Un pasacalle solitario al rescate de un ideal
Localizan un sitio clave para comprender la guerra por el federalismo y la independencia, en el ejido de San Benito, cerca de Paraná. Campo de soja, banquina de soja, pasionarias en flor y en frutos trepadas al alambrado, y atado a los palos un cartel de plastillera que reza en colores patrios “Saucesito. Entre Ríos, libre y federal”, con una bandera artiguista en el centro.
Fue colocado por
la Agrupación Supremo Entrerriano con motivo de la Batalla
de Saucecito desatada en las orillas del arroyo de ese nombre (conocido
también como Saucesito), hoy San Benito, la ciudad que concentra dos hechos
históricos decisivos.
Aquel choque de
tres mil y más guerreros ocurrió el 25 de marzo de 1818 (a menos de mil metros
de los actuales cementerios de San Benito, si uno va por la ruta nacional 12
con rumbo a Crespo), y allí fue herido el jefe de los federales, Francisco
Ramírez.
La disputa se
originó en las diferencias de Buenos Aires con el Litoral sobre el modo de
organización del país y la manera de enfrentar la invasión de Portugal. El Directorio optó por abandonar la región y
ofrecerla a los portugueses, como antes la había ofrecido a España (armisticio
con el virrey Javier Elío de octubre de 1811).
Pero el
centralismo no calibraba la capacidad del estratega militar Francisco Ramírez y de sus tropas, en alianza con los
gauchos orientales al mando de Gorgonio Aguiar, y lo que el invasor planificó como
un paseo terminó siendo un fiasco, con enorme pérdida en vidas y en armas.
Tras el triunfo
contundente, y con los porteños en retirada, los entrerrianos y orientales
debieron cabalgar de urgencia hacia la costa del Uruguay para enfrentar a los
portugueses que se habían adueñado de la Banda Oriental e ingresaban a Entre
Ríos. (Dos años después de la declaración de la Independencia).
Tres campos
señeros
“Acá Ramírez con
las fuerzas orientales de Aguiar tenían 1.200 hombres, y las fuerzas de Buenos
Aires 2.000. Fue una batalla tremenda, entre muertos y heridos hubo 800
personas”, nos recuerda Raúl Bienvenido Pedrón, conocido por sus estudios de la
década federal y de la vida de Francisco Ramírez, y miembro de la agrupación
que colgó el cartel.
Los paranaenses
buscaban por años el momento de plantar bandera en el Saucecito, buscando el
lugar apropiado, para hacer visible aquel hecho histórico. Para Pedrón, quedan
dudas sobre el lugar exacto del enfrentamiento armado, pero tampoco busca una
precisión milimétrica. “Fue acá, en el Saucecito, poco antes de su
desembocadura en Las Tunas; algunos pueden confundirlo con el arroyo el Sauce.
El Saucecito nace en Oro Verde, bordea los terrenos de la Base Aérea, y divide
prácticamente Paraná y San Benito”, señala.
La Agrupación
Supremo Entrerriano y la Junta Abya yala por los Pueblos Libres, que acompañó
esta iniciativa, se proponen mostrar la línea directa entre los arroyos
Espinillo y Saucecito, por expresar dos momentos
de trascendencia para los propósitos de la revolución federal inconclusa, con
hincapié en la “soberanía particular de los pueblos”.
El 22 de febrero
de 1814 los entrerrianos y orientales al mando de Eusebio Hereñú resistieron
una invasión porteña conducida por el Barón de Holmberg en el Espinillo (a 25
kilómetros de Paraná por la ruta nacional 18), en una batalla que se considera
inaugural para el federalismo en el cono sur del continente y también para
Entre Ríos como provincia autónoma. Y cuatro años después, el 25 de marzo de
1818, los entrerrianos y orientales, esta vez bajo la jefatura de Francisco
Ramírez, resistieron otra invasión, dirigida por Marcos Balcarce, en un choque
más violento en cercanías del Saucecito.
Tres meses antes
de esta batalla, Francisco Ramírez mostró su habilidad guerrera en el arroyo
Ceballos y la estancia Santa Bárbara, hoy Departamento Gualeguaychú, al
rechazar también junto a los orientales otra invasión comandada por Luciano
Montes de Oca. Fue en diciembre de 1817 y enero de 1818. A propósito, la
agrupación Mingaché y los Boy Scout de Larroque realizaron un homenaje, semanas
atrás, y plantaron un monolito que recuerda el lugar.
Los tres actos de
resistencia se dieron en el marco de la revolución federal que lideraba José Artigas y que Buenos Aires intentaba destruir.
Como una paradoja, el 24 de junio de 1820, solo dos años después de Saucecito,
Ramírez y Artigas se enfrentaron en la Batalla de Las Tunas, también ocurrida
en San Benito. Allí Artigas fue vencido e inició el camino a su destierro
definitivo en el Paraguay.
Dice Aníbal
Vásquez sobre los sucesos de 1818: “Con la invasión portuguesa y la agresión
directorial, Artigas se encontraría entre dos fuegos mortíferos, de los que sin
duda no se hubiera salvado, a no contar con la adhesión y colaboración de
Francisco Ramírez”.
Ramírez herido
Raúl Bienvenido
Pedrón respondió nuestras preguntas sobre la batalla.
—¿Qué importancia
tiene Saucecito para el federalismo?
—Fue la tercera
invasión dispuesta por el Directorio de Buenos Aires. Pueyrredón se quedó con
todo el orgullo y la bronca de las derrotas ocurridas en Santa Bárbara y Arroyo
Ceballos, y dispuso de todo un poderío militar compuesto de 2.000 hombres que
desembarcaron el 20 de marzo de 1818 acá, en La Bajada del Paraná. Su misión
era dominar todo el territorio de la provincia de Entre Ríos.
—¿Cómo fue la
batalla?
—Ramírez se
encontraba en el sur de la provincia con el comandante Aguiar, secretario de
Artigas, y rápidamente tomaron el camino para la villa del Paraná. Entraron por
el arroyo El Pelado cerca de Diamante, y dispusieron las tropas sobre las
costas del Saucecito. El 25 de marzo de 1818, desde temprano, Ramírez mandó
unas partidas de federales hacia la plaza de Paraná. Era la conocida táctica
del jefe federal. Los hacía salir de sus puestos. Marcos Balcarce, que estaba a
cargo del ejército, salió rápidamente en busca de Ramírez y de Aguiar. Ya
Ramírez había pasado el arroyo Saucecito y a unas pocas cuadras había formado
sus filas, pero dejó dos alas de la caballería de su ejército escondidas en las
costas del arroyo. Cuando pasó Marcos Balcarce, Ramírez lo acorraló, le
presentó batalla, y en pocos minutos los que estaban escondidos cayeron sobre
el ejército del Directorio. Ramírez fue herido en un muslo, de un pistoletazo,
y murió un gran comandante entrerriano que se llamaba Samaniego, pasado a las
tropas de Buenos Aires.
Enseguida, los
portugueses
El comentario de
Pedrón describe el momento crucial. Los principales referentes de Artigas en
Entre Ríos hasta entonces, Gregorio Samaniego, José Eusebio Hereñú, Gervasio
Correa, Evaristo Carriego, se habían pasado al bando porteño, de modo que el
desembarco de tropas de Buenos Aires con el auxilio de estos conocedores del
terreno daba garantías al Directorio. Eso muestra la enorme preparación de los
paisanos entrerrianos y orientales, y de su jefe Ramírez, que después de
enormes esfuerzos dio por tierra con el centralismo y las monarquías en la
batalla de Cepeda el 1º de febrero de 1820.
Aquel vuelco de
los jefes entrerrianos puso a Artigas en alerta, y es que necesitaba
imperiosamente del auxilio de los entrerrianos y también del Directorio, porque
los portugueses habían anexado la Banda Oriental como Provincia Cisplatina.
Artigas le había escrito a Pueyrredón cartas enérgicas. “Hasta cuándo
pretenderá Vuestra Excelencia apurar mis sufrimientos?”, le preguntaba.
“¡Vuestra Excelencia empeñado en provocar mi moderación? ¡Tiemble Vuestra
excelencia sólo al considerarlo!”. Y luego: “Yo en campaña y repitiendo las
sangrientas escenas de la guerra contra los injustos invasores y Vuestra
Excelencia debilitando nuestra energía”. Para cerrar, como
dice Beatriz Bosch, subiendo el tono: “Vuestra excelencia es un criminal
indigno de la menor consideración”. Como consecuencia, Buenos Aires
decidió de inmediato las invasiones a Entre Ríos, y el ejército porteño rebotó
entonces contra los gauchos de Ramírez una y otra vez, como antes había rebotado
en el Espinillo.
Apunta Pedrón:
“Saucecito tiene una importancia muy grande. Después de la batalla Ramírez y
Aguiar tienen que viajar a Concepción del Uruguay, porque estaba siendo
invadida por los portugueses. Ya en mayo teníamos las tropas portuguesas en las
costas del río Uruguay. Los cañones que les confiscaron a las tropas porteñas
fueron a parar al Paso de Vera, a Perucho Verna y a la calera de Barquín.
Quedaron muchísimas armas”.
Oscar Tavani Pérez
Colman explica en su obra Ramírez y Artigas que si bien los portugueses tomaron
Concepción del Uruguay y la saquearon, luego se replegaron y cruzaron el río
gracias a la guerra de guerrillas que emprendió Ramírez, para no enfrentarlos
directamente, una estrategia que dobló su prestigio en la población.
Son varios los
historiadores con referencias a la época y en particular a la Batalla de
Saucecito, como Beatriz Bosch, Leandro Ruiz Moreno, Facundo Arce, Martín Ruiz
Moreno, Juan Antonio Vilar, o el historiador de San Benito Aníbal González
Comas, que ha hecho foco en hitos fundamentales de la historia zonal como las
batallas del Espinillo, Saucecito y Las Tunas.
Facciosos y
racistas
Para Vilar,
“Pueyrredón gobernó despóticamente sin admitir la menor disidencia”, y en 1817
hacía gestiones avanzadas para coronar aquí un príncipe francés, en las
antípodas del artiguismo que luchaba por una república. Las negociaciones
fueron abortadas por el triunfo de los entrerrianos y santafesinos en Cepeda.
El paranaense
apunta que el artiguismo fue “una masiva expresión popular de campesinos,
criollos pobres, mestizos, gauchos, indios, hasta negros, conducidos por el
Jefe de los Orientales, que lucharon por un país independiente, republicano,
federal e igualitario (con su lema “naide es más que naide”). Y que Buenos Aires, por el contrario, “careció de una
clase revolucionaria. El poder quedó en manos de conservadores monárquicos e
ineptos, servidores de Inglaterra, tenebrosos, facciosos autoritarios,
comerciantes aprovechados, calumniadores, comerciantes terratenientes racistas,
y un elenco estable”.
Claudio Martínez
Payva recopiló y recreó versos referidos a esa época bajo el título Antigua
Litoralera. El artista Ricardo Maldonado compuso un cielito con esa letra. Se
trata de una pieza extraordinaria de alto valor poético e histórico. Allí
escuchamos: “Federales, federalas,/ no doblemos las
rodillas/ ansí rieguen las cuchillas/ con un chaparrón de balas”.
Datos fieles, nombres propios, premoniciones y arengas. “En esta guerra/ está en juego la suerte/ de nuestra tierra”.
Antigua Litoralera
Entre un bufar de
baguales
ganando a lanza el
destino
vivimos sobre el
camino
los que semos
federales.
Quien nos provoca
que convierse
primero
con Montes de Oca.
De Entre Ríos a
Misiones
no almitimos
unitarios,
por desliales y
arbitrarios
los echamos a
empujones.
Y el baile sigue
porque aún es
bastonero
Martín Rodríguez.
Dicen los
directoriales
que sólo ellos son
los güenos,
naide es más y
naide menos
decimos los
federales.
Libres y juntos,
o que sigan a muerte
los contrapuntos.
Por Fernando y
otros godos,
Carlotas, Juanes y
Lucas
trabajan los de
peluca,
y nojotros contra
todos.
En esta guerra
está en juego la
suerte
de nuestra tierra.
Ni dotores ni
borregos
nos llevarán por
delante,
ande el Supremo se
plante
no lo mueven ni con
ruegos.
Ñandubays duros
semos los
entrerrianos
pa estos apuros.
Si aguanta el
santafesino
y no afloja el
cordobés
haremos que el
portugués
se güelva por ande
vino.
Y entonces puede
que los porteños
sepan
lo que sucede.
Federales,
federalas,
no doblemos las
rodillas
ansí rieguen las
cuchillas
con un chaparrón de
balas.
Tuyos y míos
sean siempre estos
gritos:
Patria, Entre Ríos.
Daniel Tirso Fiorotto. UNO. Domingo 03 de Abril de 2022