Deuda: el viejo ruin que le come el plato al nieto

Una de dos: pagar fraudes o proteger ambientes. El problema de “la deuda pública” empieza por llamarle “deuda pública”. Miles y miles de familias honestas entienden, desde ese nombre, que la deuda debe ser honrada, si su condición de decencia se los marca desde el fondo de los tiempos. Pero el nombre verdadero y oculto es “fraude privado”, y desde allí se puede hablar con mayor precisión. Los gobiernos prometen canjear deuda por ambiente, y al mismo tiempo, pagar con mayor extractivismo. Así es como el fraude es un misil apuntado a las próximas generaciones y su entorno natural.

  

 

Tanto machacan los sectores de poder con el asunto que hemos tomado por natural la ficción, como ocurre con el mapamundi metido hasta el hartazgo en las escuelas, con medidas mentirosas de la primera a la última. ¿Cómo explicar al desprevenido que África no es así, que Asia no es así, que Europa no es un continente?

Deuda, ¿qué deuda? Lo que mata es la humedad, dice un viejo refrán, y aquí diremos “lo que mata es la tasa de interés”. Eso explica la presunta deuda que, como bien señala el economista Luis Lafferriere, “pagamos más de diez veces y cada vez debemos más”.

La deuda pública es una creencia nomás. Y por eso su comprensión no se resuelve fácil, con razones, con explicaciones. Es muy difícil quitarnos de encima ese ritual colonial en el esquema actual que da vueltas y vueltas en el mismo sitio como el perro que se muerde la cola.

Al constituirse el estado-nación racista, contra una multitud de comunidades que fueron atropelladas para acallarlas; al constituirse con política y economía concentradas y sin participación comunitaria, es decir, en contra de toda una cultura comunal sostenida aquí por miles de años, ese estado ha naturalizado su predominio y nos hace creer que su endeudamiento es nuestro. Así es como las comunidades no participan, pero pagan.

El estado-nación intenta reemplazar la vida comunitaria con arbitrariedades de toda laya, y lo ha logrado en gran medida, pero cuando las papas queman, aprieta al pueblo.

La Constitución dice que el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes. La mayoría de los administradores y las administradoras de ese estado rinden subordinación a grandes banqueros, son “patria contratista” del estado, son grupos corruptos, y cultivan privilegios con sueldos o jubilaciones millonarias en el mismo instante en que seis de cada diez niños viven bajo la línea de pobreza. Es decir: ajustan para sostener una economía inviable, por contaminante y empobrecedora, y para atornillarse a sus privilegios.

Pa’ el que de plata es hambriento/ no hay más dios que el signo peso”, dice el poeta Cristóbal Iglesias, de Crucesitas Séptima. Y es un resumen, porque la Argentina está repleta de trabajadores y trabajadoras decentes, con talento, que hacen esfuerzos indecibles pero no logran acomodo por el parasitismo de banqueros, multinacionales, corporaciones, partidos, sindicatos, medios masivos, patria contratista, corrupción a la enésima y otras yerbas. Todo a años luz de la condición del pueblo.

 

Canje y récord

 

La idea que anda rondando de canjear ambiente por deuda pública levanta resistencias, porque equivale a ponerle precio a la naturaleza, con riesgos insondables. Meter la biodiversidad en los negocios se parece a abrir las puertas del infierno. El presidente Alberto Fernández insiste, y se entiende, si su sector político coincide plenamente con la oposición en extraer fondos de las actividades económicas, sin reparar en el daño al ambiente que provoquen, y a la vez participa de un modelo muy naturalizado, en el que todo parece tener precio.

La otra idea más práctica y ya en ejecución, de pagar deuda con la promoción de agronegocios, también levanta resistencias. Y es que exige poner la tierra no al servicio de la biodiversidad y los saberes y las comunidades, ni de las familias campesinas, y tampoco con vistas a la alimentación sana de las personas de un país, sino al servicio de la rapiña financiera.

El canje por ambiente y el récord de producción, mirados por los gobernantes y las corporaciones como salvavidas, no son más que garantías para un sistema que se alimenta con las riquezas naturales, es decir: un viejo ruin que come del plato de los nietos, las nietas.

Menos monte, menos suelos feraces, menos agua cristalina, equivale a menos vida, y eso es lo que heredarán los y las sobrevivientes.

“El grado de sumisión que implica el modelo neocolonial que se ha desplegado en la Argentina a lo largo de este siglo XXI, se potenciará en caso de que se avance en el acuerdo anunciado con el FMI. Eso sólo traerá un agravamiento de las condiciones de vida de los sectores mayoritarios de la población, y se alejaría cualquier esperanza de mejoras sociales. Igualmente, habrá una nueva vuelta de tuerca en la depredación gigantesca de nuestros bienes comunes, y en el proceso de contaminación ambiental que implica la multiplicación de inversiones en agronegocios, megaminería y fracking”, comenta el economista y catedrático Luis Lafferriere ante nuestra consulta.

“Con tales políticas de destrucción social y ambiental, se esperan aumentos significativos de nuestras exportaciones, desde los casi 60 mil millones actuales hasta llegar a los 100 mil millones de dólares, y de esa manera conseguir las divisas para seguir pagando la deuda eterna y fraudulenta que igualmente será imposible de pagar y nos llevará a nuevos ajustes”, agrega.

 

Multitudes

 

El sábado 11 de diciembre pudimos apreciar en Paraná la vigencia del problema del fraude privado (llamado “deuda pública”), con miles de manifestantes bajando por la calle Corrientes, desde la Plaza 1ro. de Mayo hacia la Casa Gris; mujeres y hombres reunidos en dos convicciones principales: que la deuda pública es un fraude, y que el monto es impagable.

Lo trascendente de la marcha organizada por el “Foro contra el fraude de la deuda” en la capital entrerriana es que no se queda en los perjuicios del predominio del capital financiero y sus intereses sobre el trabajo y la vivienda y los alimentos, sino que además apunta contra una fuente aún más honda y abarcadora: el riesgo de la biodiversidad, que ese fraude fogonea. Abarcadora, porque dentro de la biodiversidad en peligro están aquellas personas que son puestas, entonces, en doble riesgo. Y todo a raíz de decisiones que no han considerado la participación de las comunidades, porque no se las ha consultado, y que además suelen contemplar compromisos contraídos por gobernantes de un Estado e ignorar las responsabilidades de los acreedores.

El problema del sistema de representación es serio, y si no se aborda resulta imposible explicar el problema del fraude privado, donde el 99 por ciento de las familias ciudadanas no tuvo voz ni voto (de ahí que, si hay deuda, no es pública). Por eso la insistencia de pensadores como el entrerriano Américo Schvarztman sobre la necesaria licencia social.

Escuchemos lo que dice ese Foro Paraná: “Para terminar con la sumisión y la dependencia política con el FMI; para ponerle fin al extractivismo, saqueo y contaminación y por la defensa de bienes comunes y DDHH; para terminar con la deuda externa; para pagar la verdadera deuda que tiene nuestro país, la deuda interna que cada día se acrecienta más y más en favor del 1% más rico”.

El documento fue firmado por una veintena de organizaciones y sostenido con miles de manifestantes con sus banderas en la calle. Las marchas se repitieron en muchas ciudades del país, con la misma consigna, el sábado pasado.

 

Sentarnos en bloque

 

Dice el estudioso ambiental Jorge Daneri: “Hay que disputar el lenguaje. Disputar el lenguaje y ampliarlo, para que no sigamos cayendo en la trampa de una negociación de deuda sólo desde la visión ultra parcial del capitalismo vigente. Ampliar conceptos, recuperar palabras, que implica entre otras cosas ponernos en un lugar no de deudores sino de acreedores ecológicos, pero mucho más allá de eso”.

“Llevar adelante una visión de cuenca, de ecosistemas, que trasciende las nacionalidades, para mirarnos más y negociar deuda desde Latinoamérica; que los países de la región puedan sentarse en bloque a plantear esto: que en realidad no son deudores, son acreedores a partir de esta crisis de civilización, que es además una crisis financiera gigantesca generada por el propio sistema económico vigente, un neoliberalismo voraz. En ese sentido, seguir con las lógicas financieras voraces hace que se consolide un modelo que destruye”, apunta el paranaense, y aboga por “una transición en paz hacia otras sociedades sustentables, otros mundos plurales posibles, y no hacia un solo mundo globalizado que desde la visión del crecimiento está arrasando con todos los mundos”.

“Salir del lugar de deudor -insiste Daneri- para ponerse en el lugar de un aportante benéfico, bondadoso, cooperador; el sur necesita que la deuda desaparezca. Que sea condonada en términos financiero económicos, para reconstruir el mundo desde una manera que fortalezca las democracias para que puedan transitar hacia comercios justos, a escala humana, a sistemas convivenciales y solidarios totalmente distintos al vigente, por eso hablamos de un cambio de paradigmas”.

Por Daneri conocimos a su tocayo Jorge Riechman, que defiende el principio de precaución y dice: “El ecomodernismo –con versiones de izquierdas y de derechas–, por ejemplo, asume que una transformación ecosocialista decrecentista es imposible, y que solo habría salvación posible acelerando todavía más nuestra huida prometeica hacia adelante: buscando un futuro de alta energía y alta tecnología. Para mí, esto queda dentro del negacionismo de tercer nivel. La huida hacia adelante, con ‘el delirio antropocéntrico de dominación ilimitada’ como lo llama Joaquim Sempere, va de la mano con el delirio epistemológico, y ambos se realimentan mutuamente”.

Riechman y Daneri no están con el “crecimiento”, tema para masticar largo y tendido. La línea clásica, en cambio, dice estado nación, dice deuda externa, dice crecimiento, y quiere sacarle al suelo lo que no tiene para pagar, pagar, pagar un fraude.

Los pueblos ancestrales han definido con claridad el sentido de la relación armónica del ser humano en la naturaleza, la complementariedad, desde saberes que la modernidad occidental prefiere ignorar o menospreciar.

 

¿Por qué un fraude?

 

Faltaría un espacio mucho más amplio para explicar por qué es fraude y no deuda. Pero algo podemos colar aquí: si en verdad es deuda, y no es fraude, ¿por qué no nos sacan de la duda con una investigación?

Veamos lo que nos resume Luis Lafferriere: “A pesar de los numerosos cambios de papeles a partir de la original deuda ilícita (de la dictadura) denunciada por Alejandro Olmos en 1982 y declarada así por el juez Ballestero en el año 2000, hay que aclarar que por su origen fraudulento es nula y no pueden valer los instrumentos posteriores que la fueron reemplazando. Sin embargo, los gobiernos de distintos signos políticos han aceptado pagar la estafa, obviamente a costa del sacrificio permanente de los sectores mayoritarios. El rol del Estado ha sido muy activo y presente, para garantizar el pago del tributo a los usureros, aplicando para ello sucesivas políticas de ajuste. En ese camino tortuoso y fraudulento, el FMI fue partícipe importante en más de una oportunidad, prestando generosamente fondos al Estado argentino para facilitar la fuga de capitales por un puñado de grandes especuladores, y luego presionando para que se pague la deuda con más sacrificio y entrega de quienes nunca participaron de la fiesta”.

Quienes por una cuestión de decencia sostienen que las deudas se pagan, podrían revisar el origen de esta deuda. 1-quién la contrajo. 2-quién prestó sabiendo que no era un gobierno legítimo. 3-quién prestó porque le sobraba, sabiendo que el deudor no podría devolver. 4-quién establece las tasas de interés. 5-dónde están registradas esas pretendidas deudas. 6-quiénes se beneficiaron con el dinero. 7-qué participación tuvieron las comunidades en el endeudamiento e investigación de los fondos y sus destinos. Una vez que se conozca todo esto, entonces sí: honrar las deudas según la responsabilidad de cada cual. Allí veremos cuánto es el monto. ¿380 mil millones de dólares? ¿O quizá 50 mil millones? ¿Y quién paga?

 

Con la duda crece la deuda

 

En el endeudamiento argentino, todos los políticos que han gobernado tienen su cuota de responsabilidad, y la mayoría de ellos/ellas buscan acusar a los demás. Uno de los problemas radica en que la demora en las negociaciones hace crecer la deuda, es decir: toda demora en tomar el toro por las astas implica mayor endeudamiento, por camuflado que sea; porque las tasas de interés siguen actuando y acumulando.

Otro de los problemas radica en que las zozobras de unos y de otros atentan contra la economía de todos los hogares, porque el crédito es caro y la inflación devora el poder de compra. La procrastinación (dejar para después) no es una política sino un vicio. Y los gobiernos, para no asumir el costo político de denunciar, investigar o negociar de un modo que podría sorprendernos, lo que hacen es dilatar.

Esa dilatación se llama endeudamiento, y del peor, a tasas astronómicas, como ocurre con las tasas punitivas de los morosos. El llamado “riesgo país” es menospreciado por todos los gobiernos y sobrevalorado por todas las oposiciones. Lo cierto es que una parte de la economía depende de la confianza, y la palabra riesgo es lo opuesto. Hay países más soberanos y tan capitalistas como la Argentina que no tienen índices altos de riesgo, y eso demuestra que no necesariamente es un índice que busca destruir.

En mayo de 2012, gobierno kirchnerista, titulaba un diario oficialista: “Tras la expropiación de YPF, las calificadoras llevaron el riesgo país a más de 1.000. El mayor riesgo país sería creerles”. En julio de 2019, gobierno macrista, titulaba el mismo diario ahora opositor: “Lidera el ranking de Bloomberg de los países con peores indicadores. La economía argentina, la más vulnerable del mundo”.

Hoy el riesgo país oscila en los 1.700 puntos. El sobreprecio que se paga por el endeudamiento es fenomenal. Y lo paga cada ciudadano, cada ciudadana, que busca un crédito para salir del paso o para encarar un proyecto. ¿Lo que mata es la humedad? No, la humedad es vida, bienvenida: lo que mata es la sobretasa. De modo que prolongar la agonía es un daño a la vista. La postergación puede engañar, pero endeuda. Y como la pretendida deuda es impagable, ¿por qué no investigar?

El Foro Paraná está muy bien enfocado. No restringe el problema del fraude privado a las necesidades humanas, porque el ser humano vive en esta biodiversidad, la cultura está en la cuenca, en el monte, en la naturaleza, no está afuera, de ahí que el extractivismo es connatural al fraude.

 

Fondo bueno y Fondo malo

 

Leamos lo que nos dice Luis Lafferriere, a 20 años del llamado Argentinazo: “¿Quiénes afirman que la deuda es ilícita y fraudulenta? El juez Ballestero, luego de un proceso judicial que duró 18 años, el denunciante Alejandro Olmos, y muchos otros intelectuales patriotas que han estudiado el tema y presentado nuevas denuncias. ¿Quiénes dicen que el FMI en el año 2001 entregó 10 mil millones de dólares para que lo saqueen los bancos y las corporaciones? Una Comisión Investigadora especial de la Cámara de Diputados de la Nación, que demostró las modalidades delictivas de los grandes capitales. ¿Quiénes sostienen que el último préstamo del FMI fue fraudulento y hay que denunciarlo e investigarlo por eso? Muchos, aún con denuncias ante la justicia”.

“Con un plan delictivo acordado en el 2001 por el entonces ministro Cavallo (gobierno de la Alianza), los bancos comerciales y el FMI, esta institución prestó al Estado casi 10 mil millones de dólares, que servirían para potenciar el saqueo de divisas que se estaba produciendo ese año nefasto para la democracia y para toda la sociedad. Lo hizo violando sus propios estatutos, que prohíben hacer préstamos con esos cuestionables destinos. Sin embargo, el gobierno de Néstor Kirchner decidió en el año 2005 pagar por anticipado la totalidad de ese préstamo fraudulento, convalidando la estafa sufrida por el país”.

“Una nueva estafa se producirá, más cerca en el tiempo, durante el gobierno de Macri, que acordó recibir un préstamo de más de 57 mil millones de dólares, fuera de toda legalidad no sólo del país sino de los propios estatutos del FMI. Lo hizo para permitir que los bancos comerciales entreguen a poderosos fondos de inversión los dólares necesarios para transferir al exterior las superganancias logradas por cobrar intereses fabulosos al Banco Central”.

“Pero además esa estafa avalada por el gobierno de los EEUU (principal miembro del FMI y el único con poder de veto) tenía otros objetivos: por un lado, dar apoyo financiero al entonces presidente Macri en el proceso electoral (evitando una corrida cambiaria y una eventual megadevaluación), y por otro, hacerlo de manera de condicionar al futuro gobierno, ya que el préstamo era impagable en las condiciones que se otorgaba, y eso llevaría luego a la necesidad de renegociar y aceptar imposiciones y condicionamientos, gobierne quien gobierne. Ahora que llega el momento de pagar esa deuda fraudulenta, el gobierno no duda un instante en cumplir religiosamente con el tributo a la usura, aunque para ello haya tenido que aplicar fuertes políticas de ajuste, que no pueden disimularse con el mero cambio de palabras y con un relato fantástico que muy pocos se lo creen: que ‘ahora el FMI es bueno’, que ‘no es ajuste sino disminución del déficit fiscal’, que ‘no se aceptarán condicionamientos’, etc. Sin embargo, y a pesar de estar en un proceso de renegociación, este gobierno viene pagando intereses y capital por montos significativos, llegando a entregar para marzo del año próximo si cierra el acuerdo casi 10 mil millones de dólares”.

“Tenemos todo para que toda la población viva dignamente, pero somos saqueados de manera perpetua. Y la deuda fraudulenta es uno de los mecanismos más efectivos para promover ese saqueo”, afirma el economista.

Agreguemos otro ingrediente: la negativa a investigar el origen del endeudamiento y del déficit (con lo cual podría desnudarse la complicidad de los partidos mayoritarios con sectores de poder económico) se explica en la permanencia de una estructura de privilegios, con nudo en el AMBA (ciudad y provincia de Buenos Aires), para sostener grupos económicos, banqueros, parcialidades políticas, medios masivos, sindicatos, corporaciones, parásitos que succionan la economía y la biodiversidad de la Argentina y que no muestran atisbos, siquiera, de soltar la teta. No puede entenderse semejante fraude sin analizar la complicidad de muchos poderosos que se sostienen en declamaciones.

 

 

Daniel Tirso Fiorotto. ANÁLISIS. Diciembre 2021.

 

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