Los burlados abrimos los ojos hoy gracias a la fibra mapuche
Una mirada a la resistencia mapuche de hoy, desde las razones históricas que nos fueron ocultadas por un relato oficial construido para dar continuidad a los privilegios de la colonia. De Namuncurá y Sayhueque al lof Cushamen.
Los estancieros de la Patagonia pagaban por las orejas de los pobres.
Entonces los cazadores se avivaron para facilitarse la faena: en vez de
matarlos, les cortaban las orejas y a cobrar.
Cuando los estancieros advirtieron que varios nativos se paseaban sin
orejas montaron en cólera y desde entonces exigieron la lengua o los ojos.
Querían garantizar, claro, el trabajito cumplido.
Lo cuenta Manuel Porcel de Peralta.
Y eso pasaba ayer nomás. Para encontrar testigos no hay que remontarse
500 años, basta con preguntarle al bisabuelo.
¿Se entiende por qué la lucha mapuche no debe ser tratada como cualquier
protesta? Hay un mundo atrás, un mundo en carne viva. Un país de manzanas,
hortalizas, cereales, vacas, caballos, peces, vida comunitaria. Con artes
propias, modos, idioma común y amor y paz. Todo fue arrasado por racistas
genocidas de la Argentina, por el blanco digamos, el huinca, con Buenos Aires
dando continuidad feroz a la colonia.
Siervos
de la colonia
Dicen en el sur que todos tenemos sangre mapuche, los pobres en las
venas, los ricos en las manos.
Pero ¿qué nos enseñó el Estado argentino genocida sobre las luchas de
Sayhueque y Namuncurá y las mujeres y hombres que dieron su vida por la
libertad, en las mil maneras de la resistencia?
¿Qué nos enseñó el Estado argentino genocida, no ya un gobierno o el
otro sino el Estado mismo, genocida, sobre los valores de Foyel, Inacayal,
Purrán, Pincén y Baigorrita y sus madres y sus hijos?
Los pueblos del Litoral hemos sido engañados hasta la vergüenza. Por eso
nadie debe asombrarse de nuestra indignación. ¡Qué manera de mentirnos!
Maestros, curas, políticos, escritores, todos sirvieron a un relato
mendaz de cabo a rabo, y la mayoría de ellos engañados también como cualquier
hijo de vecino.
¿Qué nos ha dicho el Estado argentino a través de sus brazos de
dominación, sea los poderes, la educación, la capilla del barrio, los partidos
políticos? ¿Qué conocimos de esos valientes Udalmán, Chagallo, Chiquichán,
Salvutis, Rayel, Nahuel, Pichicurui y cien como ellos que podríamos mencionar
aquí, y miles como ellos, víctimas de las matanzas, la violación o el
destierro? Niñas, niños, nadie se salvó, y nosotros, ignorantes hasta la
estupidez, como verdaderos siervos del sistema colonial.
No a
la resignación
Hoy los burlados decimos gracias a las y los mapuche que de tanto en
tanto vuelven a despertarnos, con esa actitud admirable que se niega a la
resignación.
Por ahí recuperan un predio, por ahí cortan las vías, por ahí cierran el
paso a los monstruos del petróleo y la fractura hidráulica. Y de tanto en tanto
sabemos de una nueva víctima de esas luchas, un valiente Huala tras las rejas,
una linda y honda Lincopan que se despide.
La obra "Las matanzas del Neuquén" de Curapil Curruhuinca y
Luis Roux es un buen resumen de las luchas que debió enfrentar el colonialismo
porteño para tomar las tierras de los pueblos milenarios, prosiguiendo a fines
del siglo 19 el genocidio que ya había cumplido 350 años.
Donde no pudieron entrar los Estados de España, Portugal o Gran Bretaña
llegaron los argentinos para completar la invasión. Y eso fue ayer nomás, todo
está en llaga.
Algunos exploradores con aparentes buenas intenciones servían
previamente de espías para marcar los puntos duros. En sus informes de fines
del siglo 18 aparecen los nombres de caciques como Cuchumpilqui, Llancoapi,
Chulilaquin, Quintroqui, Curilipi, Llanquitur, o décadas después Calfucurá,
Ñancucheo y tantos de distintas vertientes de los pueblos del sur que hoy
solemos englobar (forzando un poco) bajo la voz "mapuche".
A fines del siglo 19 Francisco Moreno recorrió la zona y ofreció
detalles. "Shayhueque es el jefe principal de la Patagonia y manda las
siete naciones que viven en esos parajes: Araucanos, Picunches, Mapunches,
Hulliches, Tehuelches, Agongures y Traro Huilliches", comenta.
No
sin los curas
Son imperdibles los relatos de Moreno, que la obra de Curruhuinca y Roux
refiere en extenso.
Hoy nos preguntamos, ¿qué ha hecho el Estado argentino sino ocultarnos
la historia, desviarnos, tergiversar? ¿Qué nos ha dicho del País de las
Manzanas, con sus huertas, cereales, frutales, comunicaciones; sus rodeos de
distintas especies, su vida comunitaria, todo previo a la invasión pensada y
ejecutada por Rosas, Mitre, Sarmiento, Avellaneda, Roca y con la complacencia
de la iglesia que en vez de combatir el genocidio se ocupó de los niños
huérfanos para catequizarlos?
El estudioso Juan José Rossi, radicado en Chajarí, nos entrega
fragmentos de Juan Bosco (Don Bosco), del volumen "Historia saboteada de
Abya yala" de próxima aparición.
"Brindaré el ejemplo de Juan Bosco ─considerado entonces como el
papa salesiano y muy venerado por la gente todavía─ quien, desde Italia, en el
siglo XIX, con absoluta naturalidad, entre otras barbaridades escribía: 'Solo a
la Iglesia Católica le está reservado el honor de amansar la ferocidad de esos
salvajes' (no se refiere a poderío y estrategias bélicas sino a las costumbres
y perfil de los habitantes de Abya yala en el sur argentino). 'Para alcanzar
tan noble fin, se ha convenido con el inmortal (aunque murió) Pío lX y con el
eximio metropolitano argentino el plan siguiente (lo tenían muy bien pensado):
fundar colegios y hospicios en las principales ciudades de los confines, y
rodear, por así decirlo, con estas fortalezas (lo dice él) la Patagonia,
recoger a los jovencitos indígenas en esos asilos de paz y de caridad, atraer
principalmente a los hijos de los bárbaros o semi-bárbaros, e instruirlos,
educarlos cristianamente; y luego, por su medio y con ellos, penetrar en
aquellas regiones inhóspitas (...) y abrir así la fuente de la verdadera
civilización y del verdadero progreso".
Como bien lo aclara la referencia de Rossi, el italiano creía aún en la
superioridad europea cuando habían pasado casi 400 años casi de las matanzas en
el Abya yala (América) y cientos de la esclavización de los africanos. Con lo
cual llegamos a pensar que no tienen remedio, y tampoco la alta burguesía
argentina, que sigue sus pasos.
Cruz
y Remington
Rossi (fue cura por años), sincera los hechos: "todas las naciones
nativas milenarias desaparecieron y los religiosos siguen siendo poderosos en
la Argentina y América. Un buen negocio para occidente y el clero católico
residente en Abya yala".
Los pueblos de la Patagonia son víctimas del atropello de la metrópolis
que siguió los pasos de la soberbia europea.
Cuando nos dimos una Constitución, Buenos Aires se separó. Sólo aceptó
la unidad si concentraba el poder. Ya capital (desplazando a Paraná), entonces dio
un golpe de Estado en Uruguay al colaborar con el ataque a Paysandú (allí se
encontró con panzaverdes en la resistencia junto a los sanduceros); luego atacó
el Paraguay en alianza con el imperio esclavista de Brasil y al servicio del
imperio inglés (allí también tuvo a tantos entrerrianos al lado del Paraguay);
y atacó a los pueblos de Entre Ríos y la Patagonia con una ventaja: el
Remington y otras armas de última generación.
Así es que la colonia, sea España o Buenos Aires (lo mismo) invadió el
territorio y arrasó con las culturas con la razón de la espada y las balas.
El panzaverde y el mapuche estamos hermanados por el espanto del
Remington y por la perseverancia en la resistencia. El mapuche sigue en la
lucha. ¿Y quedan raíces vivas de la resistencia charrúa de casi tres siglos?
Veremos.
Küme
mongen
El Estado genocida argentino nos ocultó o tergiversó los tesoros más
preciados de nuestra historia y les colgó el título de próceres a los
continuadores de la colonia. A uno le llamó incluso "padre del aula",
y los maestros y profesores repiten su "Día" en homenaje a un
cómplice principal del genocidio que fogoneaba el odio publicando su
"invencible repugnancia sin poderlo remediar" por los pueblos
originarios. "Indios asquerosos... su exterminio es providencial y útil,
sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño,
que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado".
Es ese Estado lamebotas de Sarmiento y la curia, caras de una misma
moneda "civilizatoria", el que censuró la historia de nuestras luchas
(la de los paraguayistas entrerrianos sublevados en Basualdo y en Toledo como
las luchas de la resistencia del País de las Manzanas, por caso). Y el que
también ocultó los saberes de nuestros pueblos, sea de la Patagonia, el Litoral
o el Altiplano.
Por eso hoy celebramos que la resistencia mapuche nos traiga las voces
küme mongen y küme felen.
En el sur la usan indistintamente, las dos son acertadas para referirnos
al vivir bien y bello y buen convivir en armonía.
En otras latitudes llaman a esta tradición sumak kawsay, suma qamaña,
tekó kaví, tekó porá. Felen significa ser así, estar así. Mongen: vida.
Dice el sociólogo Tito Tricot: "los mapuche se abocaron a la tarea
de irisar su Mundo sustentado en Itrofillmongen, la vida en su conjunto, la
biodiversidad, el equilibrio, el respeto. Al bienestar en armonía le llamaron
Küme Felen; Küme Mongen a la calidad de vida y Nor-Felen a la ley natural o
autorregulación de la naturaleza de las distintas dimensiones del Mundo Mapuche
donde habitan los hombres y las fuerzas de la vida desde tiempos
inmemoriales".
El estudioso Felipe Nayip Hasen Narváez agrega: "Hemos planteado
que la relación naturaleza–sociedad está regida por concepciones simbólicas que
regulan las practicas rituales, junto a una serie de principios ecológicos de
reciprocidad que llevan a un 'vivir bien' con el entorno, y que se asemejan a
algunos de los principios establecidos por el Enfoque Ecosistémico. En el
pueblo mapuche podemos identificar la idea de una 'energía vital' propia de
cada materia animada o inanimada, que no le pertenece exclusivamente al hombre,
y que debe circular entre todos los seres de la naturaleza, que toda la
naturaleza tiene un 'dueño espiritual' (Ngen) al cual se le pide permiso, ya
que nada puede utilizarse sin su consentimiento y que estos dueños espirituales
castigan el mal uso o transgresión de la naturaleza a través de los castigos;
que el territorio es un espacio de múltiples relaciones entre todos sus
habitantes, por lo cual debe ser cuidado y protegido; cada grupo que habita el
territorio tiene una función específica en el mantenimiento de la armonía y el
equilibrio; la existencia de mediadores (ngenpin) encargados de establecer una
relación equilibrada con la naturaleza y sus dueños espirituales, a través del
ritual, el pago de ofrendas y negociaciones. La aplicación de estos principios
está destinada al mantenimiento de un buen vivir o küme mogñen, el cual a su
vez está basado en un principio clave en el éxito de los anteriores, y que es el
conocimiento y respeto del entorno (el conocer el mundo terrenal y espiritual,
implica respetarlo)... En la concepción de küme mogñen del pueblo mapuche, la
ruptura del equilibrio provoca el desorden de los espacios y las estructuras,
por lo cual se llega a la enfermedad (social, biológica y espiritual), castigo
enviado por los Ngen (dueños espirituales) para controlar el uso de los
espacios".
"Haciendo un paralelo con el enfoque ecosistémico –sigue Hasen
Narváez-, éste en ningún momento aplica un marco normativo o de castigo, pero
sí plantea la necesidad de tener presente sus principios básicos, ya que lo
contrario podría llevar al desorden y daño ambiental irreparable, lo cual
podría significar el mismo castigo estipulado en la cosmovisión mapuche sobre los
transgresores".
De
Quinchau a Naigualvé
Mujeres y hombres entrerrianos y santafesinos expresaron días atrás su
solidaridad con los mapuche, tras la reciente represión en el lof Cushamen (lof
es lugar, comunidad).
"A la persecución racista, la matanza y la reducción a servidumbre
de miles y miles de mujeres, hombres y niños de todo el territorio argentino
durante siglos, le siguió el empobrecimiento hasta el desarraigo y la expulsión
de millones, para hacinar a los sobrevivientes en villas donde las personas no
estorben los negociados de los invasores y sus beneficiarios", dijeron en
un documento.
Es decir: el problema de la expulsión, el destierro, la acumulación de
riquezas en pocas manos y el hacinamiento de las comunidades se muestra en la
lucha mapuche pero afecta a todo el pueblo argentino de sur a norte, de este a
oeste. Y aclaremos: que algunas personas identificadas con cualquiera de
nuestros pueblos antiguos medre como capitalista moderno y busque beneficios
sectoriales no desmerece aquellas luchas, obvio.
Para finalizar: ¿nos ocultó el estado la historia mapuche? ¿Qué sabemos
de las luchas de los caciques Pedro, Llancamilla, Huiaiquillán, Tripaiñán,
Cusiche, Molfinquepu, Meliqueu, Huentillán, Santunu, Liñán, Cheuqueya, Curiñán,
Huenupil, Luciano y sus familias?
¿Qué sabemos de Quinchau, Huenchenecul, Prayel, Camulao, Pichi
Curruhuinca, Huilcaleo, Chacayal, Renque Curá, Manquiel, Nahuelpan, Marillán,
Curaleu, Cheuquel, Queupu, Zúñiga y tantos otros, mujeres y hombres, hermanas y
hermanos nuestros que nos vuelven con cada nueva manifestación de dignidad en
el sur?
¿Cuánto sabemos del nguillatún, cuánto de Nguenechén, el antu, el
cultrún, el mapu, el comoé?
La resistencia mapuche nos regala esa posibilidad del reencuentro con
nosotros mismos, y lavarnos la anestesia colonial.
Al fin y al cabo, poco sabemos de Cayul, Rayel, Manquiel, pero ¿no nos
han ocultado también en Entre Ríos y todo el Litoral a las mujeres y los
hombres que lucharon por siglos junto a Zapicán, Abayubá, Caytuá, Tabobá,
Añahualpo, Yandianoca, Carabí, Campusano, Naigualvé, Gelubilbé, Doimalnaejé,
Ticú Guazú, Juan Yaro, Gregorio, Boca Tuerta, Aguaré, Mañuá, los Yasú?
De
Anchorena a Benetton
Los terratenientes herederos de la invasión son amigos de los sucesivos
gobiernos de un Estado colonial, un país que luce el racismo metido en el
corazón mismo de la sociedad engañada.
En las batalla de la llamada “Campaña del desierto” nos encontramos con
momentos que nos recuerdan la (entonces) reciente Guerra de la Triple Alianza
contra el Paraguay.
La obra de Curruhuinca y Roux nos permite ver por momentos la guerra y
por momentos el genocidio. Hay un capítulo central que relata el apartamiento
de la ley en la invasión al Neuquén, más allá de la falta de legitimidad de
toda la campaña.
Ya hemos difundido, a través de ponencias del historiador Juan Antonio
Vilar, quiénes fueron los (pocos) favorecidos de la usurpación de los
territorios del sur. Álzaga Unzué, Mackinlay, Anchorena, Martínez de Hoz, Calvo
Menéndez Behety…
En esos tiempos hubo victorias y derrotas en ambos bandos. Los sureños
se entusiasmaron por caso con el triunfo sobre el Fortín Los Guañacos, cerca de
Chos Malal, en una embestida de 500 guerreros a las órdenes de los caciques
Queupu, Huaiquillán y Nahuelpan.
Fue en un enero como el de hoy, pero de 1881. Ese enfrentamiento nos
recuerda a Curupaytí, la sangrienta batalla perdida quince años antes por la
incapacidad de Bartolomé Mitre, que dio valor y esperanza a los paraguayos tras
derrotar a los argentinos. Fue, claro, una ilusión. (Se recordarán los versos
de Guido y Spano en Nenia, la canción quizá más bella y sentida que hayamos escuchado:
“¡Cómo, cielos, no morí/ cuando me estrechó triunfante/ entre sus brazos, mi
amante,/ después de Curupaytí!).
Y bien, los jefes mapuche y sus seguidores fueron muriendo con los años,
o terminaron desterrados, presos o rendidos. Algunos pasaron la cordillera…
Entre los más valientes guerreros y convencidos en la resistencia hasta
la última hora tenemos a Namuncurá, hijo de Calfucurá, pero hoy recordamos más
a su hijo convertido, el bello Ceferino. La historia oficial sigue ocultando el
99% restante, el vicio en la mentira parece incurable.
Los mapuche recuperaron decenas de miles de hectáreas, es cierto, desde
hace medio siglo. Pero la guerra es tan reciente que los reclamos saltan aquí y
allá. No hay que olvidar que en el sur hay un Elsztain con 500 mil hectáreas,
todo un país, hay un Joe Lewis que cierra el paso a los lagos, hay un Benetton
con un millón de hectáreas. Los cómplices del sometimiento no son tantos, y hay
comunidades que se la tienen jurada.
Daniel Tirso
Fiorotto. UNO. Domingo 22 de Enero de 2017