Historia trunca: el cumple de nuestra ciudad que confunde
Las fechas fundacionales pueden crearnos una imagen distorsionada, como espejismos, y entregarnos una historia trunca. ¿Conspiran las ciudades contra la historia? Esa es la pregunta que mueve esta columna.
El día que Tomás de Rocamora
fundó Gualeguay salió la vecindad a aplaudirlo de pie en la
plaza pública, cuenta Mario Alarcón. Y María Esther de Miguel agrega que para
inaugurar el cementerio de Larroque tuvieron que importar un muerto de
Gualeguay y no lo devolvieron. También relata la apertura del hospital con un
enfermo de Talitas, con mala suerte porque se les murió antes de cortar cintas,
lo que obligó a los parroquianos a buscar de urgencia uno menos enfermo.
Mario da a entender con humor que eso
de la fundación es relativo, porque antes de las bendiciones oficiales suele
haber vida. María Esther indica que cerca de Larroque tenían enfermos porque en
verdad Larroque ya existía en Talitas y otros lados, antes de juntar casas al
lado de las vías.
Las fechas de fundación sirven para
conversar del asunto un día al año, para revivir historias; y tienen como
riesgo la historia trunca, es decir: entender la fundación como
tapial y no como lo que es, un puente. Las fechas célebres suelen cumplir una
función de frontera, y por eso a veces confunden. Veamos, si no: registraron un
dinosaurio que vivió hace 80 millones de años en Uruguay, cerca de Soriano,
llamado Aeolosaurus. Cualquiera dirá: un dinosaurio “uruguayo”, como sería
“argentino” su primo, el Argyrosaurus hallado en las arenas del Palmar, cerca
de Concordia.
Pero resulta que la frontera entre
los dos países existe hace apenas 190 años, y el río Uruguay mismo tiene de 4 a
5 millones de años (después que afloró la Serra do Mar en Brasil), de modo que
en tiempos de dinosaurios (100 millones de años atrás, para redondear) no sólo
éramos lo mismo sino que, además, nuestra región recién dejaba de ser Gondwana
y se despedía de África y Oceanía y la Antártida y la India.
La formación Asencio y las arenas del
Palmar son cretácicas, de la última etapa de los dinosaurios, y guardan restos
de animales de esa época. Lo sabemos, pero resulta difícil explicar que ese
ejemplar de Aeolosaurus es tan uruguayo como entrerriano. Y todo porque la
frontera es ponzoñosa.
Concordia sin Artigas
La motivación de efemérides con
fechas fundacionales se entiende por el recuerdo de quienes ya no están y
dieron mucho para que una comunidad aflore y se sostenga; es un rasgo de
identidad, de amor por el común. La limitación de esas fechas de fundación está
dada por una condición psicológica del ser humano que trata de completar, de
redondear (leyes de la Gestalt), de formar una figura ordenada y entonces puede
creer que esa fecha fundacional es una frontera, un cimiento histórico.
Vamos a un ejemplo para entendernos.
Concordia fue fundada un 29 de noviembre de 1831, o un 6 de febrero de 1832. Si
fundar es crear; si fundar es plantar las columnas, los cimientos para
edificar, entonces es cierto que Concordia ha cumplido o está a cumplir 190
años.
Ahora, ¿es así la historia, de
verdad? Hace 190 años “fundaban” la llamada Capital del citrus, en el lugar
donde 20 años antes vivieran por largo tiempo las familias orientales, las del
Éxodo, en plena revolución, con José Artigas a la cabeza, en un encuentro de
pueblos que nos marcó para siempre. ¿Dejaremos afuera de la historia de
Concordia su momento más significativo?
No vamos a forzar nada, sólo estamos
planteando la probable (y no necesaria) confusión que generan las fechas
fundacionales. Por esa tendencia a trazar una raya, cuando los procesos son
complejos y eslabonados, con interacciones no siempre a la vista, tanto en las
comunidades como en la biodiversidad que contiene a esas comunidades.
Miremos lo que dice el pensador y
artista Joaquín Lencina, conocido como Negro Ansina, de su vida en Concordia en
1812: “Blancos, morenos e indios,/ todos estamos unidos./ Ricos y pobres,
sin fastidios,/ formamos inmensos nidos”.
Y algo más: “Todo un pueblo en campamento/ bajo los palmares del Ayuí/ acalla
su gran lamento/ que lo ha traído hasta aquí./ Las aguas de este buen arroyo/
no pueden apagar nuestra sed./ En Artigas tenemos apoyo/ para no ser esclavos a
merced”.
El campamento oriental revolucionario
estuvo más de un año interactuando con la biodiversidad y el pueblo entrerriano
y no se redujo a un punto, ocupó “varias leguas”. Incluso el ejido de
Concordia, ampliado varias veces, involucra lugares ocupados en cercanías del
Ayuí por mujeres y hombres al amparo de sus carros, o en ranchos de paja y
barro. ¿Todo eso queda afuera de la historia de Concordia, por el hecho de
trazar una raya fundacional en 1831?
Digamos que no, que no queda afuera,
que es un precedente notable y que la fecha fundacional no excluye lo anterior.
Pero aquí nos referimos a la sensación, a la percepción nuestra que puede
dejarse llevar por ese afán de encerrar una historia entre dos diques, el
presente aquí, la fundación allá. El riesgo, entonces, es creer que esa ilusión
es la verdad, caer en los espejismos.
Esta columna no se propone discutir
fechas, sino revisar tendencias para estar atentos, para evitar atajos y
simplificaciones que puedan enganchar a algún desprevenido.
Ver en la ruta un charco donde no lo
hay, eso es el espejismo. Los sentidos nuestros no están preparados para captar
ciertas realidades y caen con facilidad en engaños. La Física nos enseña que
ese charco sobre la ruta que vemos en verano es el reflejo del cielo, producido
por otra densidad en el aire calentado por el asfalto. No hay charco, la
refracción de la luz produce un efecto óptico, engaña a nuestros ojos. La
metáfora nos dirá, entonces, que eso que nos parece un límite es en realidad un
infinito.
“Nuevo mundo”
Ahora bien: ese día 29 de noviembre de 1831 ¿ya hicimos la
ciudad de Concordia, entonces? ¿Al día siguiente estábamos en una ciudad hecha
y derecha?
Probablemente diremos que una asamblea decidió tal o cual cosa
en esa fecha, y por eso se toma como fecha de inicio, pero ¿qué hay de las
décadas anteriores que dieron vida al lugar? ¿Y de los 11.000 años de
decisiones que la humanidad tomó allí?
Si decimos que Concordia tiene 190 años, ¿no dejamos afuera el
98% de la rica historia de esa zona?
Todo por el solo hecho de haber establecido un punto geográfico
demasiado preciso, un día demasiado fijo, como si lo anterior fuera apenas
anecdótico. ¿No hay en ello cierta exaltación desmesurada de lo cercano y un
menosprecio de lo demás?
Si le damos a la ciudad una entidad superior, si decimos que lo
otro era circulación, vida nómade, podemos entender la lógica sedentaria. Las
fechas de fundación son como el día de la fecundación, no del nacimiento, que
es posterior. Estamos de acuerdo. Con esta salvedad: ojo, porque las fechas tan cercanas abonan la
teoría colonial de que somos una sociedad reciente, un mejunje todavía no
asentado, no integrado, sin identidad. El cuento del “nuevo mundo”.
Es frecuente constatar que en la
educación pública por muchas décadas los lugares de las batallas no eran
reconocidos como propios por ninguna ciudad, y así no entraban en las aulas ni
siquiera los momentos cruciales de su historia más cercana en el espacio.
¿Cuántas de las trescientas ciudades
y localidades entrerrianas asumen de corazón su origen charrúa, chaná, guaraní?
Los testimonios de nuestra presencia
en Concordia datan de 11.000 años, lo que sugiere que estamos allí hace 15.00
años o más, y que sólo necesitamos hallar vestigios de esa vida en Concordia
previa a los utensilios que delatan esos 11 milenios.
Eso es muy obvio, y se comprueba
cuando sabemos que a pocos metros de allí, en la costa del Paraná, la presencia
humana verificada no supera mucho los 2.000 años… ¿No estaremos ignorando,
aquí, una decena de miles de años de interacciones humanas, mientras el mar
Entrerriense subía y bajaba?
“Pichón” Sánchez lo explica
Héctor Sánchez, conocido entre sus
amistades como Pichón Sánchez, es una de las primeras víctimas del proceso
cívico-militar que conocemos como dictadura. Pero veamos esto que dice el
titular del registro único, Marcelo Boeykens: “Era un reconocido militante
popular de La Pasarela en Paraná, y fue secuestrado cuando se dirigía a una
reunión. Estamos en un acto de absoluta justicia, intentando reconstruir estos
hechos del terrorismo de Estado, que no comenzó el 24 de marzo de 1976 sino al
menos un año antes, con el decreto de aniquilación de la subversión del
gobierno de Isabel Martínez de Perón”.
Lo señalamos como un ejemplo: trazar
una raya, en historia, puede servir a los fines de cierta comprensión pero
también puede confundir. Si la furia comenzó el 24 de marzo de 1976, como suele
creerse, Pichón Sánchez queda afuera. “Fue duro, mi mamá falleció de tristeza”,
resumió la hermana del militante.
La percepción engaña
Vamos por una calle de nuestra
ciudad: abajo el asfalto, a los costados los árboles, las casas, y arriba el
alumbrado público: nosotros nos sentimos en una caja. En la calle somos
víctimas de las leyes de la Gestalt. Arriba, donde ni siquiera hay techo, por
esas mismas leyes tendemos a no apreciar el cielo, que es el símbolo perfecto
del infinito. Los cables, como las fechas, trazan límites a nuestra percepción,
pueden contaminar. Dejan la idea de cierre, por eso nos resulta más fácil
enfocar la vista en las vidrieras que en el cielo.
La Gestalt es una corriente de
investigadores de la percepción. Señala que los seres humanos vemos las cosas
no como suma de partes sino como totalidades. Y que el cerebro, en su afán de
darle coherencia a lo que recibe desde los sentidos, suele equivocarse. La ley
de tendencia al cierre, dentro de la Gestalt, dice que el cerebro completa las
líneas faltantes o interrumpidas de las figuras. Nosotros podemos distinguir un
caballo completo atrás de un árbol, por caso, si aparecen sólo la cola de un
lado y la cabeza del otro.
Así como completamos una caja
inexistente, por el simple hecho de ver unos cables arriba, también podemos
creer que en verdad la vida de una ciudad está limitada entre esas dos
fronteras: fundación y presente.
Sin Zapata ni Ramírez
En cercanías de Larroque se inició la
revolución encabezada por Bartolomé Zapata, y seis años después apareció la
figura brillante de Francisco Ramírez. Todo eso pasó hace 200 y más años, pero
Larroque fue fundada hace 100 y pico. Así las cosas, los hechos más
destacados quizá en la vida de Larroque no entran fácil en nuestra percepción.
La fundación de Larroque con la
inauguración de la estación del ferrocarril un 1º de diciembre de 1909 (un
siglo después de Zapata) equivale a darle un impulso a ese lugar, pero muchas
de las familias que se fueron juntando allí desde ese momento ya vivían juntas
en Talitas, y otras en sitios cercanos, y no pocas habrán acompañado sin dudas
la revolución zapatista.
En esta historia, entonces, hay un
punto neurálgico sin dudas en la inauguración de la estación del tren. Nadie
discute esa fecha de “fundación” decidida. Pero esa convención de ninguna
manera explica la historia cultural del pueblo, que viene de mucho antes:
décadas antes, siglos antes, milenios antes, al punto que, hoy mismo, a
metros del ferrocarril pueden encontrarse puntas de flecha y boleadoras y otros
utensilios cuya edad se mide en miles de años, y un poquito más allá hay
decenas de montículos de culturas milenarias de esta cuenca. Y cómo cuesta
decir que allí están los cimientos de Larroque.
Hay que agregar que el tren, que puso una bisagra porque
relocalizó a las familias, desapareció de la vida local en el transporte de
pasajeros y de carga hace ya tres décadas… Eso lleva a pensar que una bandera
de Larroque con una amarilla locomotora en el lugar del sol es un homenaje y al
mismo tiempo una expresión de firmeza, de protesta y de deseo.
La historia de Larroque tiene al tren en el centro, aunque la
estación local haya sido convertida en un museo, un centro cultural y un bello
parque; y esa historia tiene a los Zapata y los Ramírez adentro, aunque la
necesidad de trazar una raya política en la historia haya dejado afuera esos
hitos, y haya conseguido, con ello, desarraigarnos bastante. Felizmente, por
iniciativa de jóvenes y ambientalistas de la zona, ese abismo entre el árbol y
sus raíces está siendo superado en estos días.
Paradojas de la vida: la mayoría de los obreros del ferrocarril
eran hombres, la mayoría de los guerreros eran hombres, pero el tejido comunal,
sin fechas de fundación ni de liquidación, ese tejido que tiene continuidad
cuando los hogares se trasladan, es obra principalmente de mujeres, de
comunidades horizontales de mujeres, que hablan de la complejidad de una urdimbre
sin principio ni final.
Ciudades desarraigadas
Si el ser humano es con su comunidad,
y la comunidad con otras, y en esas comunidades está presente la biodiversidad
que las contiene, entonces es cierto también que, colocar fechas en la historia
puede ayudarnos a comprenderla por tramos en el tiempo y en el espacio, como si
tendiéramos puentes.
Cuando decimos que el ser humano está
inmerso en el paisaje y que camina con la Pachamama, con la naturaleza y los
saberes y las luchas, entonces podemos preguntarnos cuánto de antiguo tiene una
comunidad que dialoga con árboles y ríos y pájaros de presencia milenaria en un
lugar. Es decir: si una comunidad está integrada también por las voces de la
naturaleza, los trinos, los colores del monte, las flores, las frutas, las
mariposas, esa comunidad podría no comenzar necesariamente con el ser humano
sino antes.
Superada por obsoleta la división
entre historia y prehistoria (un capricho de Europa), nos preguntamos si
el predominio urbano que se impuso en este último siglo no está conspirando hoy
contra la interpretación de nuestra historia, ya que más del 90% de la
población vive en ciudades que nacieron hace poco, 100 años, 200 años. La
ciudad es nueva y no logra hacer carne testimonios centrales de su cuna, su
idiosincrasia, su naturaleza.
Nosotros, neandertales
En muchas disciplinas ocurre esto de
poner fronteras que confunden un poco. Veamos este ejemplo: ¿cuánto del Homo
sapiens debemos conocer para conocernos, y cuánto de otras especies hermanas
(neandertales, denisovanos) que están en los genes de muchos, muchas, por los
cruzamientos milenarios? Así es que, en una mirada de conjunto (llamada
holística) en nosotras y nosotros está viva la historia del mundo y la historia
del mundo está viva en nosotros y nosotras. Las ciudades no nos explican del
todo. Las fundaciones tampoco. Las etnias tampoco, y ni siquiera la especie.
Por eso las simplificaciones y los redondeos engañan.
Hoy los físicos debaten si el
universo comenzó en una gran explosión o no tiene comienzo ni fin. Las
hipótesis son cambiantes. Los sociólogos debaten si la modernidad equivale
a progreso, razón, ciencia, tecnología y libertad; o si la modernidad equivale
a genocidio, saqueo, esclavización de dos continentes y colonialidad. Una cosa
es plantear el inicio de la modernidad en la revolución científica y la
industrialización y la rebelión contra las religiones; y otra es colocarlo en
el desembarco del europeo en el Abya yala (América) y la guerra desatada para
la uniformidad racista eurocentrada que enriqueció al continente invasor.
Con esto decimos: las fechas no son
anecdóticas, no son inocuas: pueden cambiar la apreciación de toda una
civilización.
Daniel Tirso Fiorotto. UNO. Domingo 05 de diciembre
de 2021.