A Frigerio le convendría revisar dónde está la madre del borrego
Dirigentes sociales, periodistas, políticos, profesionales, sumidos en un aire colonial supremacista que asombra por su persistencia. Si provincias como Entre Ríos no consideran el “índice de destierro” caerán en el juego de Buenos Aires. ¿Por qué el gobierno de Axel Kicillof recibe fondos extraordinarios del estado nacional, ? //
Javier
Milei se las verá en figurillas para aplicar su programa económico porque (entre
varias razones) en nuestro país mucho de lo que ahorramos se cuela hacia los
pagos de la deuda pública, cercana a los 500 mil millones de dólares. Deuda que
ha logrado engañar a no pocos, si oculta la inviabilidad de los planes de
distintas gestiones sucesivas. ¿Cuántas obras, cuántos sueldos, cuántos
subsidios, se han pagado rapiñando del plato de las generaciones futuras? ¿Y en
cuánto se ha hipotecado el país con una deuda en gran parte fraudulenta, donde
la dirigencia ha hecho desaparecer como por arte de magia la responsabilidad de
los tomadores (literal en todas sus acepciones) y de los prestamistas?
Los gobiernos de Mauricio Macri y Alberto Fernández,
enviciados en el juego de la usura, endeudaron el país en 200 mil millones de
dólares en sólo 8 años. Todos los aparentes beneficios que puedan contarse (por
ejemplo en una obra, en un sueldo adecuado a la inflación, en un servicio más
barato), fueron extraídos del plato de los niños de la Argentina. Alarmante, además,
si consideramos que los recursos del estado que no provienen del endeudamiento
salen principalmente del sistema extractivista.
De
la misma manera, Rogelio Frigerio y los demás gobernadores electos deberán
monitorear muy especialmente la distribución de los fondos nacionales para no
ser primereados por la voracidad de la provincia de Buenos Aires y la ciudad
capital, habituadas ya a mantener su supremacía por la vía del chantaje. “No me
das, te incendio el país”. Es lo que pasa a diario, pero fue evidente cuando la
convertibilidad crujía: la nación no imprimía billetes y no tenía cómo
abastecer la demanda, entonces las provincias imprimieron una variedad de
bonos. La provincia de Buenos Aires empujó lo suficiente para que el gobierno
nacional reconociera sus bonos en paridad con el peso, mientras sus hermanas
quedaban a la intemperie. Vaya hermana.
Que
estas cosas ocurran es propio de un país que sufre el colonialismo interno,
pero es más grave aún que pasen como naturales. Se avecinan meses tensos, de
escasez, y no todos los comensales tienen la misma fuerza para presionar.
Golpes de estado
En
la Argentina rige desde hace 200 años un supremacismo que nos paraliza ante los
privilegios. Lo hemos incorporado. Es decir: no hay que dar explicaciones
siquiera cuando la tarifa eléctrica es más barata en Buenos Aires que en la
provincia de origen de esa energía, ni cuando los subsidios para el ferrocarril
de pasajeros los paga todo el país pero Entre Ríos paga y no tiene el servicio
(apenas 25 de los 1.000 km que poseía hace tres décadas). Se presenta como “lógico”,
ese es el sistema. Tampoco hay que dar explicaciones cuando la nación modifica
sin consulta el régimen impositivo con consecuencias sobre los tesoros provinciales
y lo hace sin una mínima consulta; o presiona para la privatización de los
bancos provinciales pero facilita que Buenos Aires retenga el suyo; o cuando a
pesar de todos los indicios de las prerrogativas históricas de Buenos Aires
ciudad y provincia, que las llevaron a tener industrias y servicios gracias al
acompañamiento del gobierno central-centralista, los políticos de distintas
vertientes insisten en que esa provincia es discriminada negativamente con el
régimen de coparticipación. Machacar sobre medias verdades (con la ventaja de
una cadena de medios masivos de gran alcance con sede en el centro), y amenazar
con conflictos ingobernables (es decir, con golpes de estado) es la manera que
encuentra el colonialismo argento para potenciarse y prevalecer.
Civilización y barbarie
Tanto
Milei como Frigerio se encontrarán con caminos aceitados para seguir haciendo
más de lo mismo, para ceder a la prepotencia bonaerense y porteña, y con
caminos con obstáculos para buscar el equilibrio, ¿por qué? Porque el colonialismo
interno de la Argentina ha logrado que el predominio de Buenos Aires haya
arraigado tanto en esa provincia y en esa ciudad como en el resto del
territorio, tanto en la política como en el sindicalismo y los medios y las
universidades, entonces la continuidad no encuentra mayores reproches. A lo que
se suma que, en estos dos economistas, la valoración del federalismo está por
verse.
Por
supuesto que la continuidad no les permitirá gobernar; es de esperar que toda
esa pesada estructura heredada (deuda y unitarismo, es decir, colonialidad y
colonialismo interno) les malogre sus planes; como también es probable que, al
enfrentar el despotismo endeudador instalado, encuentren palos en la rueda. Así
es la cosa: ningún camino con alfombras.
Es
que el colonialismo ataca por todos los flancos. Incluso en los sectores que
admiten la lucha de clases (que estudian como una receta) no cuaja la
conciencia sobre el colonialismo interno que salta a la vista y es la primera
razón de los desequilibrios del país. El colonialismo exige que la crítica al
sistema venga en un libro de autor europeo, que habilite otro espacio, porque
sus casilleros epistémicos están ya prefabricados y allí no cabe lo que dictan
los ojos y menos lo que diga el vecino.
Es
tal la fuerza de la colonialidad que algunos que aceptan revisar este vicio vuelven
al mostrador a la primera de cambio.
La
estructura educativa y mediática ha logrado convencer por derecha y por
izquierda que la “soberanía particular de los pueblos en confederación”, principio
fundamental de la revolución, es una idea arcaica y reaccionaria. Para esa
modernidad colonial, la vida comunitaria es el atraso. En el mejor de los casos
le darán una palmadita en la espalda al crítico del sistema, con actitud
paternal, como quien dijera: muy bueno lo tuyo, seguí participando. Por vías
siempre renovadas, es la vieja consigna supremacista de la civilización y la
barbarie.
Bordet y Kicillof
¿Por
qué el gobernador de Entre Ríos Gustavo Bordet se negó a dar a las familias créditos
en 24 cuotas sin intereses en las semanas previas a las elecciones, para
aceitarle el camino a su potencial sucesor, endulzando al electorado? ¿Por qué
en la provincia de Buenos Aires podían comprarse heladeras, acondicionadores,
artículos del hogar diversos, en 24 cuotas sin intereses en medio de una
inflación del 150 % anual, y en otras provincias eso era impensable?
Esa
“negativa” entre comillas se explica en que la provincia de Entre Ríos no
cuenta con suficientes fondos. ¿Por qué su par de Buenos Aires, Axel Kicillof,
sí pudo dar esas facilidades? La respuesta podría ser la siguiente: porque
Kicillof es mejor gobernador que Bordet. Pero saldrá una siguiente pregunta:
¿por qué Kicillof recibe del estado nacional fondos multimillonarios,
superiores en proporción a todas las demás provincias, por lejos, con altas
dosis de arbitrariedad, cuando en verdad su gobierno es más rico, al punto que
puede dar cosas regaladas a los habitantes?
La
contestación nos exige invertir la cronología: Kicillof puede blandir bonanzas porque
todas las demás provincias, incluida Entre Ríos, ponen dineros extras en la
provincia de Buenos Aires, que es la más rica del país, y es la más rica por
todos los privilegios que recibió de sucesivos gobiernos colonialistas durante
200 años.
Así
como Inglaterra se queda con las Malvinas porque es más fuerte y ganó la
reciente guerra, Buenos Aires se queda con la parte del león porque es más
fuerte y supo destruir a aquellos que decidieron enfrentar su prepotencia (los
pueblos de Artigas, Ramírez, Urquiza, López Jordán, Peñaloza, Varela, los
mapuche y tehuelche; incluidos los pueblos guaraníes y mestizos del Paraguay).
No
vamos a cargar al gobernante actual los atropellos de siglos, pero sí apuntemos
que no pocos dirigentes se aprovechan de esas ventajas para fingir buen
gobierno y generosidad. Medrar con la colonialidad es también colonialidad.
Lo
curioso de la realidad argentina es que no pocos de los que se autodenominan
progresistas y distribucionistas contribuyen a la concentración y a la falta de
equidad desde el vamos, porque se saltean el primer paso de la justicia, que en
la Argentina se llama federalismo solidario fundador, y que debió llamarse
soberanía particular de los pueblos en confederación. Esto no pudo ser porque
Buenos Aires lo impidió con la fuerza de las armas compradas con el monopolio
del puerto…
Reaccionarios a dos puntas
Escuchamos
una vez al periodista Marcelo Lorenzo decir que la primera distribución es el
federalismo, con gran poder de síntesis. Hay un ejemplo por demás risueño del
proceso contrario. Como el gobierno nacional del PRO mandaba también en la
provincia de Buenos Aires y en la ciudad de Buenos Aires, colocó fondos
superiores en esas dos jurisdicciones. Le sucedió el actual que comanda la
provincia pero no la ciudad, entonces quitó fondos de la ciudad con la excusa
de que era un reparto contrario al federalismo, ¿y dónde los puso? ¿En Formosa?
¿En Jujuy? ¿en Catamarca? No: en la provincia de Buenos Aires. Es decir: cruzó
la calle.
Los
ejemplos de la injusticia colonial en la Argentina dan para reírse largo y
tendido, por las muchas medidas sin escrúpulos, obscenas. El colonialismo
interno es un interesante punto de confluencia de los supuestos adversarios.
Para
reemplazar monarquía y unitarismo por república y federalismo y devolución de
tierras en nuestro país murieron no menos de 100.000 jóvenes. Es decir: los
gobernantes argentinos juegan hoy sobre las tumbas de nuestra juventud. Y
juegan sobre las zozobras de decenas de miles de familias condenadas al
desarraigo y el destierro y el hacinamiento por estas políticas, reaccionarias
con todas las letras.
En
la sensibilizada Argentina vale aclarar el marco para aventar malos entendidos,
antes de lanzar una mirada crítica: no son reaccionarios ni cómplices aquellos
que adhieren o votan a determinadas fuerzas, aquellos puestos en un brete por
un sistema amañado. El cuestionamiento no apunta a los pueblos, y tampoco persigue
una mayor fragmentación, todo lo contrario. La amistad y la paciencia se
imponen, cuando de hermanos se trata. Es en el respeto a la vida comunitaria y
a la diversidad de regiones donde mejor se abona la unidad de la nación. Jamás
en la uniformidad forzada que impone el estado-nación, que nos llevará a la
división. No es modelo para nadie el separatismo que resolvió en su hora la
oligarquía bonaerense cuando el país quiso Constitución y eligió como capital a
Paraná, y al que renunció luego de cambiar la Constitución y quedarse (con la
razón del dinero y las armas) con el mango de la sartén.
Arbitrariedades
A no
engañarse: el dinero que manotea un gobernante por las arbitrariedades
partidarias, y siguiendo la línea histórica de dominación, sale de otro
territorio. No se trata de darle a Buenos Aires lo de otras provincias, y
tampoco de darle más de la masa que posee la nación, porque eso también
equivale a quitarle al resto.
El decadente
gobierno de Alberto Fernández colaboró con la derrota del Partido Justicialista
y sus seguidores acríticos en Entre Ríos y en el país, en relación directamente
proporcional a la colaboración de Alberto con la victoria del oficialismo en la
provincia de Buenos Aires. El desbarajuste provocado por el gobierno actual,
que arribó sin un plan contra el endeudamiento público ni un plan para revertir
la inflación (por eso todo lo potenció), y cuya mentora, Cristina Kirchner, gastó
un tiempo precioso en su cruzada contra los jueces que la investigan mientras
el pueblo marchaba a los tumbos; ese desbarajuste amenazaba con llevarse puesto
a todos los candidatos oficialistas. Ante los riesgos de hundimiento sacaron
una lancha salvavidas: la provincia de Buenos Aires. Nada nuevo bajo el sol.
El principal ingrediente del oficialismo para
guardarse una trinchera ha sido sin dudas el manejo de fondos públicos (fondos
de fortalecimiento fiscal, plan potenciar trabajo, entre otros) para asegurar
las candidaturas del partido del poder en la provincia de Buenos Aires.
Los expertos señalan que esa provincia, la más
poderosa de la Argentina, recibió multimillonarios fondos arbitrarios, tanto en
2022 como en 2023, por encima de los automáticos, cosa que por justicia
merecerían sí las provincias empobrecidas por la colonia. Lo de siempre: ¿consideramos,
por caso, los subsidios de todo el país a las industrias para que se instalaran
y desarrollaran en Buenos Aires?
Hemos escuchado a
dirigentes de casi todas las extracciones político partidarias de Buenos Aires
y a los medios masivos de mayor alcance machacar con la “injusticia” entre
comillas que padece esa provincia en el reparto de la coparticipación. Así se
da esta paradoja: mientras el poder bonaerense (de todos los partidos) denuncia
que el reparto en coparticipación es injusto, ese estado provincial luce airoso;
con los fondos de todos, claro.
Los estudios buscan
comparar este pretendido perjuicio con lo
que ocurre en otros países, y sistemáticamente ocultan la historia propia de la
Argentina, para que no aparezcan las fuentes del desarrollo industrial de la
provincia de Buenos Aires, principalmente. Sea en gobiernos democráticos como
de facto.
No es que Buenos Aires (ciudad y provincia) pisoteó
al resto de las provincias fundantes del país, no es que las subordinó a fuerza
de fusiles, cañones y ametralladoras, no es que entregó las tierras del país a
sus empresarios, sino que recauda mucho porque las ventajas le vinieron del
cielo, o de la supremacía…
Índice de
destierro
Si sólo medimos por cantidad de habitantes, la
provincia de Buenos Aires tiene razón en sus quejas referidas al reparto de la
coparticipación. Pero lo cierto es que en el reparto deben intervenir otros
ingredientes, no sólo la población. Primero digamos que este sistema no federal
fue establecido por un régimen de facto y convalidado por la Corte a puro empuje
colonial.
Pero un factor
central, invisibilizado, es el “índice de destierro”, es decir: la historia de
empobrecimiento de ciertas provincias que obligó a sus habitantes a emigrar a
la provincia más favorecida: Buenos Aires. Cuando los técnicos analizan la
coparticipación, y saben que Entre Ríos era la tercera provincia en cantidad de
habitantes, luego la quinta, después la séptima, y ahora la octava, ¿no se les
cae la cara de vergüenza al pedir más dinero para la provincia más poderosa e
ignorar a los territorios donde las familias no tienen derecho siquiera a ser
pobres? No, porque casi nadie les echa en cara este
absurdo. También el interior ha sido ultra colonizado en su educación.
Otros factores a considerar, además del índice de destierro
y la cantidad de habitantes: la mayor densidad poblacional que hace más baratos
los servicios, la pobreza, la riqueza, el producto bruto de cada jurisdicción,
la sede de corporaciones y organismos que movilizan la economía, la
infraestructura y los servicios instalados por décadas que facilita el
desarrollo económico y las razones de esa concentración; las posibilidades de
recaudación impositiva en sectores poderosos de las finanzas, los servicios,
las industrias, etc.
En vez de revertir
el proceso de concentración de habitantes y de poder en el Área Metropolitana
de Buenos Aires (ciudad capital y 40 municipios del conurbano, es decir, ciudad
y provincia), lo que hicieron los sucesivos gobiernos fue dar más fondos a
Buenos Aires. Y a eso le llamaron “reparación histórica”. ¿El daño había sido para Buenos Aires? ¡No diga! Un manotazo maquillado
amablemente. Así acentuaron el problema.
Esto ocurre por una razón sencilla: es Buenos Aires
la que tiene la sartén por el mango en las finanzas, la economía, los medios,
las corporaciones.
Este es un punto colonialista que la intelectualidad
colonizada argentina prefiere dejar para después, es decir, para nunca. El
reciente cambio del sistema electoral con la excusa de la elección directa y
por distrito único fue otro triunfo colonial, entre tantos, con máscara
democrática. ¿Quién está dispuesto a enfrentar el poder de la cantidad (bancos,
votos, medios) de la provincia de Buenos Aires, si tiene pretensiones
presidenciales?
Daniel Tirso Fiorotto.
Domingo 26 de noviembre 2023