Argentinos, de tronco en tronco, y el coraje de la rata almizclera
La reciprocidad profunda, el “continuo renacer” de un principio ancestral, y la valiente rata almizclera que podríamos imitar, como alternativas al continuismo, el personalismo y el extractivismo propuestos por oficialistas y opositores de casi todos los colores en la política.//
¿Pueden las culturas
del mundo ofrecer respuestas de antes a problemas del después? Aquí lo veremos
desde la voz de un pueblo ancestral ayudando a mostrar las similitudes de
dirigentes que, en la puja cotidiana, se consideran adversarios, pero giran en
torno de un mismo eje extractivista, como acostumbra a decir el economista Luis
Lafferriere. Un eje colonial.
Los argentinos con el
agua al cuello en tiempos de Raúl Alfonsín buscamos un tronco salvavidas; ese
tronco vino a ser Carlos Menem… Con el agua ya en la nariz en tiempos de Menem
buscamos otro tronco, y fue Fernando de la Rúa…
Los puntos
suspensivos en ambos casos, para quienes no son argentinos, significan que con
nombrarlos está todo dicho.
Así, un tronco tras
otro, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner, Cristina Fernández, Mauricio Macri…
hace un par de meses, para salvarnos del ahogo seguro al que nos empujaba Alberto
Fernández nos agarramos de un tronco más ruidoso: Javier Milei…
Sería una altanería
decir que fracasan las personas, de manera sucesiva: aquí hay un problema de
sistema, sin dudas.
Cada uno de nosotros
cree que su tronco propio flota mejor que el tronco ajeno. ¿Y si buscáramos
otras vías posibles?
En estos días de
enero estamos procurándonos el enésimo tronquito que nos saque a flote y parece
que se perfila para esa función Pablo Moyano. Basta tantearlo quince minutos
para advertir su peso. El personaje asegura que ayer estábamos bien, con una
economía ultra extractivista, y aun así el 50% de los trabajadores en la
informalidad, siete de cada diez niños bajo la línea de pobreza, con pobreza
creciente, sin moneda, inclinados al capital financiero especulativo, y una
inflación galopante como el endeudamiento público y la corrupción. Poco
importaría su opinión si no fuera que se adjudica representación de los
trabajadores.
En medio del mar
revuelto, nos parecemos a las víctimas del Titanic: por ahí alguien encuentra
un chifle para anunciar que vive. Y el que trepó a la lancha trata que no suba nadie
más, no sea que ponga en zozobra su “suertecita”, al decir de ese aire de
chacarera que canta Bunbury.
De la Bandera a Leanne
Nuestra Bandera luce
el sol ancestral (Inti) en el centro. Luz y calor, vida, conciencia y amor, y
nos alumbra el camino a los saberes siempre vivos que hablan de armonía entre
los seres humanos y de nuestra especie con sus pares; hablan de vida
comunitaria, sin nadie afuera, sin excluidos; hablan de la búsqueda del
consenso como una norma, en vez de la disputa permanente de los partidos que se
afanan en erosionar al adversario, para reemplazarlo, en una interminable
alternancia de troncos.
A la luz de la Bandera
todo se aclara. Pocos países (Uruguay es uno de ellos) tienen esta gracia: la
de pintar en el centro de su máximo símbolo moderno el máximo símbolo
ancestral. Se le compara la bandera de Entre Ríos y esa banda roja en homenaje
a la sangre derramada por las independencia y la soberanía particular de los
pueblos, es decir: la vida comunitaria, sin mandones, el tejido regional
articulado con otros tejidos regionales en confederación; esa fue y es la meta
de la revolución independentista federal, cuya primera medida social fue la
devolución de tierras a las familias, con este lema: “que los más infelices
sean los más privilegiados…” ¿Hace falta explicar que está en las antípodas de
los privilegiados actuales?
En esta ocasión, en
vez de ajustarnos a tradiciones de este suelo acudimos a esa luz para abrirnos
a tradiciones vecinas, del mismo continente, Abya yala, explicadas por la poeta canadiense Leanne Betasamosake Simpson, integrante de pueblos ancestrales de la costa norte del lago Ontario. Vale porque el
movimiento canadiense “No más pasividad” (Idle no more) surgió en momentos
parecidos a los que vive la Argentina, pero se orientó por los saberes milenarios
del Abya yala, con alto empuje femenino, en vez de confiarse en troncos, como
veremos.
“Apoyo Idle no more,
porque creo que tengo que levantarme cada vez que el territorio base de nuestra
nación se ve amenazado... ya sea por la legislación, la deforestación, la
exploración minera, proyectos inmobiliarios, oleoductos, arenas bituminosas o
campos de golf. Me levanto cada vez que el territorio ancestral de nuestra
nación se ve amenazado, porque todo lo que tiene sentido para nosotros viene de
la tierra: nuestros sistemas políticos, nuestros sistemas intelectuales, el
cuidado de nuestra salud, la seguridad alimentaria, la lengua y nuestro
sustento espiritual y fortaleza moral”, escribió entonces Leanne.
Naomi Klein le
preguntó a Leanne: “¿puedes hablarme un poco sobre el nombre de tu libro, Dancing
On Our Turtle's Back (Bailando sobre nuestro caparazón de tortuga), y
lo que significa en este momento?”. La poeta respondió: “por años he oído a la
anciana Edna Manitowabi contar uno de nuestros relatos de creación sobre una
rata almizclera y una tortuga. En esa historia, hay una especie de crisis
ambiental. Porque en la cosmología Anishinaabeg, este no es el Primer Mundo,
tal vez es el Cuarto Mundo en el que estamos. Y siempre que haya un desbalance
y no se remedie, con el tiempo habrá una crisis. Esta vez una gran inundación
cubrió al mundo entero. Nanabush, uno de nuestros seres sagrados, termina
atrapado en un tronco con muchos de los demás animales. Están flotando en este
inmenso mar de agua sin tierra a la vista. Para mí, eso se siente como donde
estamos ahora. Estoy en un tronco con mucha gente, el mundo que mis
ancestros conocieron y en el que vivieron ya no existe, y yo y mi comunidad
necesitamos pensar una solución aun cuando todos nos sentimos abrumados e
irritados. Es una situación intensa y nadie sabe qué hacer, nadie sabe cómo
hacer un nuevo mundo”.
Entonces continúa Leanne
Betasamosake Simpson: “Así que los animales comienzan a turnarse para explorar
el fondo y buscar un puñado de tierra para usar como inicio de un mundo nuevo.
Los animales fuertes van primero, y cuando aparecen sin nada, los más pequeños
toman su turno. Finalmente, la rata almizclera (parecida a nuestro
coipo) logra traer tierra a la superficie. La tortuga se presta para que
se coloque la tierra en su espalda. Nanabush ora e insufla vida en esa tierra.
Todos los animales cantan y danzan sobre la espalda de la tortuga en un
círculo, y mientras lo hacen, el caparazón de la tortuga crece. Crece y crece
hasta convertirse en el mundo que conocemos. Es por eso que los Anishinaabeg
llaman a Norteamérica Mikinakong, el lugar de la tortuga. Cuando
Edna cuenta esta historia, dice que todos somos esa rata almizclera, y que
todos tenemos esa responsabilidad de tirarnos del tronco y bucear sin importar
lo difícil que sea buscando alrededor ese pedazo de tierra. Y eso fue tan
profundo y transformador para mí, porque no podemos esperar a que alguien más
salga con la idea. El punto es que vamos a mejorar esto si cada quien se enlaza
con su propio ser, con sus dones y encarna este movimiento, encarna esta
transformación”.
Amor auténtico
“Y por eso fue un
relato transformador para mí en mi vida -apunta Leanne-, y me pareció muy
relevante en términos del cambio climático, en términos del resurgimiento
indígena, en términos de la reconstrucción de la Nación Anishinaabeg. Y así
cuando la gente comenzó a danzar en círculo sobre el caparazón de la tortuga en
diciembre y enero, me puse locamente feliz. Ver la naturaleza transformadora de
esos actos me hizo darme cuenta de que es la encarnación, debemos encarnar la
transformación.
—¿Qué sentiste cuando
eso pasaba?, pregunta Naomi Klein.
—Amor. En un nivel
emocional, físico, en un nivel espiritual. Sí, era amor. Era un amor profundo e
íntimo. Como el amor que siento por mis hijos o el amor que siento por la
tierra. Era ese tipo de amor auténtico, no el tipo romántico de amor efímero.
Era un amor conectado con la tierra.
Para Leanne, “durante
los últimos 400 años, nunca ha habido un momento en que los pueblos indígenas
no se resistieran al colonialismo. Idle no more es la resistencia más reciente
-visible a la población en general- y hace parte de una iniciativa histórica y
actual en desarrollo para la protección de nuestros territorios ancestrales,
nuestras culturas, nuestro carácter de naciones y nuestras lenguas. A mí me
parece que ha habido una intensificación del expolio colonial... Pero en
realidad, todos y cada uno de los gobiernos canadienses han tenido ese tipo de
pensamiento en su base en lo que respecta a los pueblos indígenas”.
La poeta habla de
Canadá como si lo hiciera de la Argentina. Calcado. “Extracción y asimilación
van de la mano” (entendemos que dice asimilación como sinónimo de absorción,
explotación). Y sigue: “El colonialismo y el capitalismo se basan en la
extracción y la asimilación. Mi tierra se considera un recurso. Mis parientes
en los mundos animal y vegetal son considerados recursos. Mi cultura y mi
conocimiento son un recurso. Mi cuerpo es un recurso y mis hijos son un
recurso, porque son el potencial para crecer, mantener y defender el sistema
extraccionista-asimilacionista. El acto
de la extracción suprime todas las relaciones que dan sentido a lo que sea que
se extraiga. Extraer es tomar. En realidad, extraer es robar: es tomar sin
consentimiento, sin pensar, sin cuidar e incluso sin conocer los impactos que
tiene la extracción en otros seres vivos en ese ambiente. Eso siempre ha
sido parte del colonialismo y la conquista. El colonialismo siempre ha extraído
lo indígena: extracción del conocimiento indígena, de las mujeres indígenas, de
los pueblos indígenas… Hay una extracción intelectual, una extracción
cognitiva, además de una física. La maquinaria en torno a la promoción del
extractivismo es enorme en términos de la televisión, el cine y la cultura
popular”.
Mino bimaadiziwin
Y bien: hasta aquí la
palabra de Leanne, la voz de nuestras naciones ancestrales. Hay que decir que
una lengua lúcida así no viene de un repollo.
Los pueblos Ojibwa de Canadá y Estados Unidos, a los que
pertenece Leanne, han acuñado el principio que llaman mino-bimaadiziwin, que
facilita la relación de la comunidad y el cosmos, lo que nuestros pueblos guaraníes pronuncian tekó porá,
el vivir bien y bello en comunidad, con nuestros modos, dentro de la
biodiversidad.
Leanne lo explica de
esta manera: “fue gracias a parte del trabajo de Winona LaDuke y mediante el
trabajo con los ancianos sobre la tierra que realmente me puse a pensar en
ello. Winona tomó un concepto que es muy fundamental para la sociedad
Anishinaabeg, llamado mino bimaadiziwin. Muchas veces se lo traduce como ‘buena
vida’, pero el tipo más profundo de significado cultural y conceptual es algo
que ella realmente me inspiró, algo que tradujo como ‘continuo renacimiento’. Así, el propósito de la vida es pues ese
continuo renacer, es promover más vida. En la sociedad Anishinaabeg, nuestros
sistemas económicos, nuestros sistemas educativos, nuestros sistemas de
gobierno y nuestros sistemas políticos fueron concebidos con ese principio
básico en su esencia. Creo que esa suerte de enseñanza fundamental -agrega
Leanne- orienta a las personas sobre cómo interactuar con los otros y con la
familia, cómo interactuar con sus hijos, cómo interactuar con la tierra. Y
luego a medida que se forman comunidades de personas, ella también orienta la
manera como deben interactuar esas comunidades y esas naciones. En términos de
la economía, eso significa una economía muy, muy localizada, donde había un
grado enorme de responsabilidad y reciprocidad. Y así esos tipos de cosas
comienzan con las personas y las familias y las comunidades, y luego como que
se disparan hacia fuera a cómo interactúan las comunidades y las naciones entre
sí”.
En los alrededores
del lago Ontario se constituyó la Federación
Iroquesa, una articulación de naciones que algunos consideran la primera
democracia participativa del mundo. Su constitución oral se llamó Gayanashagowa.
En nuestros pueblos argentinos
occidentalizados, fragmentados, con dirigentes que se sienten valientes cuando
destruyen al otro y que tienen vedado el consenso por pura especulación, se ha
instalado una democracia representativa, delegativa, que es un fracaso, una
farsa. De Ahí que cada tanto estemos buscando un nuevo tronco salvavidas. En
vez de abrazarnos a los miles de años de comunidades federadas nos abrazamos a
los 300 años de despotismo monárquico, bien expresado en el estado-nación
uniformador, enemigo de la vida comunitaria, autónoma, como enemigo de la
confederación.
Le preguntaron a Leanne
Betasamosake Simpson por la alternativa a la extracción y la asimilación y
contestó: “La alternativa es la
reciprocidad profunda”. También dijo: “es
maravilloso tener una vida de comunidad rica y obtener felicidad de relaciones
auténticas con la tierra y las personas que te rodean. Pienso que Idle no more
lo señaló con las danzas en círculo y con la expresión de la alegría. ‘Hagamos
esto divertido’. Fueron las mujeres las que aportaron ese goce”.
Por milenios, el
litoral argentino supo de organizaciones comunitarias, basadas en la
reciprocidad, sin mandones, y han quedado relictos de esa diversidad en la
relación amorosa con el resto de la naturaleza, la gauchada, la hospitalidad,
el trabajo colectivo y festivo… Esa vida comunitaria ausente en los debates de
la partidocracia.
Es muy claro el
camino, el sol de mayo lo muestra a diario desde los mástiles, con toda su
simbología ancestral.
Daniel Tirso Fiorotto- UNO. Lunes 22 enero de 2024.