Lugrín; “Enramada”, del Chango Spasiuk; “Lejos del Pueblo”,
de María Silva y Juan Martín Caraballo”; “Cuando usted baila”, de Fernanda
Dupuy; “Degollando el ceibal”, de Mario Suárez; “Puentes”, de Juan Lucangioli;
“Crecer”, de Curepas; “Repechos del guadal”, de Don Olimpio; “Sólo un abrazo”,
de Tolato Trzuskot y Gustavo Machado; “Entre dos ríos”, de Hugo Spiazzi; “Tu
pueblo y el mío”, de Pajarito Silvestri, Cacho González Vedoya y Miguel Romero;
“La vieja casa”, de Tolato y Fabricio Castañeda; “Basalto”, de Gonzalo Zabala;
“Huella de agua”, de María Silva y Jorge Mockert; “Con las alas abiertas”, de
Mario Castro Bergara y Gustavo Surt; “La bailarina”, de Mario Díaz y Juan
Vicente Díaz; “De greda y sol”, Néstor Basurto y Gustavo Machado; las últimas
composiciones de Ramón Ayala; “Se fueron yendo”, de Guille Lugrín; “Entre
Ríos”, de Tati Grandolio; “Viejo tropero”, de Mateo Villalba por Gustavo Surt y
Graciela Castro Bagnasco; “El patio del ayer”, de Marcia Müller; “La muda”, de
María Eugenia Figueroa; “Delantal sin tiempo”, de Facundo Torresán. Algunos
temas no tan nuevos, pero recordados por los entrevistados: “Por Santa Rosa me
voy al río”, de Cacho González Bedoya y Tarragó Ros; “Cuando tu te vayas”, de
Luis Vall; “La Linareja”, de José Albino; “Por la muerte de un hachero”, de
Víctor Velázquez grabada por los Hermanos Benítez Ríos; las obras de Hugo Mena
y Celestino Mena, de Marino Frezetti que ya está cantando con su hija, de Las
Guitarras Gualeyas; las grabaciones de Mario Suárez de Villaguay con Germán
Fratarcángelli; “Pajonal, pan y sudor”, de Raúl Benítez Ríos interpretada por
Roque Mario Erazun; “Así somos”, de Marcia Muller, “Grito de Alerta”, de
Osvaldo Fornasari grabada por Fabián Casals de Santa Elena con la guitarra de
Dionisio Velázquez; “Agua dulce”, de Jorge Fandermole; la versión de Panambí
jovhé de Ramón Ayala por Aca Ceca trío; “Nacida en el verde”, de Marita Londra.
En las conversaciones salen, claro, los nombres de artistas clásicos y
gente joven, así de Basavilbaso como Gualeguaychú, de Oro Verde como de
Concepción del Uruguay o Chajarí. Los nombres y los temas se cuentan por
cientos. No faltan, en una tenida folklórica, los consagrados como Atahualpa
Yupanqui, Abelardo Dimotta, Miguel Martínez, por nombrar algunos de ayer nomás;
o las bellísimas composiciones a dúo como ocurre con las canciones de Walter
Ocampo y Alcibíades Larrosa. Ni falta toda esa juventud y una gurisada que
hacen las delicias con la voz, las letras, la guitarra, el acordeón, los
tambores, una diversidad de instrumentos y ritmos. ¿Cuánto de ello está
presente en los ámbitos públicos?
Dejamos constancia de que apenas levantamos aquí una puntita de la manta
que cubre un universo inabarcable de artistas, y que muchísimos artistas de
talento no están mencionados aquí pero hay estudiosos que los están registrando
y difundiendo, entre ellos nuestros entrevistados: Elio Kohan, Haydeé Chaparro,
Facundo Torresán, Graciela Castro Bagnasco, Mario Escobar, Ricardo Maldonado,
Soledad Castañares, Verónica Nardín, Roberto Lázaro, Celia Taffarel, Lautaro
Alarcón, Guido Tonina, Gustavo Surt, Carlos Mange Casís, como puntas de una
madeja que da lana para rato.
Para colaborar con esta re lectura de nuestros lugares de encuentro
clamamos a la música regional “ite viniendo”; decimos con Lucangioli a los
dispersos que necesitamos puentes, fuentes; y gritamos al prejuicio colonial
(para darle al asunto un toque de alegría bailantera), “ite yendo, ite yendo, ite yendo como te vení viniendo”.
Daniel Tirso Fiorotto. UNO. Domingo 26 de diciembre de 2021