Mingaché recupera a Max Neef por una mirada ecológica y comunitaria

El ejemplo de un centro de estudios local que promueve otras lecturas de las relaciones sociales, y que abre puertas clausuradas, hacia la autogestión, con prevención de los engaños del paternalismo estatal y de la visión economicista.///

 

El Grupo de Reflexión Ambiental Mingaché, de Larroque, nos invitó a participar en una de sus reuniones habituales en la que pudimos conocer modos de despertar conciencia sobre nuestros prejuicios, a través de juegos y lecturas. Y explorar caminos para superar problemas comunitarios sin crear, en el intento, más problemas.

Luego de unos juegos de a pares que ayudan a los protagonistas a reflexionar sobre las propias limitaciones, y apreciar la diversidad de ángulos de mira de un mismo problema, los ecologistas realizaron lecturas del estudioso chileno Manfred Max Neef, que llama a revisar la comprensión de las necesidades humanas y pone en cuestión los presuntos beneficios del desarrollo económico sobre la felicidad.

En la obra Desarrollo a Escala Humana, una opción para el futuro, Max-Neef y otros explican cómo algunos modos de satisfacer necesidades se pasan de rosca y terminan estorbando, cuando no inflando su protagonismo para medrar.

Para el chileno, las necesidades humanas centrales son: subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad.

 

Aún con viento en contra

 

Los integrantes de la rueda debían, en un principio, reconocer modos de satisfacción de las necesidades (o satisfactores) que tuvieran la apariencia de benignos, pero fueran contraproducentes. Por ejemplo: establecer, para satisfacer la protección, un régimen militar que termine coartando otras necesidades como libertad o participación. Lo mismo que entender el afecto como posesión, contra el anhelo de creación.

El juego nos permitió observar no sólo que las necesidades humanas pueden ser, como dice Max Neef, pocas y clasificables (en vez de infinitas como se dice). O que hay modos de satisfacción de las necesidades que resultan “sinérgicos” y otros que no, es decir: no por atender un asunto vamos a descuidar otros asuntos. Estos satisfactores sinérgicos surgen desde abajo, saben interrelacionar el conjunto, no obedecen a sugerencias desde arriba, y menos a imposiciones.

Ahí una tarea por demás estimulante: hallar esos satisfactores sinérgicos, cultivarlos, recuperarlos, crearlos, y hacerlo aún con viento en contra.

También, mediante el juego, advertimos que los bienes económicos pueden colaborar para que las necesidades sean satisfechas, pero suelen convertirse en fines en sí mismos, y por eso distorsionan las relaciones, crean vicios, en fin: destruyen.

Como Max Neef y su grupo hablan de “escala humana” y “humanismo”, apuntamos en la reunión que esas expresiones pueden surgir de una mirada antropocéntrica que termina limitando la condición humana, por considerar un ser lavado, lo cual lleva al menosprecio de lo local y de la biodiversidad, el menosprecio de la red que contiene al ser humano junto a las demás especies, dentro del paisaje.

Entonces el grupo acudió a una expresión del chileno, que aclara la confusión: “La conducta generada por una cosmología antropocéntrica, que sitúa al ser humano por encima de la naturaleza, es coherente con los estilos tradicionales de desarrollo -dice-. De ahí que la visión economicista del desarrollo, a través de indicadores agregados como el PGB, considera como positivos, sin discriminación, todos los procesos donde ocurren transacciones de mercado, sin importar si estas son productivas, improductivas o destructivas”.

Vale apuntar aquí que dice “estilos tradicionales de desarrollo” en referencia a los modos clásicos, porque en verdad las “tradiciones” de nuestro continente son comunitarias.

 

Los engaños

 

La advertencia del chileno es notable: muchas de nuestras actividades económicas son vistas como eficientes, positivas, cuando en el fondo, miradas en un contexto histórico y geográfico más amplio, revelan otra condición. Y aquí un ejemplo: si logramos una producción récord de un grano de exportación, es una noticia plausible, pero ¿contamos en la economía la degradación (quizá) del suelo, la contaminación del agua, la simplificación de la biodiversidad, la salud?

O veamos otro caso: el transporte en camiones puede ser rentable y eficiente, ahora bien: ¿contamos el gasto en exceso de combustibles fósiles, su contribución al calentamiento global, la destrucción de las rutas cuya reparación se endosa al conjunto de la sociedad?

Ahora veamos algo más que dice Max Neef: “Resulta así, que la depredación indiscriminada de un recurso natural hace aumentar el PGB (producto bruto), tal como lo hace una población enferma cuando incrementa su consumo de drogas farmacéuticas o de servicios hospitalarios. Las tecnologías presuntamente modernas suelen, a su vez, resultar engañosas. Un ejemplo conspicuo -apunta- es el del sistema agrario norteamericano, reconocido por su enorme eficiencia. Altamente mecanizado y con subsidios para el petróleo, es, sin embargo, un sistema notablemente ineficiente si se lo mide en términos de la cantidad de energía consumida para producir una cantidad determinada de kilocalorías. No obstante, si se mide en términos monetarios, genera supuestamente beneficios enormes y, de ese modo, contribuye al crecimiento del PGB. Estos ejemplos son igualmente válidos para los países del Tercer Mundo tan influidos por el ‘hechizo’ de las tecnologías de punta...”

 

Eco humanista

 

Para el chileno, “que tales situaciones se consideren positivas, constituye sin duda una aberración conceptual. Debido a que el Desarrollo a Escala Humana está principalmente comprometido con la actualización de las necesidades humanas, tanto de las generaciones presentes como futuras, fomenta un concepto de desarrollo eminentemente ecológico. Esto implica por una parte, construir indicadores capaces de discriminar entre lo que es positivo y lo que es negativo; y, por otra diseñar y utilizar tecnologías que se ajusten a un proceso de desarrollo verdaderamente eco-humanista que pueda garantizar la sustentabilidad de los recursos naturales para el futuro”.

Sin dudas, estos contenidos basados en lecturas del chileno resultan de enorme significación para la comprensión de la sociedad dentro de la biodiversidad, y en la búsqueda de la mirada integral, que no focalice donde le conviene al sistema sino que tenga en cuenta una diversidad de factores en el proceso económico.

Los aportes de Max Neef buscan un desarrollo a escala humana. “Tal desarrollo -indica- se concentra y sustenta en la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales, en la generación de niveles crecientes de autodependencia y en la articulación orgánica de los seres humanos con la naturaleza y la tecnología, de los procesos globales con los comportamientos locales, de lo personal con lo social, de la planificación con la autonomía y de la Sociedad Civil con el Estado”.

“Necesidades humanas, autodependencia y articulaciones orgánicas -insiste-, son los pilares fundamentales que sustentan el Desarrollo a Escala Humana. Pero para servir su propósito sustentador deben, a su vez, apoyarse sobre una base sólida. Esa base se construye a partir del protagonismo real de las personas, como consecuencia de privilegiar tanto la diversidad como la autonomía de espacios en que el protagonismo sea realmente posible”.

Los aportes del chileno nos despiertan hoy, aquí, cuando el sistema ha generado organismos que se encargan de tapar los caminos comunitarios, impedir la participación. Así, las comunidades no tienen puntos de encuentro, no saben dónde ni cuándo ni con quién, y suelen pelearse en los barrios por asuntos provocados en ámbitos de poder muy alejados, o por personas convertidas en líderes, a quienes en verdad no conocen.

 

Paternalismo

 

Dice Max Neef: “Lograr la transformación de la persona-objeto en persona-sujeto del desarrollo es, entre otras cosas, un problema de escala; porque no hay protagonismo posible en sistemas gigantísticos organizados jerárquicamente desde arriba hacia abajo. El Desarrollo a Escala Humana apunta hacia una necesaria profundización democrática. Al facilitar una práctica democrática más directa y participativa -agrega Max Neef- puede contribuir a revertir el rol tradicionalmente semi-paternalista del Estado Latinoamericano, en rol estimulador de soluciones creativas que emanen desde abajo hacia arriba y resulten, por tanto, más congruentes con las aspiraciones reales de las personas”.

El paternalismo fue señalado por miembros de Mingaché como un modo desviado de satisfacción de necesidades, y muy común, lamentablemente, pero lo peor: naturalizado.

Las obras de Max Neef tienen varias décadas, y sin embargo nunca más apropiadas a la actualidad. Es que tanto en el país como en la provincia y en los municipios se ha naturalizado, como dijimos, la escasa o nula participación comunitaria, restringida a veces al momento de las elecciones pero con tanta propaganda vertical que en ese mismo instante se torna una posibilidad individual girando sobre opciones verticales, no un tejido horizontal, nada de diálogo vecinal.

La política invasiva suele ser considerada un satisfactorio de necesidades que genera adhesiones, y votos, cuando en verdad debilita lazos comunitarios, distorsiona las relaciones naturales de la vecindad, y genera intermediaciones innecesarias, muchas veces nocivas.

¿Qué apuntaron algunos miembros de Mingaché? Que cada vez con más frecuencia se observa en nuestras sociedades una suerte de dependencia, de autolimitación, con personas que están muy pendientes de lo que digan el político, el empresario, el sindicalista de turno, el jefe de ocasión, cuando no los medios masivos; y eso los ocupa más que del diálogo con la propia vecindad. Todo lo contrario a los postulados de Max Neef que buscan “la generación de niveles crecientes de autodependencia” de los grupos.

En paralelo, las personas invierten demasiada energía en asuntos tecnológicos como si fueran fines en sí mismos, en lugar de “la articulación orgánica de los seres humanos con la naturaleza y la tecnología”.

 

Consumismo

 

Hace algunos años, en diálogo con sindicalistas de Paraná apuntábamos que, dado el crecimiento del consumismo por la promoción de cosas superfluas, al gremialismo le cabía una función adicional. Además de luchar por la mejora del salario y las condiciones de trabajo, podía de alguna manera neutralizar la propaganda que reciben las familias por todos los flancos para entrar en sistemas financieros o comprar cosas irrelevantes.

Si el sistema machaca sobre las conciencias es porque sabe que eso da frutos, de modo que aquellos que prometen la defensa de los obreros y microemprendedores tienen que estar atentos a esa guerra. Y más aún: generar una alfabetización sobre la lectura de las noticias y la comprensión del trasfondo de la propaganda.

Aquella conversación, por infructuosa que fuera, no ha perdido vigencia. Para meditar sobre ello es necesario diferenciar consumismo de consumo. El consumismo es una tendencia a anhelar objetos que no son primordiales y que, en el conjunto, no traen mejoras a las comunidades sino que promueven una economía no sustentable, que desvía el sentido de la felicidad al tener, al poseer, al acumular.

Desde entonces el picoteo sobre la cabeza de las personas ha seguido consolidando tanto las mediaciones innecesarias como los enredos consumistas, fogoneados por la propaganda, al tiempo que se debilitaban, a propósito, los lazos comunitarios.

La rueda de mate de Mingaché no es una excepción: sirve de muestra de la vida comunitaria que cultiva las interacciones y las reflexiones en distintos ámbitos, muy lejos de lo más conocido y divulgado que es la pelea por el poder de sectores que se alternan para prometer soluciones pocas veces desatadas del verticalismo opresor. Las lecturas, los juegos, las artes, las ruedas de mate, los intercambios, entran en otras sintonías en las que los gritos del sistema no predominan; como recuperan maneras comunitarias que se pierden en el fondo de los tiempos y están vigentes, aunque muy tapadas o desvirtuadas por ahora.

 

Daniel Tirso Fiorotto. UNO. Lunes 11 de marzo de 2024.

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