Necesitamos más iniciativas eco soberanas, dice Mauricio Castaldo
La Señorita Renée. Vida, época y magisterio de la profesora Renata Castaldo. Claves de la educación, desde la recuperación de saberes ancestrales, en un libro por la huella de una docente entrerriana y su contexto histórico.
“Artesanía, política
y educación antes y después de Urquiza, Peyret y Sarmiento”, es el ambicioso
subtítulo del libro “La Señorita Renée”, del historiador Edgar Mauricio
Castaldo, de María Grande, conocido por sus rescates de hechos y protagonistas
menos conocidos de nuestro pasado, cuando no menospreciados o distorsionados
por la historia más divulgada.
Y en verdad que la
obra de 155 páginas nos pasea por las tendencias pedagógicas aplicadas en
nuestro país, muy particularmente desde los estados nacional y provincial en
distintos gobiernos, con fragmentos esclarecedores cuando el autor despliega
sus pareceres.
Todo alrededor de la
trayectoria de una profesora de idiomas y matemáticas, que sobresalió en el
aula y también como Rectora de la Escuela Normal de Colón.
El eje de este aporte
literario es Renata Hortensia Castaldo, conocida como Renée, nacida en María
Grande el 29 de agosto de 1911, hija de una luxemburguesa y un italiano. En un
obituario aparecido en un diario el mismo día de su fallecimiento en Colón el
18 de marzo de 1985 a los 73 años, leemos: “alguna vez ella dijo a los jóvenes
que el trabajo y la actividad intelectual debían llevarlos a pensar alto,
sentir hondo, vivir noble. Ella puso en práctica esos consejos que resultan hoy
la síntesis de su vida”.
Una docente, un
pueblo
El libro está para
ser leído dos y más veces. El profesor Mauricio Castaldo, sobrino nieto de
Renée, mira a la trabajadora del aula en su ámbito, cuenta las tensiones, las
luchas, las tendencias, los debates, desde los tiempos de Urquiza hasta el
presente; y nos orienta con una amplia bibliografía que no se frena en compartimentos
estancos.
La Confederación,
Sarmiento, López Jordán, Yrigoyen, las pujas entre clericales y laicos, las
denuncias contra la dominación inglesa de la economía, el radicalismo
personalista y antipersonalista, las rebeliones, los golpes, el peronismo, el
positivismo, la escuela nueva, pasan por el libro como complementos necesarios
de las anécdotas sobre la conducta y el temperamento de la estudiante, docente,
rectora, vecina, tía, para comprender la época. Así asistimos a una
interpretación de la historia, desde el día a día de una trabajadora del aula
que supo enfrentar el machismo, y hacerse de una biblioteca envidiable y de un
lugar en la sociedad, además de ganarse el corazón de sus alumnos.
Aquí nos detenemos en
un aspecto de la entrega de Castaldo: su inclinación por escuchar la voz de la
tierra, por la experiencia comunitaria propia en este suelo, que valora la
relación del ser humano y el resto de la biodiversidad.
Aula antes del aula
“Es importante, como
planteó el intelectual y ensayista argentino Aníbal Ponce, que la historia de
la educación de los pueblos comience con la educación espontánea de las
denominadas comunidades primitivas, si no, estaríamos negando una parte de
nosotros mismos, máxime cuando esta educación comunitaria se basaba en el
respeto religioso al ambiente natural. Por lo demás, en cada rueda de mate nos
volvemos a encontrar con la amistad sin revés y la solidaridad”, dice Castaldo.
“Los nativos ubicados
a orillas del Uruguay trabajaron y desarrollaron su arte aprendiendo de la
Madre Naturaleza y respetando sus ciclos y sus tiempos, que es la manera más
prudente de aprender y la que necesitamos repensar y revalorizar en nuestro
Siglo XXI y en los siglos que vengan, si es que queremos realmente que existan
esos siglos futuros. En marzo de 1949, el gran arqueólogo entrerriano Antonio
Serrano -director en ese momento del Instituto de Arqueología, Lingüística y
Folklore de la Universidad Nacional de Córdoba- le agradecía por carta al poeta
colonense Jorge Enrique Martí el envío de fragmentos de alfarería nativa que ‘son
los primeros que entran al Instituto’. Agregaba después Serrano: ya lo hemos
observado con microscopio y poseen también las espículas de las esponjas
Uruguaya Coralloides’. Los nativos usaban esa esponja natural del río como
antiplástico, es decir agregaban este material a la arcilla para formar la
pasta con la que producirían su cerámica. Ramón Cabrera, cestero nacido en
Puerto Yeruá, Departamento Concordia y también infatigable animador de la
Fiesta de la Artesanía, decidió vivir en el monte a la manera natural. Los
estudios sociales actuales lo definirían como un ecologista profundo. Cuando se
le consultaba si podría asistir a ese encuentro cultural y turístico, sabía
responder: ‘podré no tener plata, para venirme en tren o en el colectivo. Pero
siempre estaré aquí. Me vendré a nado por el Uruguay si es necesario’, tal como
lo documenta el Archivo de Nuevo Mundo Digital. El escenario mayor de la gran
fiesta artesanal nacional lleva hoy su nombre. Sin llegar a las profundidades
de su compromiso con la Madre Tierra, de su ecosofía, el nombre de Ramón
Cabrera es una gran interpelación: nos convoca a una sustentabilidad integral
sin peros, a un retorno a la naturaleza y a la vida sencilla, digna y justa por
todos los caminos políticos, económicos, educativos, comunitarios y culturales
posibles, a la reconstrucción de un equilibrio vital perdido en los tiempos
modernos, pero que tal vez empezó mucho antes, cuando el ser humano tocó el
árbol que no debía tocar”, reflexiona el autor.
Luego agrega: “El
primer artesano fue el río, la primera educadora fue la Madre Naturaleza. ‘Uruguay,
río cantor / coplero de madrugada / y artesano del paisaje…’ nos dice el
poeta colonense Jorge Enrique Martí en ‘Río Cantor’, inspirado trabajo que
puede leerse en el ‘Cancionero colonense de siglo y medio’, publicado en 2013
por Ediciones del Clé. ‘...Uruguay, mi viejo río / yo no soy el que te canta
/ eres tú quien acaricias / las cuerdas de mi guitarra / y con silbos de zorzales
/ y gorjeos de calandrias / escribes todos mis versos / en el cielo de tus
aguas…’ sigue la ecosofía poética de nuestro Martí que se conecta aquí con
la milenaria sabiduría nativa”.
Poesía y ciencia
Castaldo insiste por
la vía del poeta y de la relación de la palabra, el paisaje, la educación: “En ‘El
Ivirapitá’, el poeta plantea un diálogo imperdible entre su yo -hablando
metafóricamente con términos del psicoanálisis- como escritor y ese árbol
nuestro como su ello, su inconciente (un deseo y una memoria in/concientes,
podríamos decir mejor) natural y originario. Juntos repasan la larga historia
regional sin discriminaciones. ‘Yo soy un árbol de raíz indígena -dice
el ivirapitá- / poblador de los montes legendarios / y camarada de este río
amigo / que en guaraní llamamos de los pájaros: el Uruguay, crisol de los
pueblos libres / y emblema de argentinos y uruguayos…’. Un gran ivirapitá
que plantó el General José Artigas en su exilio paraguayo tras la derrota de la
Liga Federal en 1820 sigue siendo el símbolo de otro tiempo -pasado/futuro- que
late todavía oprimido por las banalidades de nuestro tiempo cronológico
presente. Tal vez, algún día forjemos las condiciones para que ese ‘tiempo
ivirapitá’, esa ecosofía política conciente, esa memoria cultural, aflore pleno
en nuestra vida cotidiana en forma de federalismo sudamericano, de paz global y
de sostenibilidad integral, soberana y completamente democrática. Los pueblos
serán política, económica y culturalmente libres cuando la sustentabilidad real
esté en la base y en el horizonte de su soberanía particular confederada. En la
Escuela Nueva de Olga Cosettini, una de las actividades de las alumnas y los
alumnos era trabajar emulando la alfarería nativa. ¿Podemos pensar al libro de
la Señorita Olga como parte del ‘inconsciente bibliográfico’ de la biblioteca
personal de Renata Castaldo? Al ‘pincel de colores’ del Alba martiana del Río
Uruguay le llevó mucho tiempo y paciencia natural crear y pintar ese paisaje
hermoso de nuestra capital del turismo”.
Más adelante, el
autor de Señorita Renée da indicios de ese otro modo pedagógico ligado al pago
de uno, y copia una explicación de Carlos Ceruti “desde un punto de vista
científico”, en su trabajo ‘Ríos y Praderas: los pueblos del Litoral’: a fines
del Terciario, entre 15 y 5 millones de años atrás -dice el investigador-, “las
tierras bajas de la Mesopotamia y la llanura central estaban ocupadas por un
mar cálido y poco profundo. Sus sedimentos de fondo afloran desde la ciudad de
Paraná hacia el norte. Se trata de arcillas verdosas finamente estratificadas,
con fósiles característicos: bancos de ostras, restos de crustáceos, corvinas,
tiburones, focas y ballenas. El borde oeste de esta cuenca lo limitaban las
Sierras Pampeanas, constituidas fundamentalmente por rocas plutónicas ácidas
(granito), filonianas (pegmatita) y metamórficas (gneis, pizarras y esquistos).
La costa este del ‘Mar Paranaense’ quedó enmarcada por coladas superpuestas de
basalto castaño o negro, originados en grandes derrames de lava vertidos hace
65 millones de años. El vapor de agua y otros gases contenidos en la masa
magmática ascendió en burbujas, formando cavidades. Al enfriarse la lava, el
vapor cargado de sílice y otros compuestos minerales se condensó, tapizando los
alvéolos con capas concéntricas de silicatos coloreados, que constituyen las
ágatas. A veces, dos coladas sucesivas ‘atraparon’ en el medio una capa de
arena, que fundieron originando una arenisca vitrificada o ‘metacuarcita’.
Estas areniscas y las bochas de ágata dejadas al descubierto por la
meteorización del basalto, partidas y pulidas por la acción de los ríos, fueron
arrastradas y depositadas cientos de kilómetros aguas abajo, formando los
mantos de guijarros del río Uruguay. Todas estas rocas fueron utilizadas por
los pobladores indígenas: las plutónicas y metamórficas para la confección de
instrumentos de molienda, hachas y boleadoras; los basaltos y metacuarcitas
para hachas, cuchillos, raspadores, puntas de proyectil y un variado conjunto
de instrumentos para el corte, machacado y raspado de madera, cuero y hueso.
Las ágatas, más duras, cumplieron la función de percutores y yunques”. Durante
el Plioceno, entre 6 y 5 millones de años atrás -continúa Ceruti citado por Castaldo-
“el clima mundial se enfrió y se formó el casquete antártico. El agua retenida
como hielo provocó un descenso generalizado del nivel de las cuencas oceánicas.
El Mar Paranaense se secó y los grandes ríos de la Mesopotamia comenzaron a
extender sus cauces”.
¿Qué tiene que ver?
No son datos
aislados. Mauricio Castaldo vincula estrofas poéticas con párrafos científicos,
cerámicas con palmares, pueblos con rocas, ivirapitás con Artigas, para señalar
que la educación no se encasilla, que la división no es buena consejera, y que
nuestro entorno puede ser mirado desde distintos ángulos y por distintos modos
del saber, para salir del endiosamiento de la razón y zafar de los casilleros
del sistema. “Cuando en octubre de 1965, la gestión política de Colón logró la
creación del Parque Nacional El Palmar se reencontró, por lo menos
parcialmente, con esta larga historia natural y nativa. La crisis de la empresa
transnacional inglesa Liebig, instalada a pocos kilómetros de la ciudad y muy
influyente en el aspecto económico, comercial y laboral de la región, obligó a
pensar alternativas. El amor que los promotores de esta iniciativa verde
profesaban por su tierra hizo lo demás. Crear el Parque El Palmar fue volver a
lo que podemos denominar una política fundacional, eco-instituyente: mirarnos
un poco más para adentro en vez de mirar tanto para afuera. Si estas
iniciativas quedan planteadas como un oasis natural en el marco de una
modernidad o una posmodernidad destructivas, contaminantes y alienantes, sólo
podremos valorarlas como un intento de reconstrucción y regeneración ambiental.
Necesitamos más iniciativas eco-soberanas”, concluye.
Y bien, quedamos en
deuda con muchos puntos clave del libro, con interrogantes sobre la educación
de ayer y de hoy planteados por el autor, y con la figura de Renée. Por ello
reproducimos aparte las cuartetas que le dedicaron sus alumnos y compañeros el
día de su jubilación y la pintan bien. Pero dimos espacio al sentido de su
vida: la educación. Hay que buscar la obra de Mauricio Castaldo. Este fragmento
es un aspecto nomás, aunque quizá medular si consideramos que de la primera a
la última página el historiador mariagrandense apunta a una suerte de
reconciliación entre la educación y el federalismo, entre el aula y la
biodiversidad, que parece tan difícil en las estructuras coloniales heredadas pero,
según vemos aquí, está al alcance de la mano.
Renée puede leer se
en la pantalla por ahora; bueno sería que también llegue al papel, y que genere
los necesarios intercambios.
Daniel Tirso Fiorotto.
Uno. 11 de junio 2023
-0-0-0-
Cuartetas a Renée
Estamos todos
reunidos
hay fiesta en el Club
Colón
para decirle a Renata
nuestro amor y
admiración.
Yo tuve una profesora
y siempre lo mismo
digo
que entre números y
cifras
nos enseñó a ser
amigos.
Para brindar un
consejo
o dar una explicación
siempre hubo una
amiga
sentada en la
dirección.
Hay profesores de
Historia
de Inglés o de
Geografía
pero que sepa de todo
no hay otra como la
mía.
Para el paseo de
estudiantes
si no alcanzaba la
plata
nadie quedaba sin
viaje
siempre ayudaba
Renata.
Cuando faltaban tres
días
y el dinero no
alcanzaba
apoyando siempre a
Quinto
una rifa organizaba.
Siempre dirigió la
escuela
teniendo a todos
cortitos
más si atacaban de
afuera
defendía a sus
pollitos.
En problemas con
alumnos
nunca quiso
amonestarlos.
Decía: “los chicos
son buenos
pero hay que saber
tratarlos”.
Cuando venía el
inspector
siempre procedía
igual
enfrentaba todo sola
defendiendo al
personal.
Si faltaban papeles
no se dejaba retar
porque ella bien lo
sabe
lo importante es
enseñar.
Mil viajes a Buenos
Aires
para nuestro
beneficio
peleando con los
ministros
para hacer el
edificio.
Todo un día en Buenos
Aires
viajando la noche
entera
volvía a la madrugada
con un bono en la
cartera.
En un terreno baldío
todo cubierto de
arcilla
sólo esta gran amiga
consiguió una
maravilla.
De gente como Renata
no abundan mucho en
la Historia
que se brinden a la
escuela
sin buscar honor y
gloria.
Que Renata no esté
rica
eso no es ningún
misterio
si pagó de su
bolsillo
mil cuentas del
ministerio.
Cuando viaja un
director
el viático está
pagado
cuando ha viajado
Renata
de su sueldo lo ha
sacado.
Y aunque no tenga en
el banco
dinero a plazo fijo
ella se brindó a la
escuela
y ahora tiene muchos
hijos.
Tiene un sólo tapado
para pasar el
invierno
pero tiene un ex
alumno
que es ministro de
gobierno.
Hay un pueblito
famoso
y eso la historia
constata
María Grande es
importante
porque allí nació
Renata.
Renata es inteligente
y una persona con
tino
pero se le cae la
baba
cuando habla de sus
sobrinos.
Quién no conoce a
Luciano
de quién habla con
amor
a Marito y su señora
y a Carlitos el
doctor.
Voy a contar un
secreto
y ya todos lo sabrán
Renata el año que
viene
en Luxemburgo estará.
Del otro lado del
charco
le pido de corazón
con su gente en
Luxemburgo
no se olvide de
Colón.
En la lucha de su
vida
le damos un
amnisticio
pero que regrese
pronto
a seguir el edificio.
Un descanso merecido
de corazón le
deseamos
pero aunque Europa
esté linda
sepa que aquí la
esperamos.
Estamos todos
reunidos
hay fiesta en el Club
Colón
para decirle a Renata
mil gracias de
corazón.
-0-0-0-
Pensar alto, sentir
hondo, vivir noble. Ella puso en práctica esos consejos.
El primer artesano
fue el río, la primera educadora fue la Madre Naturaleza.
Cuando la
sustentabilidad esté en el horizonte de su soberanía particular confederada.
Política fundacional,
eco-instituyente: mirarnos para adentro en vez de mirar tanto para afuera.
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