La provincia guaraní charrúa, ese hueso que era duro de roer
El 20 de octubre de 1811, el poder porteño nos entregó a España. El 10 de octubre de 1812 mandó invitarnos a una emboscada… Fechas y datos que la historia y la prensa suelen ocultar para disimular la colonialidad.//
El pasado 20 de octubre se cumplieron 212
años del quiebre en la relación de la gran familia entrerriana con el despótico
poder porteño. No con el pueblo, sí con la dirigencia. El cimbronazo aún
resuena. Había pasado año y medio de la llamada “revolución de mayo” y contra
todas nuestras luchas y aspiraciones los jefes herederos de la colonia entregaban
a España todas las ciudades entrerrianas con cabildo, es decir, Gualeguaychú,
Concepción del Uruguay y Gualeguay.
Buenos Aires se sintió encerrada y les tiró
un hueso a los perros para apaciguarlos. Ese hueso éramos nosotros, claro, y el
tiempo demostró que fuimos duros de roer hasta las últimas sangrías de la
guerra entrerriana, provocadas por la superioridad económica del puerto
monopolizado por Buenos Aires, abastecido con poderosos fusiles Remington,
cañones Krupp y ametralladoras Gatling.
La gurisada y la juventud entrerrianas han
sido adoctrinadas históricamente para venerar las “bondades” de los presuntos
revolucionarios de mayo y alabar a los triunviratos. Les han ocultado en forma
sistemática que nuestro territorio fue cedido a Europa, en el armisticio
firmado por Buenos Aires con el virrey Francisco Javier Elío atrincherado en
Montevideo, y sin nuestro consentimiento. Para los poderosos fue como alivianar
la carga del barquito empujando al agua a algunos, considerados obviamente de
segunda.
Este hecho tendría una significación acotada,
y hasta comprensible por el momento, si el desprecio del poder porteño no se
hubiera repetido de manera reiterada hasta el día de hoy, naturalizando privilegios,
mintiendo federalismo, desoyendo reclamos.
La distorsión de nuestra historia es clave. Por
distintas vías y en diversos lugares se han conocido testimonios por caso de la
organización comunitaria, las estrategias de resistencia y la relación con el
resto de la biodiversidad de los pueblos charrúas, guaraníes y aledaños. Su
desarticulación no resultó sencilla. Pero todo ello ha sido marginado o
invisibilizado en los ámbitos del sistema.
Al ocultarnos la honda historia comunitaria
ancestral y de los inmigrantes europeos, en un interesante eslabonamiento, con
lazos de reciprocidad bien conocidos, nos cuesta ver cómo toda esa trama se reemplazó
luego con un estado nación vertical, abonado hoy mismo por organismos públicos,
corporaciones y medios de comunicación masiva.
Aquel armisticio no es más que una de las
tantas expresiones del entendimiento del colonialismo porteño con portugueses,
ingleses y españoles, es decir, de los negocios entre facciones de la
oligarquía monárquica, para jaquear a la región litoral republicana, popular,
comunitaria. Las batallas del Espinillo, del arroyo Cevallos y de Saucesito, en
1814, 1817 y 1818, son algunos ejemplos de la valiente y exitosa defensa del
territorio protagonizada por entrerrianos y orientales unidos, frente al
despotismo invasor, que seguía la línea de aquel acuerdo con Elío.
Letra muerta
Las luchas fueron aquí defensivas, de
resistencia, como las que habían practicado por casi 300 años los pueblos
ancestrales. La historia oficial lanzó a una fosa común a los pueblos en
resistencia, negó o mintió las luchas de tres siglos en este territorio. Hay
ejemplos de escuelas erigidas sobre el lugar de una batalla crucial, donde
docentes y estudiantes ignoran esa historia, y recitan los nombres de los
conquistadores.
La determinación colonialista de aquel 20 de
octubre de 1811 fue histórica y tiene consecuencias hoy, en pleno siglo XXI. Es
cierto que a los pocos meses el poder porteño volvió un paso atrás, pero el
daño estaba hecho, y desde entonces se acentuó la divisoria de aguas entre esta
región y lo que luego sería la Capital contra nuestra voluntad y nuestros
principios. (Desde la línea madre en las Instrucciones del año XIII nosotros
luchamos, entre otras cosas, para que la capital no estuviera allí).
El sistema federal pudo difuminar esta raya.
Sin embargo, con el tiempo el federalismo se fue convirtiendo en letra muerta,
de modo que no hace falta azuzar las diferencias para que afloren de tanto en
tanto.
Desde hace décadas los políticos argentinos y
muy en particular los entrerrianos alzan banderas federales el día anterior a
las elecciones y se limpian con ellas al día siguiente, para cumplir con sus
verdaderos patrones. El relato del estado nación uniformador caló hondo en los
partidos, y la derrotada conciencia federal (hacia la “soberanía particular de
los pueblos”, es decir, las comunidades reunidas en confederación), fue echada
a la misma fosa común de las resistencias.
Fecha nefasta, el 20 de octubre. No para
olvidar sino para recordar y estudiar, porque pinta bien a la metrópolis de
ayer y de hoy, y ayuda a conocer el poder financiero, político, mediático, electoral,
corporativo, judicial de la provincia de Buenos Aires y la ciudad capital, lo
que hoy llamamos AMBA; como ayuda a conocer a los dirigentes blandos de boca
colocados estratégicamente en las gobernaciones provinciales, capaces de
inclinarse ante cualquier gobierno central a cambio de algunos fondos, sin que
se les mueva un pelo; y capaces de hacer la vista gorda frente a los
privilegios del centro.
De Zapata a Rondeau
Pocos días después de la
revolución de mayo los vecinos de las tres villas con cabildo en nuestro
territorio manifestaron su adhesión a la Primera Junta. Los criollos se las
veían venir, y pretendían arrebatar los gobiernos locales a los españoles hacia
octubre de 1810 (eso explica el estudioso Claudio Biondino), aun cuando los
españoles se manifestaban todavía a favor de la Junta de Buenos Aires. Pero su
rebelión fue descubierta y abortada. Hacia noviembre de 1810 las tres villas
habían sido tomadas ya por realistas y juraban fidelidad al Consejo de Regencia
de Cádiz. Ahí surgió la nueva rebelión de paisanos comandados por Bartolomé
Zapata (que había logrado escapar de la redada colonialista), para recuperar
las villas a favor de la revolución. El caso es que entre febrero y marzo de
1811 los paisanos entrerrianos reconquistaron las villas para la revolución,
mientras en la otra banda los artiguistas triunfaban en las batallas de San
José y Las Piedras; pocos meses después Buenos Aires ignoró todos estos
esfuerzos y entregó la Banda Oriental y nuestras villas al representante
europeo con sede en Montevideo. Por desgracia, nuestro primer caudillo criollo,
Bartolomé Zapata, había muerto.
Aníbal Vásquez lo sintetiza bien:
“Montevideo, sitiada por los patriotas, estaba a punto de rendirse cuando el
virrey Elío pidió a Brasil que invadiera el territorio oriental para atacar a
los revolucionarios. En esos trances, cuando el ejército libertador había
experimentado el desastre de Huaqui, en el Alto Perú, el general Rondeau, jefe
de las fuerzas sitiadoras, firmó, a nombre del gobierno de Buenos Aires, un
armisticio con el virrey, por el cual se levantó el sitio, se retiraron las
tropas y se reconoció la autoridad de España en toda la Banda Oriental y la
banda occidental del río Uruguay”.
“El tratado produjo una ingrata impresión en
Entre Ríos que se había pronunciado contra el español, no conformándose a la
realidad de volver a ser dominado por un régimen contra el cual estaba
combatiendo. Por su parte el pueblo oriental signó su protesta con el
impresionante éxodo al Ayuí (Concordia)”.
(Desconocer las luchas y las vidas ofrecidas
fue después una constante. Hoy mismo se ignora a los 100.000 jóvenes muertos en
combate a favor del federalismo).
“El armisticio -sigue Vásquez- constituyó uno
de los tantos antecedentes que concurrieron a originar el violento desacomodo
que sobrevino entre las campañas del litoral y Buenos Aires y ha sido estimado
como una desafortunada disposición que exasperó a los caudillos responsables de
la Banda Oriental y de Entre Ríos”.
Durante los debates para devolver el nombre
“Alameda de la Federación” a la avenida Rivadavia de Paraná, impulsados por la
Junta Abya yala por los Pueblos Libres, el periodista Mario Alarcón Muñiz
apuntó la paradoja de que la capital de la provincia, que sufrió a José
Rondeau, lo homenajeara con el nombre de una calle importante.
“Rondeau le mandó cinco comunicaciones a San
Martín para que abandonara la expedición y viniera a combatir a los caudillos
del litoral, luego encabezó el ejército de Buenos Aires en Cepeda contra los
gauchos de Francisco Ramírez y Estanislao López”, recordó. “Yo no acepto, no
acepto que una calle de Paraná se llame Rivadavia, que una calle de Entre Ríos
se llame Rondeau”, tronó la voz de Alarcón Muñiz.
El historiador argentino Juan Antonio Vilar,
sistemáticamente ignorado por la historia oficial, explica las razones de las
desviaciones argentinas. Veamos estos párrafos: “Buenos Aires careció de una
clase revolucionaria porque no existió una verdadera burguesía capaz y
transformadora. El poder quedó en manos de conservadores monárquicos e ineptos
como lo fueron Saavedra, el deán Funes, Posadas, Chiclana, Vicente López, José
V. Gómez, Martín Rodríguez, los cinco hermanos Balcarce (todos militares),
Álvarez Thomas, Álvarez Jonte, Nicolás Rodríguez Peña, Ortiz de Ocampo,
Quintana, Viamonte o Miguel E. Soler; ubicuos como J. J. Paso, traidores como
Alvear, Pueyrredón o Rondeau; servidores
de Inglaterra como Manuel José García, o
de Portugal como Nicolás Herrera; intrigantes como Sarratea; tenebrosos como
Tagle; facciosos autoritarios como
Monteagudo o Vieytes; reformistas delirantes como Rivadavia; comerciantes aprovechados como Larrea;
calumniadores como Cavia o comerciantes terratenientes racistas como Anchorena”.
La lista de Vilar sigue. Luego aclara: el
artiguismo fue en cambio “una masiva expresión popular de campesinos, criollos
pobres, mestizos, gauchos, indios y hasta negros, conducidos por el Jefe de los
Orientales, que lucharon por un país independiente, republicano, federal e
igualitario”.
El éxodo oriental
Leamos el tratado de los porteños y los
españoles, con la venia inglesa, con la letra de entonces, textual. “Las tropas
de Buenos Aires desocuparán enteramente la vanda Oriental del Río de la Plata
hasta el Uruguay sin que en toda ella se reconozca otra autoridad que la del
Exmo. Señor Virrey… Los pueblos del Arroyo de la China, Gualeguay, Gualeguaychú
cituados entre Ríos quedarán de la propia suerte sujetos al Gobierno del Exmo.
Señor Virrey y al de la Exma. Junta los demás Pueblos; no pudiendo entrar jamás
en aquella Provincia o distrito tropas de uno de los dos gobiernos sin previa
anuencia del otro”.
Eso explica por qué el 20 de octubre marcó nuestra
tensa relación de desconfianza con Buenos Aires por siglos, y provocó en muchas
oportunidades guerras fratricidas. Entre las principales medidas que había
adoptado Elío al hacerse cargo del virreinato en Montevideo estaba la de erigir
una horca para los rebeldes. Negociar con él, entregarnos a su dominio, fue
toda una definición. Desde entonces, los desastres económicos provocados por el
colonialismo interno en la Argentina son inconmensurables, los muertos superan
los 100.000. De ahí que las burlas permanentes al federalismo y la república, y
la corrupción que erosiona las relaciones sociales hoy mismo, muestran su real
gravedad cuando conocemos las tragedias que debimos enfrentar para lograr
normas que el poder político y económico incumple a diario.
La decisión del Triunvirato provocó el éxodo
del pueblo oriental, conocido entonces como “La Redota”. Los orientales se
instalaron por miles en Entre Ríos, a orillas del Ayuí, comandados por José
Artigas, con el auxilio del ejército charrúa.
“El gobierno de Buenos Aires abandona esta
Banda a su opresor antiguo pero ella enarbola a mis órdenes el estandarte
conservador de la libertad. Síganme cuantos gusten, en la seguridad de que yo
jamás cederé”, exclamó Artigas.
José Traibel transcribe en su Breviario
Artiguista las expresiones del paraguayo Francisco Bartolomé Laguardia sobre lo
que vio en el Ayuí, cerca de Concordia, ya en 1812: “Toda esta costa del
Uruguay está poblada de familias que salieron de Montevideo; unas bajo las
carretas, otras bajo los árboles y todas a la inclemencia del tiempo, pero con
tanta conformidad y gusto, que causa admiración y da ejemplo”.
Y agrega Traibel: “Los pueblos de indios de
su jurisdicción misionera de Yapeyú lo aclaman como jefe y el prestigio de
Artigas se hace grande en toda la zona entrerriana, especialmente en aquellos
puntos que las cláusulas del Armisticio de octubre habían hermanado en su
desdicha con los orientales”.
Emborracharlos
De lo que ocurrió después es interesante leer
una columna de Fortunato Calderón Correa publicada en AIM, titulada “Sarratea
para pensar”. El escritor entrerriano hace referencias a la calaña de los
llamados “proceres”, enumera las fechorías de Sarratea, y recuerda una carta de
este político a Ambrosio Carranza con instrucciones para una emboscada al
pueblo charrúa. La transcribimos aquí sin más, para que su lectura nos alumbre.
“Muy reservado. Teniendo a la vista, documentos los más seguros de la
mala fe y perversas intenciones de los Indios Charrúas, a cuya cabeza marchan
caciques sospechosos, en unión con facciosos, y criminales, y debiendo a toda
costa consultar la seguridad de los vecinos, y el decoro y dignidad del
Superior Gobierno que represento, he hallado por conveniente comisionar a
usted para cortar de raíz esta planta venenosa, debiendo usted combinar sus
medidas, con el Comandante de Paysandú, que serán del modo siguiente: procurará
usted convidar para un día determinado a los Caciques principalmente, sus
mujeres, y cuantos se puedan de ellos, a una función que se celebre en
Paysandú, ofreciéndoles yerba, tabaco, y aguardiente, a fin de atraerlos más,
cuyos renglones hará usted pedir al coronel Don Domingo French, que ya tiene
las órdenes para ello. Entre la embriaguez y festejos, teniendo la prevención
(de una) tropa apostada, se echará usted sobre todos ellos y sus mujeres,
acabando a los que se resistan; y escoltados suficientemente los hará venir al
paso de Vera (para) transferirlos a este Cuartel General. En la suposición que
si usted necesita alguna fuerza más, debe pedirla, sin demora; descansando en
su intrepidez, y notorio patriotismo, (se) que no aventurará una acción, cuyo
resultado no responda al lustre de las armas, y al incremento de unos países
que deben resentirse de sus efectos. Dios guíe a usted muchos años, Cuartel
General de la Concepción del Uruguay, Octubre 10 de 1812.
Manuel de Sarratea”.
Intentó asesinar al pueblo
charrúa, intentó asesinar a Artigas, usó todas las influencias para destruir la
revolución federal. Como pago a sus “servicios”, Entre Ríos le rinde honores en
escuelas y calles. ¿Hay mejores ejemplos de la sostenida decadencia entrerriana
en los ámbitos dirigentes?
El 20 de octubre de 1811,
hace 212 años, el poder porteño nos entregó a España. El 10 de octubre de 1812,
hace 211 años, el poder porteño propuso invitarnos para una emboscada de exterminio…
¿Cuánto colaboran el estado nacional, los estados provinciales, los banqueros, los
escritores, los partidos, las demás corporaciones, las escuelas, los medios,
las universidades, los colegios profesionales, los sindicatos, para que la
colonialidad interna siga vigente? ¿Cuántas calles, escuelas, llevan en Entre
Ríos los nombres de aquellos que dedicaron su vida a combatir al pueblo
entrerriano, como Sarratea, como Rondeau, como Rivadavia y otros más
encumbrados aún en el altar colonial?
Daniel Tirso Fiorotto. UNO.
Octubre 2023.
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*Luchas de resistencia como las que
practicaron por 300 años los pueblos ancestrales.
*Se ignora a los 100.000 jóvenes muertos en combate a favor del federalismo.
*“Entre la embriaguez y festejos se echará usted sobre todos ellos y sus mujeres”.