La emancipación empieza por devolver soberanía al común
Desgastarnos en discutir políticas de hechos consumados, o trazar prioridades regionales e iniciativas propias, contra viento y marea.// La provincia de Entre Ríos ha pasado muchas décadas expulsando a sus hijos por falta de oportunidades, y aun así muchas de las familias que quedan aquí están viviendo en condiciones infrahumanas, en barrios precarios. Las autoridades calculan 200 barrios con 20.000 familias, más o menos. Devolver soberanía al común y resistir al régimen colonial vertical siguen siendo caminos imprescindibles.
El destierro que los entrerrianos
padecen más que el resto de las provincias (sólo se le parece Santa Fe), se
constata de modo muy sencillo: este territorio es el octavo en cantidad de
población, en relación con sus pares del país; pero ayer nomás fue séptimo, antes sexto, antes tercero… Ahora,
¿por qué, además de echar a tantos, quedan familias en la intemperie,
apretujadas?
En estos días
se están entregando viviendas a un par de esos barrios, y es alentador. Se
trata de una ayuda a los grupos con mayores necesidades, los marginados del
sistema. Y aquí una reflexión: en una zona con cientos de hectáreas
desocupadas, sin casas, sin huertas, sin vacas, sin ovejas, sin caballos, sin
gallinas, sin personas, dentro del ejido urbano de Paraná o de Colonia
Avellaneda, a las casitas nuevas se las construye en un espacio mínimo, con un
patio que apenas alcanza para tender la ropa…
Las
prioridades
Las familias humildes son las que
necesitan más espacio. Al darles una casa de material en un barrio y
amontonarlas se las está privando de una huerta, un pequeño gallinero, un
tallercito para las tablas, los hierros, el cemento; se las priva de un sauce
donde tomar unos mates a la sombra con todo lo que significa la tradición milenaria del mate en orden
a la armonía comunitaria, y de una piletita con agua para los niños en el
verano. Esas familias no son las que tomarán vacaciones de 15 días en Córdoba o
en Federación, ni qué hablar del Caribe, o de Europa. Los fines de semana no se
irán lejos, y es muy probable que no les dé el presupuesto para llevar sus
niños al club, siquiera.
Como sus
ingresos son magros, la mayor parte se les va en la comida. Entonces, un
terreno amplio les permitiría una ocupación digna y además abarataría la mesa y
les daría alimentos sanos y cercanos. Lechuga, zanahoria, tomate, huevos, quizá
unas naranjas…
Además, las
familias que han sufrido maltrato por generaciones y por eso no tienen a veces
un trabajo estable, un estudio mayor, un techo siquiera, al recibir un terreno
amplio volverían al trino de las aves que, ya sabemos, es sanador; eso les
permitiría solazarse en el atardecer. Y las prevendría de tantas enfermedades
potenciadas en el hacinamiento.
Si son 20.000
familias, podríamos pensar en 20.000 hectáreas. Una hectárea por familia. Es
sólo la mitad de una sola estancia de las que poseen aquí familias que viven en
Buenos Aires o en el exterior. Si pensamos que algunas quizá no querrán una
vida un tanto campesina, entonces podrían recibir una décima parte de una
hectárea, es decir, un terreno de 20 metros de frente por 50 de fondo. Allí se
puede tener una huerta, algunas gallinas, cómo no, una pequeña arboleda, un
galpón donde desplegar sus oficios. En vez de amontonar 80 familias en dos o
tres hectáreas, como ocurre hoy, dar lugar a diez familias por hectárea (por
manzana) ya implicaría un cambio sustancial. Y para que todas las familias
marginadas de Entre Ríos tengan esa superficie alcanza con 2.000 hectáreas.
Entre Ríos
tiene varios problemas a veces en intersección: 1-la falta de espacio para las
viviendas, cuando al lado sobra tierra y muchas veces se trata de lotes
totalmente destinados a la especulación de la llamada “patria contratista”, que
sólo espera el momento de negociar con el estado. 2-el desarraigo y el
destierro de tantos, que rompe la comunidad campesina y perturba la urbana.
3-la falta de mejoras en 25.000 kilómetros de caminos. 4-la
falta de trenes que faciliten y abaraten el transporte de personas y de bienes,
aunque los entrerrianos cargan con el déficit del tren que sí tienen otras
regiones (principalmente Buenos Aires), al tiempo que afrontan las pérdidas
siderales de la aerolínea estatal que sirve preferentemente a Buenos Aires provincia
y ciudad. 5-la falta de circuitos comerciales para comer alimentos sanos y cercanos...
El
desconocimiento
Sin embargo,
el poder vertical, despótico y colonial que impera en el país desde hace mucho
consolida el sistema, e invierte dinero del mismo estado en bienes o servicios
que para Entre Ríos no son prioritarios. Así es como las familias entrerrianas
sostienen empresas deficitarias que sirven de manera directa a la gran
metrópolis y que son fruto de la política de los hechos consumados. Es decir:
nosotros no cortamos ni pinchamos, nadie nos consulta por nuestras prioridades.
Alguien dirá
que a ciertos sectores políticos les viene bien el pueblo sometido y masificado
para convertirse ellos en mediadores permanentes, hacerse imprescindibles. Pero
hay otra interpretación posible: el desconocimiento.
Veamos este
antecedente: en tiempos coloniales, cuando vastos territorios eran acumulados
por terratenientes encomenderos, no pocos jefes políticos entendieron que esas
enormes estancias favorecían a muy pocos, y ni siquiera le convenían al estado.
De ahí las experiencias de Rocamora y Azara, que se proponían dar tierras a las
familias de menores recursos. Rocamora fue odiado por algunos
terratenientes, y él mismo era un funcionario del reino.
En este siglo XXI, muchos espacios
aledaños a las grandes ciudades, como ocurre en el Gran Paraná, fueron
comprados por empresarios que especulan con negocios inmobiliarios y
esperando arreglos con sus socios de la política. Los ahorros de fondos para
las campañas son por demás creativos a veces y, en otros casos, obscenos. Una
mano lava la otra y entre las
dos expulsan a las familias o las amontonan. Por eso mismo, esa hectárea que
ayer costó 10, hoy cuesta 100 sin mejoras, y la mayor parte de la
infraestructura y los servicios fueron aportados por la comunidad y el estado…
Entre Ríos
tiene casi 8 millones de hectáreas. Si preservamos, sin tocar, tres millones
para humedales y montes, nos quedan 5 millones en los que las comunidades
pueden convivir con los árboles. Si las 400.000 familias que habitan este
territorio tuvieran, todas sin excepción, un terreno de 20 metros por 50,
ocuparían en total 40.000 hectáreas, es decir, menos del 1 % (uno por ciento)
del territorio, con preservación total de la naturaleza. Sumando calles y
placitas estaríamos en menos del 2 %. Entonces las familias sanarían de uno de
los flagelos que las enferman: el desarraigo. Y de otro de los flagelos: el
hacinamiento.
Si se
destinaran otros espacios para la vida y el trabajo comunitarios, ocuparíamos
entonces el 4 % del territorio. Quedaría el 96% para seguir como están, o para
realizar los necesarios cambios que las comunidades vayan resolviendo, de modo
que se preserven la armonía, la vida, la sociedad, la equidad, las
oportunidades de trabajo, y podamos contar con alimentos sanos y cercanos.
Colonialismo
o Pachamama
Nadie llevará
adelante este cambio fundamental si no se convence de la condición humana en
este territorio: la necesidad de una relación estrecha con la madre tierra, que
empieza con el árbol, el pájaro, la huerta; con un despertar de trinos, con los
niños conociendo el amanecer, el silencio, y con emprendimientos grupales que
signifiquen una ocupación para todos y permitan el sagrado sistema de
intercambios, de dones y reciprocidad, que en nuestros pueblos facilitó la vida
en común y con bienes en abundancia por siglos.
Otra condición para emprender la reforma
es la conciencia de los males que ocasiona el colonialismo interno. Las
provincias son anteriores al estado nacional, aunque la prepotencia del estado
nacional oculte esa verdad o la tergiverse. Y las comunidades son anteriores al
estado provincial, son fundadoras, aunque los estados nacional y provinciales
traten de invadir las comunidades, ningunearlas, limarles toda participación.
Buenos Aires,
ciudad y provincia, con sus poderes financieros, corporativos, mediáticos,
políticos, sindicales, intelectuales, dominan y parasitan al país, y convierten
a vastos territorios en zonas de sacrificio. Por décadas concentraron allí las
mejores rutas y las comunicaciones, los mejores puertos, para que las
industrias se radicaran allí, y allí el gran comercio, allí los negocios, por
eso los estados gozan de altos ingresos. Entonces las familias del llamado
interior se marcharon: aquí no tenían ni para ser pobres. El paso siguiente del
colonialismo interno fue conseguir “fondos de reparación histórica” para el
rincón más rico del país, cosa de no creer. Hoy mismo, los poderosos de Buenos
Aires ciudad y provincia esperan que el nuevo censo les dé pie para seguir
pidiendo más y más. Y como ocurrió con la invasión europea iniciada hace cinco
siglos, los sectores “intelectuales” convalidan lo que el poder necesita. ¿Cómo?
Ignorando las razones de los pobres, así de sencillo. El primer ninguneo
consiste en tratar con indiferencia a uno de los principales índices a tener en
cuenta para recuperar la armonía y la equidad perdidas: el “índice destierro”.
Índice
destierro
El índice destierro es un tabú, de eso
no se habla. No hablan los poderosos colonizadores del Gran Buenos Aires
(ciudad y provincia) y no hablan sus siervos del llamado interior, que medran
en este sistema injusto, porque están prendidos con alguno de los poderes
político-económicos del Gran Buenos Aires.
Así es como
escuchamos a gobernadores, por ejemplo, quejarse porque el colonialismo interno
deja sin un partido de fútbol a un club de provincia, pero callan ante los
subsidios mayores que reciben los gobernantes bonaerenses, callan ante las
tarifas menores que pagan las empresas de Buenos Aires, y se contentan con
administrar la decadencia colonial. Callan ante las reiteradoas amenazas de
diferentes partidos de la provincia de Buenos Aires que quieren ceñir caprichosamente
la coparticipación a la cantidad de personas y ocultan la necesaria mirada
histórica integral.
Ciertos
sectores de poder agrupados en el llamado neoliberalismo defienden la teoría
del derrame. Los empresarios que anden bien en su economía distribuirán en la
vecindad. La copa derramará. Otros cuestionan esta idea porque aducen que esa
copa es de goma, sigue estirando sus paredes, no vuelva nunca.
Como se ve,
esa teoría tiene detractores. Otra copa de goma encuentra menos
cuestionamientos: la copa del colonialismo interno. Los colonialistas sostienen
que una vez que la ciudad y la provincia de Buenos Aires se equilibren y gocen
de los bienes, esas riquezas se derramarán en el resto. Otra creencia. Otro
engaño. Basta analizar, en una década, con distintos gobiernos, cómo las
tarifas eléctricas son más baratas en el centro, los trenes del centro
funcionan con el auxilio de las periferias, los servicios deficitarios son
pagados por todo el país para que disfruten en el centro. Al poder central no le
hace mella un corte de servicio por meses en el interior, y Paraná es testigo…
Cuando las provincias fueron víctimas del gobierno de Menem-De la Rúa y su
paridad cambiaria, y abandonadas por Buenos Aires debieron imprimir sus
billetes (bonos), Buenos Aires sólo aceptó como par del peso al bono de… Buenos
Aires. Son tantos los ejemplos que para muestra sobra un botón. El pueblo de
Buenos Aires, claro, es tan víctima del despotismo vertical como todos
nosotros, y huelga decir que mucha gente allí es también entrerriana de cuna y
de destierro.
Soberanía
Biodiversidad:
naturaleza más cultura, dicen pueblos de Colombia. La cultura dentro de la
biodiversidad. Desde esta perspectiva, es difícil pensar que un sistema
despótico, con el poder en un puño y el reparto al modo del profesor Neurus
(una para ti, una para ti, miiil para mí), vaya a respetar las diferencias
regionales en cultura y biodiversidad. No. Cuando ese poder despótico necesita,
muestra los colmillos y se lleva el hueso. Los ecologistas debiéramos estar
atentos a esta advertencia. El extractivismo es hijo del colonialismo.
El
estado-nación uniforma según la conveniencia de la metrópolis. Por eso, a la independencia le está faltando una parte sustancial: recuperar
las autonomías, la vida comunitaria, la “soberanía particular de los
pueblos” que fue principal objetivo de la revolución federal artiguista. La
participación vecinal impedirá que los intereses sectoriales y personales
inventen sistemas dependientes de patentes extranjeras y contaminantes del agua
y el suelo, por caso, y tejerá sus redes de comunicación y sus intercambios sin
quedar a merced de la mano
“benefactora” del régimen vertical. Si la provincia tuviera un plan, se
orientaría sin desviaciones. Mientras siga dependiendo del humor de Buenos
Aires ciudad y Buenos Aires provincia, seguiremos siendo el patio trasero del
patio trasero. El desconocimiento en la clase dirigente (y con las excepciones
obvias) es una de las causas de la decadencia entrerriana. ¿Han probado sumar
los déficits de empresas que no sirven a Entre Ríos y que el estado nacional
paga con plata nuestra? ¿Seguirán ninguneando el índice destierro? La
democracia delegativa está en deuda.
Daniel Tirso Fiorotto- UNO. Domingo 06
de noviembre de 2022