Investigador de Paraná plantea cómo salvar vidas en el tránsito
Oscar Barbosa elaboró un "iceberg de la inseguridad vial" que revela causas principales del flagelo, y mostró modos de superarlas. Los accidentes en las rutas son la principal causa de muerte entre los 5 y los 29 años.
Preocupado por la reiteración
de accidentes fatales en las rutas argentinas, el investigador y docente
universitario correntino radicado en Paraná Oscar Barbosa difundió un estudio
que indaga en las razones profundas de las muertes en tránsito, y en los modos
de disminuir o extinguir este flagelo, y para graficar el problema trazó un
iceberg de la inseguridad vial.
El ensayo titulado “Muertes y
traumatismos en rutas y calles, un problema de defensa de la vida y equidad social”
fue presentado por Barbosa en la Facultad de Ciencias Económicas. Allí el autor
analiza la problemática que está a la vista, las puntas del iceberg, y las
razones fundamentales que permanecen ocultas en esta enfermedad social que se
ha constituido en principal causa de muertes en niños y jóvenes entre 5 y 29
años.
Esperanzador
Catedrático de vasta
trayectoria en las universidades entrerrianas, Barbosa no duda en señalar
causas en las estructuras de gobierno y también en la ciudadanía, pero apunta
que por eso mismo un cambio de conciencia y una mayor participación revertirán
el problema.
En un fragmento titulado “El
desapego argentino a la ley”, se explaya Barbosa sobre dos problemas
concomitantes: la anomia (menosprecio de las normas) de los conductores, y la
anomia institucional.
Exceso de velocidad, uso del
celular al volante de un automóvil, ciclistas y motociclistas que se movilizan
sin casco, o no respetan el semáforo; así como conducir luego de consumir
alcohol o drogas, no usar cinturón, no dar la prioridad de paso al peatón en
las esquinas, estacionar en espacios prohibidos... “hay una larga lista de
hechos del tránsito que expresan un desapego de la ley”, dice el estudioso que
considera a la inseguridad vial un problema del ámbito de la salud.
“Nadie explicó mejor este
desapego a las normas (en este caso de tránsito) que Carlos Nino. Para Nino, el
tránsito implica un problema de coordinación, y ello el establecimiento de
convenciones apropiadas; estas convenciones están plasmadas en leyes, códigos,
normas de tránsito. Asumir estas convenciones permite hacerlo más eficaz y
eficiente finalmente. Ello implica cooperación de todos y cada uno. Sin
embargo, siempre aparece la tentación de aprovechar la cooperación de los demás
sin hacerlo uno mismo. Cuando los colados o pillos se multiplican en el
tránsito, se multiplican también los siniestros, las colisiones, los choques,
las muertes, las lesiones”, comenta el investigador y agrega: “Este desapego a
la ley expresa un estado de ‘anomia’; un vivir sin normas (legales, patrones y
modos de convivencia)... En un estado de anomia (empezando por la constitución
nacional), el egoísmo del individuo o de grupos de poder, no tienen techo”.
La ilegalidad mata
“Dice Durkheim ‘cuando se
borran los límites, los deseos y pasiones se vuelven desmedidos’. La ley no se
siente obligatoria, sino ‘optativa’, por parte de ciudadanos y gobiernos”,
apunta Barbosa y explica que cuando la anomia se generaliza, abarca
progresivamente diversos planos de la acción social, y los incumplimientos no
tienen ‘costo’, o sanción correspondiente, la sociedad entra en un proceso de
descreimiento de la ley y búsqueda de atajos, “Nino llamó a esto, ‘anomia
boba’. En condiciones de anomia boba, los actores en el corto plazo, o en lo
inmediato logran alcanzar una meta personal, pero a la larga, terminan como
víctimas, producto de una cooperación frustrada y frustrante, en lo personal y
social”.
Para el investigador
correntino afincado hace décadas en Paraná “todos resultamos perjudicados por la
ilegalidad (de pocos). Cumplir con la ley (de tránsito) sería más eficiente
para todos y habría menos muertes”. Y añade, parafraseando a Carlos Nino: “La
ilegalidad mata, y desplegada en todos los planos se constituye en un verdadero
camino al subdesarrollo”.
En las infracciones, los
delitos y las muertes que se cometen en el tránsito, Barbosa ve “indicadores de
una cohesión social en crisis. Es que las normas legales amalgaman y cohesionan
a la sociedad; expresan una ‘solidaridad orgánica’, imprescindible para el
bienestar y mejora económica”.
Pero el problema no se agota
en la sociedad. “Hay anomia social individual, pero hay también ‘anomia
institucional’. Nuestra historia enhebra una larga lista de momentos, de
escenarios cuasi caóticos, verdaderos sismos políticos, económicos, sociales
donde como constante, el estado de derecho y las normas legales son la variable
de ajuste. La tendencia a la anomía, y a la anomia boba en la sociedad
tiene ejemplos, e inspiración, en el manejo del poder público, dice Carlos
Nino. Las anomias institucionales son el gran determinante de la anomia social.
Hay un ‘efecto espejo’ del comportamiento de las élites sobre el pueblo, sobre
el ciudadano común”, insiste Barbosa, pero no se queda en lamentos. “Más allá
de los efectos perversos de la anomia boba, de las dificultades para el cambio
social que ello ocasiona, tenemos la convicción de que la sociedad argentina
puede superarse y resolver esta cuestión. Por variadas razones”.
Problema y solución
En las calles compiten cuatro
legalidades, según la mirada del investigador: la ley de los más fuertes o
grandotes, la ley de los supuestamente más vivos, la ley de tránsito, y la ley
de la mayoría que oscila, influenciada por las anteriores, y se inclina
mayoritariamente hacia el cumplimiento estricto de la ley. “Los problemas en el
tránsito, en buena medida, son un caso de cooperación frustrada por la anomia
boba instalada en una parte de la sociedad. Sin embargo, hay que destacar un
hecho clave: como sociedad somos parte del problema, pero allí puede estar la
solución. Si el sistema local de seguridad vial tiene mecanismos
institucionales para interactuar con la sociedad, si cada comunidad local,
cualquiera sea su tamaño, reconoce el problema y asume el desafío de salvar vidas
humanas, se pone en marcha un proceso de concientización social, de educación
vial en acción, de afirmación del sentido común de vivir y convivir en el marco
de la ley”.
¿Cómo lograr ese
involucramiento? Barbosa habla de “gobernanza y participación social”. La
gobernanza, dice, equivale a reconocer y valorizar la colaboración de las
partes interesadas, y es una manera creativa de combatir la anomia boba y
construir cohesión social. “Como instrumento de gestión de lo público fortalece
el involucramiento social, es la contracara del ‘no te metas’, consolida la
cooperación social; la gobernanza suma, la anomia boba resta. Es un camino
capaz de crear una voluntad colectiva, un nuevo sentido común alrededor de
vivir en el marco de la ley”.
Después apunta pasos para
institucionalizar esa gobernanza. Primero, constituir en cada ciudad, un
espacio público – privado: un núcleo local de mejora e innovación permanente en
la seguridad vial. Dice que es imprescindible la participación en este espacio
“de los decisores del gobierno local, de responsables de la seguridad, y
sociedad civil: jóvenes, medios de comunicación, universidades, organizaciones
de la salud (ver al respecto, la experiencia del área de Terapia Insensiva del
Hospital San Martín de Paraná); las organizaciones civiles locales que expresan
a los vecinos, a familiares de aquellos que perdieron sus vidas en las calles y
rutas, organizaciones empresarias”.
El segundo paso: “dotar al
Sistema de Seguridad Vial, (nacional, provincial, local), de metas de reducción
progresiva de las pérdidas de vidas. Esto es clave en la propuesta del Plan
mundial de acción para la seguridad vial de ONU, y en la experiencia de países
exitosos. El tercero: inspirar en cada vecino el concepto de que es posible y
necesario salvar vidas; la vida propia y la ajena; sumar al ciudadano común”.
El iceberg
“Solo una novena parte del
volumen del iceberg emerge del agua del mar; lo demás está oculto
(peligrosamente). Al igual que en los icebergs del mar, hay hechos manifiestos,
explícitos, y otros que están ocultos, implícitos, latentes; en buena medida
asociados entre sí. Si estos hechos son identificables es probable que podamos
(como sociedad) actuar sobre ellos, y, coherentemente, definir políticas
públicas encaminadas a resolver, mitigar la inseguridad vial”, reflexiona
Barbosa. Entonces enumera en la problemática varios puntos centrales: el
desapego argentino a la ley, la proliferación de autos, el descuido del
transporte público, el mal estado de las rutas y de los vehículos; y todo eso sumado
a una suma de detalles como los conductores alcoholizados, el no uso de
cinturones y cascos, el exceso de velocidad, el uso inoportuno de celulares, el
no respeto a las señales, el estacionamiento en zonas prohibidas, por dar
algunos ejemplos.
Para Barbosa, la movilidad
vial segura “es un problema de política y reorganización del transporte en el
corto, mediano y largo plazo, pero también de política urbana, de salud
pública, de salud de los jóvenes, de salud infantil, de combatir el alcohol y
otras drogas en los jóvenes, de renovación de estilos de gestión estatal, de
género, de defensa de la vida humana, y de equidad social”.
El estudioso recuerda que el
Plan Mundial de Seguridad Vial de ONU propicia escuchar a los jóvenes y darles
más protagonismo.
“Dotar a nuestras ciudades,
calles y rutas de la más alta seguridad vial, reducir drásticamente las muertes
en ellas, es construir poder democrático”, insiste.
El ensayo brinda datos
precisos sobre las muertes en las rutas y las calles cada año, con la lupa
puesta en el departamento Paraná, y los compromisos asumidos e incumplidos por
la Argentina en el mundo para una reducción drástica de este flagelo. El
trabajo se propone “mostrar la gravedad de las pérdidas de vidas, de los
traumatismos y las lesiones que se producen por la inseguridad en las rutas y
calles de nuestras ciudades. Por otro lado, demostrar que es posible salvar
muchas vidas; ello requeriría, en cada ciudad, un trabajo conjunto, en materia
de movilidad segura, de gobiernos y sociedad civil”.
La vecindad
Para Barbosa es fundamental la
participación de la vecindad y las autoridades cercanas, es decir, de las
ciudades, de los municipios. “Aproximadamente el 70% de la población argentina
reside en 31 aglomerados… Posicionar el análisis en las ciudades es clave. La
experiencia internacional nos muestra que es allí donde empiezan a escribirse
las historias de cambio (Pontevedra, Río de Janeiro, Bordeaux, Sevilla,
Barcelona, París, Montreal, etc.)”.
Si bien cada comunidad tiene
particularidades, el ensayo resalta que en algunas regiones del planeta se ha
logrado reducir el número de víctimas.
Mientras las normas de
tránsito exigen actitud fraterna e igualdad, existe una tendencia a cierta
dictadura, apunta Barbosa, de quienes poseen vehículos de mayor potencia. “Hay
que cambiar las relaciones de poder subyacentes”, sostiene y señala la
interacción necesaria entre los estados nacional, provinciales y municipales,
las organizaciones de la sociedad civil, el mercado, los medios de transporte,
y su relación con las infraestructuras y los sistemas de movilidad. Un dato,
por caso: la reducción de accidentes con la construcción de sendas para
bicicletas.
El aporte de Barbosa
presentado desde la “Fundación Vida Saludable Paraná” resalta la importancia de
involucrar a la sociedad, y que los estados abandonen la actitud restrictiva,
porque hoy por hoy no dan respuestas y a la vez niegan espacios de
participación.
Los datos sobre traumatismos,
amputaciones y muertes son escalofriantes, pero por repetidos se han
naturalizado, excepto entre padres, madres, hermanos, hermanas, amores de las
víctimas que hacen esfuerzos indecibles y dan la voz de alerta.
Crisis estructural en Paraná
El licenciado Oscar Barbosa
apunta en su ensayo la importancia de un estudio sobre el transporte en Paraná
realizado por la Facultad de Ingeniería de la UNER, a solicitud de la
Municipalidad de Paraná.
“Luego de estudiar la oferta y
demanda local del transporte en colectivos en la ciudad y su zona
metropolitana, y presentar un conjunto de propuestas técnicas, postula que el
transporte público es el pilar más importante de una futura política de
movilidad sostenible hacia la cual hay que avanzar. Un verdadero cambio
cultural, que deberá manejarse con mucho equilibrio... Un dato muy importante
que aporta este estudio, es la caída secular de la demanda de este transporte
público. Esto nos lleva a sostener, a modo de hipótesis, que la ciudad de
Paraná, enfrenta una crisis estructural de largo plazo, en la oferta de
transporte público de pasajeros y una fuga de sus usuarios demandantes hacia
otros medios de transporte, insatisfecha con el mismo. Esta cuestión se agudizó
con la pandemia”.
“Un sector menor de la demanda
se inclina al uso del automóvil (si lo dispone) con lo que se agudizan problemas
de estacionamiento, atascamientos, embotellamientos; los sectores de menores
recursos se inclinan por la utilización de las motocicletas (10% de aumento
anual en los últimos 10 años en Paraná); durante la pandemia y la post pandemia
se difunde el uso de la bicicleta, un transporte barato, ecológico, saludable y
sencillo. El uso diario de la bicicleta representa, de acuerdo a estudios
propios, un ahorro entre el 5% y el 10% de los ingresos de trabajadores y
estudiantes”.
Daniel Tirso Fiorotto. UNO. Domingo
28 de agosto de 2022