Linares cumple 100 y nuestro himno florece por naturaleza
Belleza y fundamento, zorzal y patria, igualdad y autonomía, sueño y lucha, ritmo propio, pájaro y símbolo, en la obra cumbre del cancionero de Linares Cardozo. Paisano de una sensibilidad a toda prueba, capaz de captar las más sutiles vibraciones con un oído privilegiado, Linares no marca huellas: alumbra con su poesía, con su voz, muestra los trinos, los arroyos, los emblemas que nos trascienden. Nos invita a escuchar, a hacernos pájaro.
Calandria es
libertad: no sabemos quién empezó con eso, quizá la misma calandria. Todos lo aceptamos
con fe y repetimos, y Linares lo refrenda.
Cara de gaucho
grueso y finura de mujer en las palabras, Linares Cardozo tiene algo de espina
y algo de luz celeste y lila. Madre correntina, padre oriental, cultura
panzaverde hasta los tuétanos. Por él gozamos hoy de la chamarrita, porque en
verdad desempolvó y cultivó este ritmo que suena tan lindo, tan de adentro, tan
nostálgico y alegre al mismo tiempo, y cuando se baila da ganas de ser
entrerriano, entrerriana, para merecerlo.
Ruedas de mate
“Corazón tierno
y fibra fuerte de caranday” es uno de los versos logrados de la poesía
entrerriana referida a la condición del ser humano de este territorio. Suena
tan sencillo, ahora que lo conocemos, pero el autor debió caminar mucho los
montes, escuchar largo, tratar en ruedas de mate con obreros de las palmas, y
conversar más con las familias del lugar para arribar a este resumen redondito
en el que nuestro artista se agarra a la voz sin tiempo, caranday, con la
certeza de que los idiomas de esta tierra surten poesía.
Linares no
pronuncia entrerriano sino “entre-riano”, como acentuando la presencia del río,
como diciendo que somos “rianos” pero no de uno sino de muchos ríos que, al
decir de su par Juanele, nos cruzan.
Naide es más
“Entrerriano,
pa’ lo que gusten, paisanos, en un apretón de manos se va toda mi amistad”,
lanza Linares Cardozo a modo de presentación. El espíritu servicial de las
mujeres y los hombres de este territorio, su vocación por considerar al otro y
colaborar, están sintetizados allí. Claro que nombra un rasgo que no
necesariamente se cumple y se preserva en todos, pero ahí está, a veces un
tanto apagado por el sistema imperante y por eso Linares lo subraya con esa
actitud pedagógica que le es intrínseca.
Se sobreentiende
que los paisanos no van a pedir algo que no corresponda; “pa’ lo que gusten”
significa colocar el agrado del vecino, del copoblano, por encima del interés
propio, personal. Es entrega, es servicio al prójimo. Y en el apretón de manos,
sabemos, se cultiva la amistad y más: la palabra. El poeta despierta en su
canción principios fundamentales, si sabemos que dar la mano es más importante
que poner la firma: la firma nos hace propietarios, la mano nos hace personas.
“Entrerriano,
montielero firme y llano, glorias de patria y pasado agita el ser montaraz”.
En esta segunda manifestación de fe del chamamé Soy entrerriano en
que Linares se define y nos define, no falta el rasgo prominente de nuestra
sociedad inserta en la selva y con siglos de luchas por la autonomía y la
independencia en su haber, que sigue palpitando en nuestra naturaleza. Historia
potente pero no encerrada en el museo, entre paredes; historia viva, crujiente,
jamás clausurada.
La igualdad
“Por siempre
llevo un zorzal apuntalando mi cantar, talar de fe para anidar mi gaucho arisco
cardenal”. El himno de los panzaverdes por antonomasia debía nombrar al
zorzal como emblema de la música que baja de los árboles, fuente de nuestras
voces; y al cardenal, símbolo federal y rebelde en el espinal. Música en las
aves, rigor en el tala: ahí la fuerza del pueblo tagüé, servicial y arisco a la
vez.
“Calandria en
la libertad, y la ancestral ley del minuán, donde naide a naide es más, esa es
mi ley de la igualdad”. Si decimos zorzal y cardenal decimos calandria: las
alegorías del litoral están casi redondas en esta terna. Arte y autonomía,
libertad, belleza y comunidad integradas en el paisaje, todo como una
plataforma para que el entrerriano, la entrerriana, gritemos nuestra doctrina:
“naide a naide es más”. Así lo canta Linares y elige minuán para decir minuán,
charrúa, chaná, yaro, guaraní, afro, gaucho, en fin, pueblo tagüé.
No es una clave de
Linares la canción de protesta. Nuestro artista prefiere altas honduras de las
que se desprendan las prácticas, pero en lo habitual no las nombra porque sabe
que son interminables y renovadas, y que están incluidas en el símbolo.
El músico Miguel
Martínez, el Zurdo, solía nombrar a Linares (le llamaba el Tocayo, por el
apellido) como uno de los puntales del cancionero regional junto a Aníbal
Sampayo y otros. Y de hecho interpretaba algunos de sus temas. El Zurdo también
señalaba algunas diferencias: por qué el hijo del pescador debía ser pescador,
por qué no podía ser médico, abogado. Pero Linares podía responderle por qué no
podía ser pescador… Es decir: la poesía da para interpretaciones diversas, cómo
no, según las miradas y las influencias en cada lector.
“Y por dicha
del destino tengo a mano un arroyuelo, una lomada un bajío donde calmar tanto
sueño”. El autor paceño agradece aquí la buenaventura de nacer con el
murmullo de los arroyos curvilíneos entrelazados aquí por miles, y en las
ondulaciones que alimentan el ensueño. Dice sueño, pero Linares tiene la
palabra “ensueño” a flor de labio en cada conversación.
Mande nomás
“Soy
entrerriano, de ñandubay, corazón tierno y fibra fuerte de caranday”.
Bueno, aquí unos versos que nos pintan ante el mundo entero. Firmeza y dulzura
en la misma raíz, opuestos complementarios, sabiduría del Abya yala (América)
sin decir filosofía.
Palmera y espina y
voz antigua revivida en los montes. El poeta no circunscribe a su pueblo al
estado de guerra, lo ve completo, lucha y música, bravura y amor, y la palma
caranday le regala una metáfora bellísima. Hoy se comprende un poco menos
quizá, pero hace pocas décadas esa palma daba fibras por toneladas para sogas,
asientos, alpargatas, en fin, daba trabajo a miles, y felizmente esa
explotación no arrasó con el monte: hoy abunda la palmera de hojas con firmeza
en un puñado de fibras y un tierno cogollito.
“Soy
entrerriano, mande nomás, soy del Supremo, pluma e’ ñandú, bien federal”.
El “mande nomás” es una reafirmación del espíritu de servicio, con una frase
muy de acá, en la que el hablante se abre al otro sin vueltas, se dispone a que
se haga la voluntad del otro, como expresión mayor de amistad, comunidad, humildad.
No soy yo el que tengo el poder y mando y me impongo. Esa actitud no equivale a
sólo obedecer, nada de eso: el que dice es el que se ofrece al otro, para ir
juntos. El “mande” manifiesta una predisposición espontánea, descuenta que el
mandamiento será para bien de todos porque se dirige a los paisanos en los que
el vecino tiene confianza, en donde se siente en comunidad.
Linares cierra la
obra con una declaración política no partidaria: pluma e’ ñandú, es decir,
identidad entrerriana, convicción federal, y por eso evoca al Supremo, el
caudillo que acompañó los mayores ideales autonomistas en tiempos
revolucionarios con José Artigas y ganó batallas fundacionales. Al no mencionar
el apellido o el nombre del líder, zafa del personalismo, tan común en estos
lares.
No le vamos a
pedir al poeta que escriba historia, claro. Linares encuentra la médula y
canta. Luego vendrán libros con bemoles y sostenidos científicos.
El himno
Hay tantos temas
entradores en nuestro cancionero que no podríamos elegir uno. Y no hace falta.
Sería como obligarnos a decir clavel o rosa, orquídea o jazmín, cuando en
verdad podemos disfrutar de todas, cada cual con sus trazos, colores, texturas,
perfumes por ahí. Pero si de un himno se trata, si vamos a buscar una canción
que cantemos todos y nos exprese como orilleros, como habitantes de estas
lomas, como miembros de esta sociedad con historia milenaria aquí, bueno: el
chamamé de Linares, Soy entrerriano, es una pieza clave, sin dudas. No tiene
por qué ser única ni excluyente, entre tantas canciones bellas.
¿No es la mejor?
Felizmente nunca nos pondremos de acuerdo porque hay para todos los gustos,
incluso en el cancionero del mismo autor. Pero Soy entrerriano es sentida como
un himno.
Un himno puede
identificar a muchos en una región por el contenido y la lírica, es decir:
aquellas personas o aquellos grupos que en lo cotidiano piensan distinto o
incluso se saben adversarios, suelen encontrar un punto de intersección, un
ámbito común, cantando a coro la belleza y los valores de su tierra. Los
símbolos alcanzan el ADN común, atraviesan las fronteras, los tiempos, las
diferencias.
Quién no cantaría
con agrado Soy entrerriano, con la vecindad, con el pueblo, con el que vota
distinto. Este chamamé es una marca, y es agenda y ayuda memoria, porque juntos
ahí decimos que estamos al servicio del común; nos manifestamos respetuosos de
las culturas del mundo pero desde la nuestra, desde la pluma de ñandú, desde el
copete del cardenal que dice federalismo y está bien pintado en la banda roja
con todos los fundamentos de la revolución federal, es decir: la banda roja en
memoria de la sangre derramada por la independencia, tras siglos (siglos) de
resistencia a las invasiones.
Un gaucho corazón
Linares Cardozo es
educador, pintor, poeta, músico, intérprete… Pero fundamentalmente fogonero de
la identidad regional, buceador de nuestra idiosincrasia, por fuera de cánones
y ministerios.
“Antigua cruz
de leyenda cerquita de Feliciano/ marca el lugar que cayera el chasque Lázaro
Blanco…”. Ese chamamé en la voz de Luis Lonardi, el Gringo, es otra
pintura.
Dicen los
lugareños que Linares conversó largo y tendido con la familia de Lázaro Blanco
antes de alzarlo en su lírica, se dejó volar en su tordillo. “Frescura de
arroyo manso, rescoldo de la amistad… Ilusión del rancherío, consuelo de noches
largas”.
El gaucho está
metido en el paisaje, y Linares lo dice sin forzar nada.
En los tiempos en
que Linares escribía sus versos no se hablaba de la ecología. Sin embargo, la
cultura criolla viene impregnada de naturaleza, por antiguas raíces. Hoy, con
la conciencia sobre el estado del monte y el suelo y sus habitantes, aquellas
letras cobran otra energía. “Cuántas veces pienso vidalitay en la tacuarita,
una pizca e’ cielo y un canto a la vida. Tacuarita azul, florcita viva del
ñandubay”.
Los valores, los
principios, las luchas, están expresados en un trino, en una flor. Escuchemos
por ejemplo la voz del achiral: “soy la flor de los valientes,/ los de
estirpe federal,/ la llamarada que enciende/ mi predio de libertad”. “Se
agrandó la noche con el entrevero/ y una retirada se tornó silencio;/ con la
alborada se hizo luz de flor vibrante/ encendida sobre el pecho montonero que
cayó/, y hoy por los pagos entrerrianos la veneran/ y se cuenta que la achira
guarda un gaucho corazón”.
El poeta le canta
a la verdad que es permanente, y saca de la derrota una flor. Para escuchar a
Linares hay que prepararse un mate, hay que abrirse al poeta y a las
curiosidades de la cultura regional. “Al morir un entrerriano dijo muy
tranquilizao/ pónganme una cebadura pa’ matear del otro lao”… Es decir:
mate eterno, relación honda y sin fin del ser humano con su entorno,
conversación cósmica entre distintas generaciones y con la Pachamama.
Las Mingas
Dominga Ayala fue
reconocida por una agrupación del litoral con la distinción Conciencia Abya
yala. En los fundamentos del premio los entrerrianos dieron cuenta de los
conocimientos de esta mujer, su solidaridad con la vecindad, su amor a la isla,
su vida austera y hospitalaria, y al mismo tiempo expresaron: “A sus méritos
personales y los de su familia y sus vecinos, se suma que el gran artista
entrerriano Linares Cardozo se inspiró en ella para componer hace más de medio
siglo una de las más bellas canciones universales: la Canción de cuna costera”.
Un símbolo de la
entrerrianía como es Minga Ayala apareció en nuestro horizonte gracias a la
intuición de Linares. Las “Mingas” existen pero no todos podemos descubrirlas a
nuestro paso.
Diversos aspectos
de la fisonomía regional son abordados por Linares con naturalidad. En La
hernandiana, por caso, escuchamos: “Si dos gauchos de mi tierra/ simbolizan
la amistad,/ Cruz debe ser José Hernández/ y Fierro, López Jordán”.
Juan María
Martínez (Pirungo), el menor de los hermanos varones de Linares, pintor y
maestro rural radicado entonces en La Paz, nos apuntó una vez que los Martínez
eran una familia oriental que emigró a Entre Ríos en tiempos de guerras
fratricidas. Con abuelos blancos orientales, y padre uruguayo también (Lindolfo
Martínez) pero nacionalizado argentino e yrigoyenista, Pirungo nos recordó
entonces que, lejos de la política, su hermano Rubén (Linares) quería ser
médico y después de algunas peripecias se dejó vencer por la vocación docente y
el arte. Eso no significaba, claro, que escondiera sus simpatías; sabida es la
relación estrecha de los blancos orientales y los jordanistas entrerrianos.
Andar caminos
Para escribir Soy
entrerriano, Linares no precisa recorrer bibliotecas, sencillamente cuenta lo
que sabe de andar caminos, presta su voz al paisaje, como lo hace a lo largo de
toda su obra. La hernandiana no es una composición poética, es más bien un relato
en versos, y hay que decir que nuestro poeta parece más en su salsa cuando se
deja volar con las alas.
La chacarera Como
los pájaros es también una definición. Hay una interpretación sin fisuras de
Víctor Velázquez, y cuando la canta el propio Linares su guitarra y su silbar
muestran algo muy de él, intransferible. El silbido de Linares es el de un
pájaro, hay que escucharlo, una joyita. “No hay espina para mí/ si rienda
doy al soñar:/ igualito que el chingolo/ vivo entre el cardal”.
Linares Cardozo
nació en el barrio El Florestal de la ciudad de La Paz, en Entre Ríos, un 29 de
octubre de 1920, hace 100 años. Su nombre de pila: Rubén Manuel Martínez Solís.
Cada 29 de octubre celebramos en su memoria el Día de la Chamarrita.
El centenario del
natalicio ha promovido una serie de encuentros virtuales para agradecerle. El
viernes pasado hablaron Celia Taffarel, Gustavo Surt, Mario Escobar, Chino
Martínez y Diana Soto, por una vía que organizó la Municipalidad de Larroque a
través del canal larroqueculturaencasa. Escuchamos un diálogo emotivo de gente
que conoció bien al artista. Concepción del Uruguay preparó varias actividades,
entre ellas una muestra virtual de las pinturas de Linares. La exhibición
titulada Trazos Sonoros recorre desde la página web del municipio de Concepción
la obra de Linares y está abierta hasta el 15 de noviembre. Hay varias
iniciativas superpuestas que recuerdan al maestro. Desde este espacio nos
concentramos en ese como himno, Soy entrerriano, que probablemente sea cantado
en renovadas versiones para seguir manteniendo en presente las lindezas de
nuestro pueblo y el fogón que es su autor, poeta y cantor.
SOY ENTRERRIANO
Entrerriano, pa’
lo que gusten, paisanos, en un apretón de manos se va toda mi amistad.
Entrerriano, montielero firme y llano, glorias de patria y pasado agita el ser
montaraz.
Por siempre llevo
un zorzal apuntalando mi cantar, talar de fe para anidar mi gaucho arisco cardenal.
Calandria en la
libertad, y la ancestral ley del minuán, donde naide a naide es más, esa es mi
ley de la igualdad.
Y por dicha del
destino tengo a mano un arroyuelo, una lomada un bajío donde calmar tanto
sueño.
Soy entrerriano,
de ñandubay, corazón tierno y fibra fuerte de caranday.
Soy entrerriano,
mande nomás, soy del supremo pluma e’ ñandú, bien federal.
Daniel Tirso Fiorotto. UNO. Domingo 25 de Octubre de 2020