Fermín Chávez, remanso de paz para un peronismo desorientado
Sereno, firme y abierto, decente y amable en el trato, riguroso en las investigaciones, reservado en su valiente militancia por los derechos humanos. El historiador entrerriano picotea la conciencia de propios y extraños.
Mauricio Macri había sido elegido presidente
de la Argentina, faltaban días para su asunción. Uno de sus anunciados
ministros dijo en los medios algo en torno del 11 de setiembre y nos inspiró un
comentario que ponía en alerta sobre nuevos homenajes posibles a Domingo
Sarmiento. Lo redactamos bajo este título: “Macri está a punto de pisar el
palito”.
Firmamos con nuestro nombre completo, pero al
final copiamos un poema de Fermín Chávez referido al regreso de López Jordán
tras la batalla de Pavón. El gran historiador y poeta argentino había fallecido
una década atrás. Mala idea, la nuestra: los lectores veloces que se saltan nueve
de cada diez letras confundieron su nombre con el autor de toda la nota, y fue
pasto para las bestias. Los insultos que debían dirigirse a este periodista
fueron desviados al notable escritor, en estos términos: “Fermín Chávez no deja
de ser un militonto”; “Bueno señor Chávez se nota usted es semejante a
Hugo Chávez y k extremo... su nota es tendenciosa y prejuzga totalmente antes
de asumir Macri. Déjese de joder escribiendo pavadas k”. Y algo más: “Deje de
confundir a la gente señor Chávez”. En fin: confundidos dando consejos.
La polémica se puso sabrosa, pero claro, con estos
condimentos y pagó justo por pecador. De ahí un poco este desagravio,
aprovechando este 2022 que recordamos los 200 años del nacimiento de Ricardo
López Jordán, a quien conocimos mejor por la pluma de Chávez que, como el prócer,
veía en Entre Ríos una “provincia mártir pero heroica”. En el país de los
exclusionismos, de la fragmentación permanente, vale esta relectura de un
paisano redondo.
No estamos tan en cuero
Echado en 1956, echado en el 76, severo
frente a los dictadores, Fermín Chávez, ¿ninguneado y censurado en el siglo
XXI?
Nos preguntamos si le perdonarán un día su
claridad para denunciar la farsa de la historia porteño colonial. ¿Perdonarán a
quien logró mostrar la civilización de los bárbaros; a quien nos señaló los
pensadores de la región y los manipuladores europeos; a quien colaboró con la
industrialización del interior del país contra los poderes financieros
porteños; a quien denunció la función uniformadora de la educación colonial
para la servidumbre? ¿Perdonarán al peronista que no se calló ante Menem?
¿Perdonarán su claridad para identificar a dominadores y dominados en el plano
internacional y en la vida interna de la Argentina? ¿Perdonarán al que reprochó
a los radicales entrerrianos la omisión de su origen federal jordanista? ¿Al
que reconoció la extracción liberal de los ministros del propio Perón, que
impidió la revisión de la historia? ¿Perdonarán al nogoyasero que en los años
50 se reunía todos los viernes con Evita para tratar los asuntos de la patria?
Su enumeración detallada de las siete
invasiones inglesas a la Argentina, una perlita, lo mismo que sus
interpretaciones de la influencia británica humillante en momentos clave de la
región (como la destrucción del Paraguay); vendría bien recordarla a tantos
entusiastas del destino de la corona británica en estos días, cuando ha muerto
una de sus conquistadoras consuetudinarias. Sus críticas al poder como razón de
los cambios, a la ética de la responsabilidad (“si no hay poder no hay deber”),
que paraliza a los pueblos. Sus descubrimientos sobre las fuentes de El Martín
Fierro, su biografía de Hernández, su recuperación de la revolución entrerriana
con Ricardo López Jordán, su ensayo sobre el positivismo…
Dice Fermín Chávez: “En
la periferia del mundo la inteligencia descolonizadora tiene muchos
comenzantes. Están los Vasconcelos, Fanon, Memmi, Fernández Retamar, Ribeiro,
Ortiz Pereyra, Doll, Scalabrini Ortiz, Carlos Montenegro, Jauretche, Hernández
Arregui, y muchos más, con una carga preciosa de ingredientes; con mucho de oro
y otro tanto de hierro. No estamos, entonces, tan en cuero”. Ah, porque además
de ayudarnos para la emancipación escribía lindo, lo hacía en su entorno, y no
empezaba una lectura en el prejuicio o la descalificación: aquel por zurdo,
este otro por facho, el de al lado por radical o peronista, es decir, no resbalaba
en categorías ajenas. De modo que uno puede disentir con él pero aun así estará
en el mismo camino de la sincera búsqueda de la verdad. Por ejemplo: ¿cuándo
hay de la Argentina antes de 1810? Chávez ve en el período
colonial un germen: de allí salieron los libertadores.
Los exclusionismos
Un artista y pensador notable de origen
cordobés le confesó a un escritor amigo de Paraná que quería morirse para poder
preguntarle a su hijo por qué se había suicidado. Y murió tristemente poco
después. No es el caso de Fermín Chávez, que falleció en 2006, pero se parece:
dos meses antes su hijo Fermín Ricardo, que era instructor de vuelo, se había
estrellado en una avioneta Piper biplaza con un joven aprendiz peruano, David
Zelaya, en medio de una tormenta cerca de Andalgalá. En ese fatídico marzo
murió Fermín Chávez, en mayo terminó de morirse su padre, Fermín Chávez.
Cada vez que, en las frecuentes disputas
político partidarias, surgen críticas al peronismo en su conjunto, a veces por
las privatizaciones, a veces por la corrupción, y a veces por el exclusionismo
que es marca en la política argentina (como decía Shumway), solemos recordar al
peronista Fermín Chávez porque su memoria basta para desarmar las
generalizaciones y los prejuicios que tanto daño causan en el conocimiento, en
la conciencia.
Si Chávez es peronista, entonces un peronista
es decente como la mayoría absoluta de los obreros y campesinos, mujeres y
hombres que han votado al peronismo por décadas; es estudioso, generoso,
patriota, abierto, ocurrente, cálido en el trato. Si Chávez es peronista, un
peronista es gente de palabra, rebelde, “alvertido” (según el concepto que
explicaba Yupanqui); sabe reconocer los atributos del adversario, valora la
unidad de los pueblos, cuestiona a las oligarquías y a los imperialismos,
escribe la historia documentada, desconfía de los relatos del sistema, se
alista en las luchas federales, autonomistas; ama las poesías, ama a sus pagos,
a su gente, respeta al otro y expone con talento; escucha a los jóvenes; lucha
por los derechos humanos ante las peores dictaduras y no cacarea por eso.
Algunos sectores lo tienen ahí nomás, y es
que no toleran su catolicismo, aunque esté lejos del clericalismo. Otros
sectores adversarios lo tienen ahí nomás porque no toleran sus denuncias contra
la historia oficial mitre roquista. Hasta hace un tiempo (no sé ahora), ni las
bibliotecas de las carreras de periodismo tenían sus libros, es decir:
ninguneaban en su propio territorio a uno de los periodistas notables y
esclarecidos del país. Por peronista, la dictadura no quería sus obras, no las
quería cierta izquierda por su autor peronista y católico. No las querían los
urquicistas por jordanista, no las querían los neoperonistas por su decidido
combate doctrinario contra el neoliberalismo menemista y la corrupción, lo que él
consideraba otro eslabón de la política de devastación de Martínez de Hoz, es
decir, a años luz del peronismo…
Paisano de los fogones
Además de sus ensayos académicos y sus obras
literarias, Fermín Chávez aportó su militancia social entre los herederos de
varias derrotas, y fue maestro en el criollaje que no se encuentra cómodo en
partidos, organismos públicos ni universidades; pero no diríamos criollaje
paria, porque la “soberanía particular de los pueblos” no tiene padres, y
porque esta paisanada no se considera jamás relegada en su propia tierra,
aunque la sociedad urbana occidentalizada los vea como mateando en los rincones
siempre con ganas de conspirar.
Criollo de una pieza, Fermín Chávez además de
historiador fue político, pero no calzó en los requisitos de la decadencia. Su
vida y su obra son un obstáculo para la tendencia actual a acumular argumentos
y argucias a favor de una hipótesis a como dé lugar. Apenas digamos que el
peronismo no estuvo a la altura de las circunstancias junto a los desaparecidos,
y que fue el radicalismo con Alfonsín el que levantó las banderas, aparecerán
documentos de la lucha del peronista Fermín Chávez en los días duros. Apenas
digamos que el peronismo entregó las joyas de la abuela junto a la UCeDé
aparecerán los testimonios del peronista Fermín Chávez describiendo a Menem con
marcas y señales, dejando encendida una velita para tiempos mejores.
Con Fermín Chávez uno puede no coincidir,
pero es imposible negar coherencia, valentía, decencia y arte en sus aportes a
la cultura latinoamericana, argentina, entrerriana. El peronismo, extraviado
tantas veces, encuentra en Fermín Chávez una tabla de salvación que nos puede
llevar a varios puertos, pero ninguno indecente, ninguno enredado. Una sana
reivindicación podría esclarecernos. Siempre, claro, con el riesgo de usar su
nombre para que algunos se bañen en su prestigio y sigan por los caminos de la
servidumbre, que no son los caminos de Fermín Chávez. Así es la vida.
Peronistas y radicales
Aquellos que en las horas difíciles se
encolumnaron con el poder y ningunearon a Fermín Chávez están en todo su
derecho de desagraviarlo hoy y honrar su nombre escuchando mejor su palabra y
su coherencia. Actuó en su tiempo, participó, y en las carreras de largo
aliento supo ver la luz al final del túnel y esa luz es esa “soberanía
particular de los pueblos” que pregonó la revolución federal con Artigas y
Guacurarí, y que tras el destierro de Artigas enarbolaron sólo 50 años después los
entrerrianos con López Jordán. Misma valentía. Con Fermín, no pocos peronistas
abrevan en el jordanismo; y con Fermín el radicalismo entrerriano se sabe
heredero de esas luchas. Fermín es entonces una piedra en el zapato de los
partidarios olvidadizos.
Con Fermín todos nos reconocemos en la
hermandad entrerriano oriental en paisaje, historia, sangre y futuro. También
en la hermandad entrerriano riograndense.
“La figura de Artigas es clave, es una de las
expresiones más auténticas, porque era la síntesis de los sentimientos, del
creer y del pensar de la cultura popular. El momento de Artigas es un momento
fundamental… este tema de la soberanía popular que se ha heredado, no se lo
leyó en ningún libro... Naide es más que naide, es la consigna de Artigas”.
Palabras de Fermín.
Son muchos los prejuicios que se rinden a los
pies de este paisano. Y aquí el gran asunto. ¿Nace el peronismo como un
movimiento vertical, por el invento de un militar? ¿O nace desde los
trabajadores que encuentran un liderazgo? Tal vez haya espacio, quién sabe,
para un movimiento que en vez de lustrar los aspectos verticales y despóticos,
en vez de vaciarse en el sistema de fragmentación, con privilegios para pocos,
en vez de concentrar riquezas y corporaciones y poder y población y privilegios
en un pequeño espacio del país (AMBA), recupere los principios de la revolución
federal y devuelva a las comunidades y los territorios la vida que el colonialismo
les ha negado. Un movimiento que no se complique en
jergas de pretendidos intelectuales, que no ceda al poder oligarca, a los
endeudadores seriales; que no se envicie en la compra de conciencia ni entregue
los dineros del pueblo a banqueros privados. ¿Peronistas y radicales dispuestos
a devolver participación a las fuentes comunitarias, a revertir el nefasto
proceso de concentración en el país? No es ningún invento, Fermín Chávez da fe.
Aquí copiamos algunas reflexiones que
publicamos, hablando de él y con él, horas después de su muerte ocurrida el 28
de mayo de 2006, bajo el título ¡Salud, Fermín Chávez! Y sirva para recibir
nosotros los insultos que injustamente debió afrontar el maestro en su tumba.
¡Salud, Fermín Chávez!
Hoy nos sorprendemos llorando su adiós.
Su vida sencilla, su obra enorme, nos llaman al
abrazo, al aplauso unánime y de pie, a la meditación profunda, y sin embargo no
podemos más que estremecernos, enmudecidos por el llanto, porque ya no podremos
sentarnos a su lado a escuchar esa palabra humilde y firme, documentada,
apasionante y desapasionada, a solazarnos en su sabiduría.
Ya no podremos estrechar esa mano cálida que esperábamos con admiración como se
espera la energía poderosa, inconmensurable, del maestro que se esconde en
criollo redondo, de pañuelito al cuello y camisa vieja y anteojotes y bigotes
de prosapia montonera. Su disposición para escuchar al otro y para poner en
tela de juicio las supuestas verdades del poder constituyen un mandato para los
entrerrianos.
¿Quién seguirá su paso, Fermín Chávez, quién continuará la obsesión esa de
rescatar a los vencidos, desobedecer a las bajadas de línea, resistirse a las
pretendidas sepulturas, sacar lustre a los nombres de abajo? ¿Quién heredará
ese empaque frente al poder concentrado, esa irreverencia ante la historia
paqueta, empaquetada y con moñito?
¡Salud Fermín! Los entrerrianos lloramos su ausencia, y nos avergonzamos
también en este día por su ausencia larga en las aulas magnas llenas de
prejuicios que tienen mucho de la Europa, mucho de afuera y casi nada de la
Entre Ríos y la Banda Oriental, que son lo mismo, bien unidas en su sangre
nogoyasera, oriental, cordobesa, entrerriana.
El poder lo homenajeaba al tiempo que hacía oídos
sordos. Sin embargo, las agrupaciones independientes suelen hacer justicia.
Censurado
Usted Fermín es tierra greda, usted es espinillo y cardo y arroyito escondido,
usted es tábano. Usted eligió el camino que no llega aún a las universidades
porque allí no están los Chávez, como no están los Yupanqui ni los Scalabrini
Ortiz. Eligió el camino que no llega a los grandes medios de comunicación, y no
un camino heredado sino una senda abierta en el monte a machete, para buscar a
los ignorados, a los mentidos, a los ninguneados.
Con usted, Fermín, el eclecticismo peronista adquiría
alguna lógica, y raigambre, porque lo suyo no fue mirar de afuera y de lejos,
sino conversar mano a mano con Evita del aquí y ahora y cultivar el pensamiento
nacional que, frente a los intereses del poder de afuera y de adentro, tiene
mucho de ofensiva y más aún de defensiva. Ante usted, Fermín, se inclinarán el
peronismo y el radicalismo, izquierdas y derechas, y tal vez algunos se
avergüencen, por qué no. Sus libros, sus interpretaciones, sus hallazgos,
fueron ignorados por el poder casi siempre, como sus ideas. Ya volverán a
reconocer su luz propia, inclasificable, su latinoamericanismo sin par. Y aún
los que no coincidan con su visión de la Patria y de la vida, rendirán homenaje
a su honestidad y su militancia de probada entrerrianía, de inigualable
argentinidad, su forma de maravillarse ante las bellezas del hombre y el
paisaje y la historia y las pequeñas cosas lugareñas.
Con Pino Solanas
La muerte de Fermín Chávez nos obliga a pensar, a recomponer los fueros
íntimos, y ocurrió un 28 de mayo, como el día de 1873 en que un presidente
argentino cometió el desatino de ponerle precio a la cabeza del mejor y más
representativo de los entrerrianos de su época: Ricardo López Jordán. ¿Cuánto
vale la cabeza de un patriota? Día fulero el 28.
López Jordán y José Artigas, dos de los
"bandidos" que fueron tasados por la soberbia de Buenos Aires. De
aquel lado estuvo, sin dudarlo, Fermín Chávez, con su biografiado (y apreciado)
José Hernández.
No podían clasificarlo según los cánones comunes. Unos señalaban a Chávez como
hombre de derecha por su catolicismo, otros lo ubicaban en la izquierda, como
candidato que fue junto a Pino Solanas cuando vio que el partidito a que se
había reducido aquel peronismo tomaba otros rumbos con Carlos Menem a la cabeza.
Derechos humanos
Sin ser indigenista, rescató la presencia aborigen incluso en la declaración de
la independencia escrita en quechua. Sin ser un desaparecido, escribió contra
la dictadura en plena dictadura y no hizo gala de ello después. Además fue un
puntal del peronismo que alertó sobre la presencia de criminales en el último
gobierno militar. En su despedida, la docente Ana Lorenzo dijo que estaban ante
"el último maestro", el hombre que no trazaba una línea que no
pudiera respaldar en un documento; y que fue la pluma de Fermín Chávez la que
escribió la nota que Deolindo Felipe Bittel entregó en 1979 a la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). "Todos lo sabíamos y él se
enojaba; decía que ésa era la nota oficial del peronismo y que estaría mal que
alguien se jactara de ello", dijo Lorenzo.
El documento decía, entre otras cosas (¡1979, plena
dictadura!): "El Justicialismo DENUNCIA: a) el encarcelamiento, vejación y
confiscación de sus bienes de la señora presidente de la Nación Argentina, doña
María Estela Martínez de Perón; de nuestro prestigioso dirigente gremial, don
Lorenzo Miguel y de otros tantos que padecen las consecuencias de las llamadas ‘actas’;
b) la muerte y/o desaparición de miles de ciudadanos, lo que insólitamente se
pretende justificar con la presunción de fallecimiento, que no significa otra
cosa más que el reconocimiento de quienes se han atrevido o se atreven a
levantar su voz y que han llevado o llevarán como ‘pena’ desde un silencio
impuesto, hasta la muerte".
¿Por qué sorprendernos? Ese era y es Fermín Chávez,
ese es el entrerriano que pasó el umbral para encontrarse con sus amigos
Linares Cardozo, Marcelino Román, y los grandes estudiosos.
"Vengo a tabear de nuevo con mi pueblo / pero
de amores fuertes, no de chala: / vengo a pintar mi pena en una bala",
escribió usted, Fermín -perdón si la memoria falla en alguna coma. "Vengo
a tabear de nuevo con mi raza, / con mis amigos de tendón celoso, / con mi
pueblo chasqueado, con mi casa", dijo.
Hablaba allí Ricardo López Jordán regresando de la
incomprensible y mortificante Pavón, pero en el fondo era usted, Fermín. "Trotando
voy hacia el distrito verde / y todo el monte espía mi caballo / que la espuma
del freno muerde, y muerde". Era usted, Fermín, el que mascaba la
espuma del freno porque veía que valía la pena continuar aquellas luchas
perdidas por las autonomías, por el equilibrio, por la identidad nacional, por
la "barbarie", en suma, contra las matanzas materiales y espirituales
de tanta arrogante "civilización".
Por usted, la Argentina es más honda, más humilde, más
entrerriana. Y nosotros, los que escuchamos su voz peronista y sencilla,
tenemos desde hoy la gran responsabilidad de escuchar con mayor atención su
legado, de buscar los libros que no leímos, de rastrear esos folletos en los
que estampó sus obras a falta de grandes editoriales porque las editoriales
están más dispuestas al éxito que a la verdad.
Perdón Fermín, porque los periodistas entrerrianos que
debimos encontrar en usted al gran maestro del periodismo, el de la sabiduría,
de la cultura, de la palabra con fundamento, muy lejos de la ligereza y de lo
playito, hemos desconocido tantas veces su consejo hecho práctica y hábito, de
hablar con el documento probatorio en las manos.
Él cebaba el mate
Sabía de filosofía, teología, sociología, folclore, literatura, latín, música,
historia, leyendas, refranero, inmigraciones, zoología, botánica...
El museólogo Héctor Errasti, oriundo de Villaguay y
radicado en Paraná, conoció bien a Fermín Chávez durante su estadía en Buenos
Aires, donde solía departir con él, y dice que siempre lo admiró la cantidad,
la calidad y la variedad de libros de su biblioteca, y más que nada su
generosidad. "Le sobraba talento y le sobraban cosas para dar",
recuerda. "Yo llegaba a su departamento, y él preparaba el mate amargo y
cebaba el mate”.
Para nosotros, hablar con Fermín Chávez era subir al cielo de los grandes y
hacerlo de la mano de un obrero del conocimiento, sin estridencias, con un mate
de por medio. Siempre dispuesto, como bien refiere Errasti, con el gesto
adusto, la actitud de agradecimiento, un particular humor y cierta ironía para
dar sus luchas intelectuales.
Divulgaba en libros cuando podía, editó más de cuarenta (algunos estiman que
son más de cincuenta), y si no podía publicaba en pequeños folletos
fotocopiados, con un amor inquebrantable y militante por la cultura nacional.
Un día le preguntamos:
—La aldea global, el internacionalismo, ¿se oponen a la cultura popular, al
nacionalismo?
—En algún sentido sí. En este sentido: que para debilitar lo nacional es
necesario debilitar la cultura popular, borrar la memoria del pueblo. La
cultura nacional termina cuestionando al poder dominante de adentro y de
afuera.