Tesoro: halló en Sevilla 175 nombres charrúas de Entre Ríos
Nayjaleu, Anac, Oon, Haquelddi, Choc, Xayaddel , Xalalla, Cotay, Lapalhunel, Massuya, Yballangis, Sut Sut, Yona, Jamoysin, Homit... Voces charrúas, y de etnias hermanas, cuyos orígenes se pierden en el fondo de los tiempos, vuelven a resonar en el aire de las y los panzaverdes y orientales, por los extraños caminos de la historia: un prestigioso investigador oriental (uruguayo), Diego Bracco, estaba indagando en el pasado de una población del norte de Santa Fe y encontró en Sevilla, España, tres listados de personas charrúas capturadas en Entre Ríos desde 1749, y encerradas en Cayastá para empujarlas a asumir la cultura europea. Esos documentos, verdaderas joyas para la ciencia, datan de agosto de 1758 y marzo de 1760.
El hallazgo de estas nóminas trae una particularidad: los sacerdotes que
los redactaron en Santa Fe para informar a la metrópolis en Europa preservaron
los nombres de los recluidos en su idioma original, como apellidos. Un manjar
para los lingüistas, que con esta materia prima empiezan a buscar parentescos
del charrúa con otras lenguas del mundo, hacia familias mayores. Por supuesto,
con la dificultad lógica de encasillar en fonemas castellanos toda una gama de
sonidos de otro idioma (no muy distinta en eso a tantos intentos de traducción
en épocas sin grabadores). Pero de hecho el lingüista Pedro Viegas
Barros (bien conocido en la Argentina por diversas contribuciones
sobre pueblos del norte y del sur, y particularmente en Entre Ríos por sus
aportes en torno de los testimonios del nogoyasero Blas Wilfredo Omar Jaime
sobre la lengua chaná), ya realizó observaciones
lingüísticas a partir de estos nombres charrúas, que permanecían ocultos en el
Archivo General de Indias, en España.
Las entregas de Bracco suman 175 nombres diferentes (hay más, pero
repetidos con pequeñas modificaciones), de un total de 400 habitantes de
Cayastá. Y constituyen un tesoro sin medida, que da
un impulso notable, y en algún punto inesperado, a los conocimientos sobre
nuestra idiosincrasia y nuestras migraciones milenarias, y también sobre la
lengua de los antiguos habitantes del territorio entrerriano. Es tal vez el
mayor aporte al conocimiento de la lengua más usada en Entre Ríos en tiempos
previos a la conquista europea, y que podrá compararse con unas pocas decenas
de términos charrúas ya registrados en otros documentos. Lo novedoso es
que, desde estos listados, el idioma charrúa se conoce hoy
principalmente por los nombres de personas que pasan a ser el centro,
por la cantidad y variedad. Y es que hasta el momento se conocían unos 60
términos, y ahora se agregan 175 antropónimos.
Para el asombro
En un ensayo titulado “Charrúas y aculturación: la primera década en
Concepción de Cayastá (1750-1760)”, el investigador Diego Bracco, que pertenece
al Centro Universitario de Tacuarembó, de la Universidad de la República
-Uruguay-, reprodujo cientos de nombres charrúas. Poco después publicó un
segundo informe, “Charrúas y Cayastá durante la década de 1780”, centrado en el
juicio que se le siguió a un cura corrupto y abusador, con testimonios de
charrúas reducidos que eran sus víctimas.
Bracco, doctor en historia por la Universidad de Sevilla, uruguayo e
italiano (aunque nacido en Copenhague), y especializado en las comunidades
indígenas de la región, es coautor de “Charrúas, Guenoas y guaraníes”, “La
insurrección del año 1686”, y autor de “Indígenas del Uruguay, de la
prehistoria a Salsipuedes”, y “Con las armas en las manos”, entre otras obras
de enorme significación para la comprensión de nuestro pasado y nuestro
presente. Además de conferencista, catedrático, investigador en distintas
disciplinas.
El Museo “Antonio Serrano”, de Paraná, ha resaltado sus aportes incluso
con una charla a distancia en pandemia, con la participación de destacados
expertos en la historia y la arqueología de nuestro país. Está en internet su
ponencia sobre los sangrientos sucesos del año 1686 en Santo Domingo Soriano,
al sur de Gualeguaychú, con la sublevación de personas que habían sido
capturadas al occidente del río Paraná (Buenos Aires), llamadas “pampas y
serranos”, las relaciones de charrúas, chanáes, españoles y guaraníes, y el
desenlace también fatal de aquellos choques.
Joyas sociales y lingüísticas
Conocemos los estudios de Bracco a través de la revista Tefros. Dice el
científico sobre las comunidades “desnaturalizadas”, es decir, desterradas, y
recluidas en una estancia del norte santafesino tras las encerronas resueltas
por los españoles en los años 1749 y 1750, en el territorio entrerriano: “En el
invierno del año 1758 se presentaron dos listados de los charrúas ‘fieles’ que
vivían en Cayastá… se encuentran actualmente en el Archivo General de Indias,
de Sevilla. Las nóminas -sin perjuicio del valor de la información que
contienen- presentan diferencias. La primera -agrega el investigador-, parece
haber sido elaborada con precipitación. Ello explicaría que se hayan omitido
numerosas personas entre las que destacan hijos de los que se anotaron en el
apartado ‘casados’. La lista estaría indicando una cifra de 391 personas. Tal
se obtiene sumando a los 250 de la nómina (del conteo de los nombres surgen
244), 44 recién llegados y 97 fallecidos que se señalan inmediatamente a
continuación del listado”.
Pero dejemos que se expresen las voces antiguas y recuperadas, que
transcribió Diego Bracco para nuestro asombro. “Juan Cheucheu casado con María
Francisca Ceuceú tienen una hija, llamada Juana. Luciano Celeguy casado con
Antonia Jamayddi, tienen hija llamada Bárbara. Cayetano Ayap casado con Luisa
Meyicay tienen una hija llamada Margarita. Valentín Pachiguis casado con María
del Carmen Andahey. Bartholo Sut Sut casado con Bernarda Xalalá tienen una hija
llamada María Rosa. Mariano Anac casado con Augustina Xalalá. Blas Anac casado
con Luisa Yapay tienen un hijo llamado Ventura. Diego Guatevél casado con
Ygnacia Estochoy: no tienen sucesión. Luis Payeguá casado con Bernarda Siaccin,
tienen dos hijos, Luis y Francisco. Miguel Doymajaleú casado con Theresa
Seboyal; tienen tres hijas Clara, María, y Jervasia. Joseph Vaqueguá casado con
Margarita Jantiguá, tienen un hijo llamado Valeriano. Gregorio Guachayban
casado con María Thamassi. Simón Yammirec casado con Hilaria Seboyay, tienen
tres hijos Juan, María y Antonio”.
Así aparecen esos apellidos tomados de hombres y mujeres de la etnia
charrúa y otras cercanas, voces que quedaron allí, en Sevilla, esperando los
ojos de la ciencia para ser recuperadas y divulgadas. Una manera de certificar
la historia milenaria del ser humano en este territorio, cuando tantas de estas
personas son ancestros de habitantes de hoy, seguramente ya con apellidos
castellanos o de otros idiomas europeos.
Las víctimas
Un feroz ataque militar organizado desde Buenos Aires, Santa Fe,
Corrientes, Misiones y la Banda Oriental (Uruguay) sobre el territorio que hoy
llamamos Entre Ríos destruyó desde 1749 las comunidades ancestrales que aún
vivían aquí, y cientos de los sobrevivientes fueron reducidos en Cayastá,
mientras que otros fueron dados como siervos a familias del poder. ¿Cuántos
murieron? Los historiadores no tienen certezas, pero calculan las víctimas
fatales de la embestida en miles de almas.
Entre las y los sobrevivientes que, según los estudios de Bracco, con el
tiempo fueron migrando y se consustanciaron con la cultura europea, tenemos a
los Doymajaleu, Jantiguá, Sut Sut, como se encuentran los Haquelddi, Xayaddel,
Xalalla, Lapalhunel, Massuya, Yballangis, Guijanddi, Hiljaleu, Ysquejan,
Vilenviabuvé, Guelamaddi, Guzquezjaleu, Yona, Jamoysin, Nogate, Letajan,
Achanay, Chayay , Yndahan, Aheal, Pispiz, Cható, Esquilchocho, Oysó, Genay,
Gedda, Guayubacddi, Guayi, Yumez…
El informe al que accedió Bracco contiene a las familias agrupadas. Por
ejemplo, indios viudos y solteros, y leemos: Ymaldoyve, Sensoyi, Homit, Nouijs,
Mayguigú, Anac, Lambayamvé, Aybá, Tozozos, Adipdayú, Ybaybaguy, Quesiguáque,
Indahan.
No faltan aquellos con nombre aparentemente castellano como los Monssón
o Monzón, los Verón, y algunos con apellidos idénticos a antiguos y conocidos
caciques de la región (los casos de Yasú y Llumillán), lo que lleva a pensar
que ya usaban el nombre hereditario. De hecho, los datos obtenidos en Cayastá
(Santa Fe) como en Santo Domingo Soriano (Uruguay), sobre la presencia de
familias Monzón entre los charrúas pueden dar otra pista a quienes por años han
buscado entre mocovíes, y entre correntinos y entrerrianos, el origen antiguo
de Carlos Monzón, el super campeón de box. ¿Pudo ser charrúa?
La variedad de voces inscriptas hace unos 260 años sorprende, y permite
estudios comparativos reveladores sobre la pertenencia de estas familias a
comunidades más amplias en la región, sea hacia el norte o el sur.
Otros nombres (apellidos): Gulhupyez, Hipiya, Ceypid, Huyepiguy, Oon….
Están los muchachos huérfanos Miguel Oychag, Silverio Guagiyec, Basilio
Hecptimec, Bernardo Theino, Jacinto Cayayac, Francisco Ahagysehic, Raimundo
Ybayhaguiy, Andres Ybaicoco, Eusebio Ybumayve, Casimiro Maygueco, Nicolás
Guadá, Roque Qeydove, Antonio Yijiis, Leon Caygi, Juan Guezyay, Antonio Jaddo,
Joseph Doyyan, Matheo Novave, Cipriano Maico, Juan Ysuayic, Cosme Cheganá,
Gabriel Ognis, Juan Goove, Francisco Ahé, Pablo Lavee, Marcelino Guachihin…
Viegas Barros
Los estudios de Diego Bracco y José Pedro Viegas Barros mencionados aquí
se suman a recientes investigaciones de autores como Gustavo Politis, Mariano
Bonomo, Camila Gianotti, María de los Milagros Colobig, Carlos Natalio Ceruti
(por nombrar sólo un puñado) sobre las culturas de los montículos en el sur
entrerriano (arawak, chaná timbú), y las relaciones del español y el charrúa,
en la paz y en la guerra, de un modo que en apenas dos décadas ha ampliado
sobremanera la mirada sobre nuestros ancestros. También el estudioso Elbio
Woeffray acaba de publicar un libro que relata un paseo por el probable
emplazamiento de Soriano en Entre Ríos anterior al año 1700, siguiendo estudios
de Flavio García, Whashington Lockhart, Aníbal Barrios Pintos, René Boretto
Ovalle, Manuel y Raúl Almeida, entre otros.
El lingüista Viegas Barros (Conicet) publicó un ensayo titulado
“Antropónimos charrúas de Cayastá (1758-1760): algunas observaciones
lingüísticas” (basado en los listados aportados por Bracco), en la Revista de
Filología y Lingüística de la Universidad de Costa Rica. Sus aportes se
insertan en una disciplina llamada onomástica, es decir, la parte de la
lexicología ocupada en el estudio de nombres propios; en nuestro caso, los
nombres de personas (antropónimos), bajo el ojo de la antroponimia. “Podría haber existido una diferenciación entre hablas femenina y
masculina”, apunta Viegas Barros. “Algunos antropónimos charrúas
habrían sido hereditarios... Muchos de los antropónimos charrúas eran propios
de hombres o de mujeres, al parecer… Es posible que algunas mujeres casadas
hayan sido nombradas a partir de los nombres de sus respectivos maridos. Muchos
de los antropónimos estaban formados por dos o más formantes que recurrían en
distintos nombres personales (es decir: parece haber existido un corpus de
morfemas combinables, con los cuales se formaban los nombres de persona).
Varios nombres, sin embargo, habrían estado formados por un único morfema…”
Viegas
Barros realiza una muy lúcida comparación de los nombres aportados en las tres
listas difundidas por Bracco. Su mirada despierta curiosidades en la
composición de los nombres, como por ejemplo la duplicación en varios de ellos
(Sut Sut, Pispiz, Ceuceu, Sisy, Seysey).
De canoeros a jinetes
En la introducción a sus estudios de los nombres charrúas, el lingüista
realiza una síntesis de la vida charrúa que aprovechamos para ubicarnos, y en
donde hace hincapié en la presencia de esta etnia y sus parcialidades muy
específicamente en el territorio entrerriano: “Durante el siglo XVI, los
charrúas parecen haber tenido un modo de vida canoero fluvial, con una economía
basada principalmente en la pesca y caza de animales acuáticos. Pero, tras la
temprana adopción del caballo, hacia el siglo XVII, pasaron a formar parte de
un complejo cultural ecuestre, convirtiéndose en ágiles jinetes, cazadores
nómadas de grandes presas como el ñandú (Rhea americana) o el ciervo de las
pampas (Ozotoceros bezoarticus). No practicaban la agricultura, tenían una
alfarería poco desarrollada y su organización social se basaba en bandas
controladas por un cacique. En territorio argentino, los charrúas habitaban –en
el momento del contacto con los españoles– al norte de la actual provincia
argentina de Buenos Aires, sur de la de Santa Fe y gran parte de la de Entre
Ríos. A mediados del siglo XVIII, los charrúas, que por entonces ocupaban un
territorio entre los ríos Paraná y Uruguay, fueron derrotados militarmente por
los españoles y muchos de los sobrevivientes fueron trasladados a la reducción
de Nuestra Señora de la Concepción de Cayastá, a cargo de sacerdotes
franciscanos desde su fundación en 1750”. Es allí precisamente donde esos curas
redactaron los listados, hallados por Bracco en España.
Santo Domingo Soriano
Escuchamos de Diego Bracco, en una conferencia, este resumen sobre los
pueblos ancestrales en los primeros siglos de la colonización europeas, donde
explica por qué los entrerrianos somos orientales como los uruguayos: “Cuando
llegan los europeos, como consecuencia de la técnica de los europeos pero sobre
todo de la fauna que introdujeron, entonces se genera un espacio de frontera
que va a operar durante todo el período colonial e incluso un poco más allá. La
historiografía nacionalista de Uruguay ha dicho ‘este espacio es la Banda
Oriental’, pero la Banda Oriental en la documentación colonial nunca es la
Banda Oriental del Uruguay; el río Uruguay es irrelevante como obstáculo a
partir de 300 o 400 kilómetros al norte de su desembocadura. El obstáculo para
los hombres, el caballo, el ganado, es el Paraná. Por lo tanto, se genera un
gran espacio entre el Atlántico, el estuario del Plata, el río Paraná, la zona
de bosques subtropicales que más o menos está en la latitud del río Ibicuy (en
el norte), y que más o menos va hacia donde ahora está Porto Alegre. Ahí, en el
período que nos ocupa, había (y estoy super simplificando) dos grandes naciones indígenas… Por un lado, los charrúas que
parecen mantener siempre una estrecha alianza, parentesco, y cosas que se nos
han perdido, con los chanáes. Por otro lado, los que los jesuitas llamaron
guenoas y los españoles y portugueses minuanos, que parecen estar
siempre al oriente del río Uruguay, hasta lo que ahora es Río Grande del Sur. Y
al norte de esto, este proyecto tan singular que dio lugar a una nueva cultura,
el mundo que hablaba guaraní y que se asoció para sobrevivir a la Compañía de
Jesús. Conectando todo eso había una avanzada de Buenos Aires, una avanzada de
todos, porque todos confluían ahí para negociar, que era Santo Domingo Soriano.
Soriano, que hoy está en la actual Uruguay y que en el momento de estos sucesos
estaba en lo que ahora es Entre Ríos”.
Daniel Tirso
Fiorotto. UNO. Domingo 10 de Abril de 2022